viernes, 30 de diciembre de 2016

En la isla de pascua de William Ospina






Olvidarías esta isla si no fuera por su atrocidad y su belleza, 
por el furor de nuestros rituales y la pasión de nuestros cuerpos,
por sus estanques de fiebre y sus colinas embrujadas,
por esas inmensas cabezas de piedra que miran a las estrellas,
por esos ojos de piedra cuyo horario es lo eterno,
y que cada mil años parpadean.

olvidarías la isla, porque no hay nada más ajeno y más solo.
Este es el más perdido país de los mares.
Mucho tiempo navegarás alrededor sin encontrar una región con  hombres,
sólo el extenso abismo del Pacífico
que efunde estrellas y devora estrellas
y que no explica sus borrascas.

pero en esta remota cumbre que apenas emerge del populoso abismo del mar
una raza extraviada y solitaria labró esos desvelados seres de piedra
que son imagen del desamparo y son imagen de la esperanza.

Los poderes del turbio cielo sólo responden a una larga paciencia,
y el hombre es tan fugaz, que aunque mirara al cielo la vida entera
con ojos de pez, con ojos sin párpados,
no alcanzaría a descifrar una sola palabra del cuádruple abismo.

Si te hicieras de piedra, si tu vida fuera tan lenta como la vida de la piedra,
si tu corazón sólo tuviera la imperceptible palpitación del peñasco,
quién sabe qué verían tus quietas pupilas en la vertiginosa danza del cielo.
Tal vez la piedra lo sabe todo ya, y por eso está inmóvil,
y tú te agitas en la nerviosa hoguera de la carne porque todo lo ignoras.

Estos seres de piedra miran a las estrellas
y su oficio es espera y asechanza,
porque la isla está sola, porque la ciñen sucesivas inmensidades,
ojo de pez en la extensión sin límite de las escamas de agua,
apenas recordados por el tiempo y la estrella.

Olvidarías esta isla, la isla más sola, el rincón más distante,
si no fuera por su paciente rebaño de seres de piedra
que interminablemente esperan una señal del cielo,
una voz o una aniquilación o una nave,
pero la soledad que dicen sus rostros inmóviles
no es sólo la de un arrecife escondido en el amontonamiento de las borrascas,
es la angustiada espera de una raza perdida en un pequeño planeta solitario
bajo la inexpresiva niebla de las galaxias.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Muerte en Teherán


En cierta ocasión, un poderoso y rico persa paseaba por el jardín con uno de sus criados visiblemente turbado ante la vista de la Muerte, una Muerte que le había amenazado. Suplicaba a su amo le prestara un caballo veloz para apresurarse a llegar a Teherán aquella misma tarde. El amo accedió y el sirviente se alejó al galope.

Al regresar a casa, el amo también se encontró con la Muerte y le preguntó: ¿por qué has asustado y aterrorizado a mi criado?

La Muerte le respondió: Yo no he amenazado a tu criado, sólo mostré mi sorpresa al verle aquí, cuando en mis planes estaba encontrarlo esta noche en Teherán.


Anónimo

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Diarios del cáncer de Audre Lorde


Esta es una traducción mía de The cancer journals, libro que recupera un testimonio sensible y poderoso de la enfermedad, escrito por la poeta y feminista Audre Lorde. Me decidí a transcribir y traducir algunas entradas. De antemano me disculpo por los errores.




4/16/79

La enormidad de nuestra tarea, transformar el mundo. Se siente como si mi vida cambiara de adentro hacia afuera. Si pudiera mirar directamente a mi vida y a mi muerte sin encogerme, sabría que no hay nada puedan hacerme nuevamente. Debo contentarme con ver cuán pequeña soy y cuán poco puedo hacer, y aún así hacerlo con el corazón abierto. Nunca podré aceptar esto, del mismo modo en que no puedo aceptar que el cambio en mi vida sea tan drástico: comer diferente, dormir diferente, moverme diferente, ser diferente. Como dijo Martha, quiero a la vieja yo como nunca antes. 


4/22/ 79

Debo dejar que este dolor me atraviese y se desvanezca. Si me resisto o intento detenerlo, explotará dentro mío, me despedazará y lanzará mis pedazos contra cada pared y cada persona que toque.


10/3/ 79

Yo no siento que esté siendo fuerte, pero, ¿acaso tengo alguna opción? Duele cuando incluso mis hermanas me miran en las calles con ojos fríos y silenciosos. Estoy definida como la otra en cada grupo al cual pertenezco. La extraña, fuerte y a la vez débil. Aunque sin la comunidad, ciertamente no existe ninguna liberación, ni futuro, sólo el más vulnerable y temporal acuerdo entre mi opresión y yo.


11/19/79

Quiero escribir con furia pero todo lo que sale de mi pluma es tristeza. Hemos estado tristes lo suficiente como para provocar el llanto de la tierra o hacerla más fértil. Soy un anacronismo, una rareza, como la abeja que no fue hecha para volar. La ciencia lo confirma. En teoría, yo no podría existir. Cargo la muerte en mi cuerpo como una condena pero aún así estoy viva, vivo. Las abejas también vuelan. Debe existir una manera en la que podamos integrar la muerte en la vida, sin ignorarla o rendirse ante ella. 


1/1/80

"Fe" es el último día del Kwanza, y el nombre de la guerra contra la desesperanza, la batalla que libro diariamente. Me he vuelto mejor guerrera. Quiero escribir sobre esa batalla: las escaramuzas, las pérdidas, las pequeñas pero tan importantes victorias que conforman la dulzura de mi vida.  


