miércoles, 4 de enero de 2012

El árbol generoso


HABÍA una vez un árbol...Y él amaba a un niño pequeño. Y todos los días el chico venía y recogía sus hojas y las convertía en coronas y jugaba a ser el rey del bosque.

Trepaba por su tronco y se columpiaba entre sus ramas y comía manzanas. Y jugaban al escondite. Y cuando se cansaba, dormía a la sombra del árbol. El pequeño amaba al árbol...muchísimo. Y el árbol era feliz.

Pero el tiempo pasó. Y el pequeño creció. Y el árbol se sentía a menudo muy solo. Un día el chico regresó y el árbol le dijo:

-Ven, chico, ven y trepa por mi tronco, mécete entre mis ramas, come manzanas, juega a mi sombra y sé feliz.

-Soy demasiado grande para escalar y jugar -dijo el chico-. Quiero comprar cosas y divertirme. Quiero algo de dinero. ¿Tú puedes darme algo de dinero?...

-Lo siento, -dijo el árbol-, pero no tengo dinero. Sólo tengo hojas y manzanas. Coge mis manzanas, chico, y véndelas en la ciudad. Así tendrás dinero y serás feliz.

Así que el chico trepó por el árbol, recogió sus manzanas y se las llevó. Y el árbol se sintió feliz.

Pero el chico estuvo fuera durante mucho tiempo...y el árbol se puso triste. Tiempo después el chico regresó y el árbol se sacudió con alegría y le dijo:

-Ven, chico, trepa por mi tronco, mécete entre mis ramas y sé feliz.

-Estoy demasiado ocupado para trepar por los árboles. Quiero una casa que me abrigue del frío. Quiero una esposa y también niños. ¿Tú puedes darme una casa?

-No tengo casa-, dijo el árbol. El bosque es mi casa, pero puedes cortar mis ramas y construir una casa. De ese modo serás feliz.

Así que el chico cortó sus ramas y se las llevó para construir una casa. Y el árbol fue feliz.

Pero el chico permaneció lejos durante mucho, mucho tiempo. Y cuando regresó, el árbol se sintió tan feliz que casi no podía hablar.

-Ven, chico- le susurró, -ven y juega conmigo.

-Estoy demasiado viejo y cansado para jugar-, dijo el chico.Quiero una barca que me lleve lejos de aquí. ¿Tú puedes darme una barca?

-Corta mi tronco y haz una barca-, dijo el árbol. Así podrás navegar lejos...y serás feliz.

Así que el chico cortó su tronco, hizo una barca y navegó lejos. Y el árbol se sintió feliz...pero no del todo.

Después de un largo tiempo el chico volvió de nuevo.

-Lo siento, chico-, dijo el árbol, -pero no tengo nada que darte. Ya no tengo manzanas.

-Mis dientes están demasiado débiles para las manzanas-, dijo el chico.

-Ya no tengo ramas-, dijo el árbol. Ya no puedes mecerte en ellas.

-Soy demasiado viejo para mecerme entre las ramas-, dijo el chico.

-No tengo tronco-, dijo el árbol, -ya no puedes trepar por él.

-Estoy demasiado cansado para trepar-, dijo el chico.

-Lo siento-, suspiró el árbol. Desearía poder darte algo...pero no me queda nada. Sólo soy un viejo tocón de árbol. Lo siento...

-Ahora necesito muy poco- dijo el chico, -solamente un lugar tranquilo para sentarme y descansar. Estoy muy cansado.

-Bueno- dijo el árbol enderezándose todo lo que pudo, -bueno, un viejo tocón es bueno para sentarse y descansar. Ven, chico, siéntate. Siéntate y descansa.

Y el chico así lo hizo. Y el árbol se sintió feliz.

Shel SilverStein