jueves, 31 de marzo de 2016

Dormir y despertar





Como no era capaz de comprender
una cosa sin la otra, y tú tampoco,
pensé que hacíamos una buena pareja.
Nos confesamos
el uno al otro nuestro más oscuro
secreto: que existíamos...
Pero eso fue en la noche y oh, al alba,
qué visión tan terrible:
desperté, mi cabeza junto a ti,
tú, el rubio, el almiar, el trigo.
Y pensé: Señor,
yo qué clase de pan
voy a ser,
y quién lo comerá.

Nichita Stanescu

domingo, 27 de marzo de 2016

Dos poemas de Vera Pavlova

Ya sé
que la muerte no existe
todavía no sé
cómo
decirlo
a los muertos



***

Ojos míos
por qué están tristes
a pesar de que me siento alegre
palabras mías
por qué son tan ásperas
a pesar de que soy tierna
actos míos
por qué son tan estúpidos
a pesar de que soy inteligente
amigos míos
por qué están agotados
a pesar de que soy fuerte

sábado, 5 de marzo de 2016

Un poema de Wallace Stevens




VII

Siempre puede haber un tiempo de inocencia.
Nunca existe un lugar. O si no existe un tiempo,
Si no es cosa de tiempo, ni de espacio,

Existiendo, a solas, en su idea,
En el sentido contra la calamidad, no es por ello
Menos real. Para el filósofo más frío y más anciano

Hay o debe de haber un tiempo de inocencia
Como puro principio. Su naturaleza es su fin,
Que debería ser y no ser a un tiempo, una cosa

Que estimula la piedad de un hombre piadoso,
Como un libro al atardecer, hermoso pero falso.
Como un libro al alba, hermoso y verdadero.

Es como una cosa de éter que existe
Casi como predicado. Pero existe,
Existe, y es visible, existe, es.

Así, entonces, estas luces, no son un hechizo de luz,
Un refrán caído de una nube, sino inocencia.
Inocencia de la tierra y no un signo falso

O un símbolo de malicia. Que participamos
De eso mismo, yacemos como niños en esta santidad,
Como si, despiertos, yaciésemos en la quietud del sueño,

Como si la madre inocente cantase en la oscuridad
De la habitación y en un acordeón ¡ apenas oído,
Crease el tiempo y el espacio en el que respirábamos...

martes, 1 de marzo de 2016

Ulises y otros poemas de Silvia Sigüenza



DIOS, UN LEVENTE

Cómo se puede hablar desde esta arista
al páramo que todo lo disfraza
de un hálito divino
y puede en cambio no dolernos
este barco sin rumbo que es la muerte
siendo tan real la muerte como el barco
y tan invento insomne lo divino.



ULISES

Perpetuo movimiento
Concédeme el reposo
dame agua de la inercia
mis poros se dilatan aspirando al misterio
Gran río de los eternos qué profunda
tu voz cuando me llamas.
Pero yo estoy aquí...aquí...sin barco
encallada en el mar eternamente

El fuego me calcina derritiendo la cera
y habito en el insomnio.
Ulises ya no pasa. ¿Quién me dará la cera?
Soy una pasajera con extraño destino
Y aquí en el imposible
tu voz es ya la mía.
Sólo existe una línea de río a mar
de calma a movimiento.
Pero no tengo barco no conozco la línea
y estoy aquí...encallada.
Mi corazón no me conoce
Soy toda movimiento y le resulto ajena
Olvido que hay paredes
muros, agua salada.

Soy olvido total olvido eterno
Se me olvida que ya no tengo barco.
Se me olvida que ya no tengo Ulises.




TANTO MIRARA A DIARIO la soga y el cuchillo
extranjeros amor, piedad, consuelo;
bordeándonos el alma
                                    desolación y angustia,
el cielo por las calles
                                quebrado en mil pedazos
estrellas encerradas en focos y faroles
océanos en botellas adornando mansiones y burdeles;
peces de cien colores en acuarios caseros,
el aire se caliente o se enfría a nuestro antojo.
Cine, alcohol, la eterna juventud y hasta un buen mozo
se anuncian y se venden.
Después de cada compra, la vida
se me revela en sueños
como una acorralada fiera
o algún esclavo nubio.