1/20/80

La novela está al fin terminada. Ha sido un salvavidas. No tengo que ganar con el fin de validar mis sueños, sólo tengo que creer en un proceso del cual formo parte. Mi trabajo me mantuvo viva el año pasado, mi trabajo y el amor de las mujeres. Ambos son inseparables el uno del otro. En el reconocimiento de la existencia del amor reside la respuesta a la desesperanza. El trabajo es ese reconocimiento dotado de una voz y un nombre.  

lunes, 26 de diciembre de 2016

Bestiario íntimo de Mirta Rosenberg



Si alguien querría ser una tortuga
sería yo:
hacer de una sección cónica
mi propia sede prehistórica
alojada en la espina dorsal.

Ser tortuga
tiene algo de ideal:
desde joven luce arrugas
y en sentido literal
se hace mayor con los años
– a más edad
más tamaño.
Post-matrimonial,
sin lazos familiares
después de desovar,
igual a todas y cada una,
naturalmente hija de la luna,
sin embargo
no hay cisma
entre ella misma y sus lares.


Entre tantos avatares,
para mí
que estoy en mí
– puro apremio sin molicie –,
poco cuenta que sea lenta
su marcha en la superficie:
eso
me haría durar
y capaz de entrar al mar,
– que cubre dos tercios del mundo –
sabiendo que si me hundo
gano velocidad.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Morir en Benarés - Chantal Maillard



Faltan dos días para la Navidad. La Navidad solamente ocurre en nuestra memoria y tal vez en un lugar lejano que también se aloja en la memoria. Puede que allá estallen villancicos o se entonen cantos gregorianos; aquí, como cada tarde, el sonido de campanas, platillos y caracolas se eleva desde la multitud de templos que bordean el Ganges. Al margen de la memoria, alguien, aquí, existe levemente.

Debió tener nombre alguna vez; nosotros nunca lo supimos. Bajo nuestra ventana, a dos pasos de la puerta, vive desde hace dos años entre cuatro paredes de hojalata: improvisada habitación sobre ruedas que en otro momento debió servir de quiosco a un vendedor de tchai. Renunció a todo para morir cerca del río sagrado y romper así la rueda de sus reencarnaciones. Nadie que no pertenezca a la casta brahmana puede ofrecerle alimentos cocinados. Hoy ya no puede encender su hornillo de barro con las boñigas de vaca que ella misma acostumbraba a disponer sobre el suelo, en pequeños montones, para que las secara el sol. Sus largas manos cuelgan, elegantes aún, transparentes en su extrema delgadez, del camastro de cuerda.

No es triste morir: es solamente el dedo del invierno reconociendo los cuerpos que se duermen.

El largo y húmedo sonido de las caracolas acompaña las llamitas embarcadas en hojas de baniano: ofrendas para los espíritus de los antepasados, que viajan río abajo con la corriente o se quedan detenidas al costado de una barca. Nada muere en Benarés; todo se acompasa al ritmo del fuego, del agua, de la tierra. Nadie muere en Benarés; morir es otra manera de estar vivo. Aquí se suspenden –y tal vez mueran, ellos sí- los cuentos tristes y los rituales trágicos. El tiempo deja de rendir tributo al pasado, se vuelve puro acontecer, eternidad que cabe toda entera en la mirada, eternidad de aire y de piel, de sonido.

La vieja brahmana tose a cortas sacudidas. Estas palabras que escribo la detendrán quizás, formarán bordes, orillas en su tiempo. Son palabras intrusas y las escribo con la secreta impresión de malograr en cierta medida el perfecto destino de un alma que renuncia a ser propia.

Todo es simultáneo: las aguas sucias inundando los escalones anchos que llevan al río, sus ojos semi-cerrados ya por las nubes, sus labios repitiendo aún el gesto que corresponde a los nombres sagrados, los búfalos, hermosamente lentos, sumergiéndose en el Ganges... No sé si el sol saldrá mañana redondo y rojo como el betel cuando se muerde, no sé si algún niño nacerá en Benarés con los ojos abiertos, no sé si en la serena mirada de las vacas la ciudad se reflejará más suave, más amable. Son extraños los males que los hombres inventan y es tan simple la muerte como el roce de un silencio cuando la luz se apaga.

(Murió en la noche del 24 de diciembre de 1987)

Chantal Maillard, La otra orilla

viernes, 18 de noviembre de 2016

Algo sin miedo de Xavier Oquendo




Tengo miedo de descubrirme,
de sacarme la cana
que tapa la calvicie.
De ser yo,
y no ser otro hombre
u otra mujer.
De despejar la falsedad
de las pupilas,
de expulsar los océanos
que tengo por dentro
y el grito que los hombres llevamos.

Quiero convertirme en algo sin miedo,
en algo hoja,
en algo pájaro,
en algo.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Si ya no te quieren, acepta.





Si ya no te quieren, acepta. Si nunca te quisieron, acepta. Aceptar es la clave para no sufrir más de la cuenta cuando no eres correspondida, o cuando tu pareja se desenamora de ti. Las relaciones en las que uno de los dos está enamorado y el otro no, son infernales. Cuando tengas que enfrentarte a un ruptura, hazlo con cariño. Despidete, cierra las historias con amor del bueno. Las guerras románticas no sirven para recuperar a tu amado o amada. Los chantajes, las amenazas, las escenitas dramáticas no reenamoran jamás a nadie. Las lágrimas y la lástima, no sirven para reavivir un amor que se extingue. Los reproches sólo aumentan las ganas de irse. No te metas en guerras, no mendigues ni exijas amor. Acepta que la relación se ha acabado, acepta con humildad, con deportividad, con amor que ya no te quieren. Todos somos libres para ir o venir, para llegar, para quedarnos y para irnos: no podemos obligar a nadie a que nos corresponda solo porque nosotras estamos enamoradas. Nadie puede obligarnos jamás a estar en una relación si ya no queremos estar.


El amor no puede comprarse, no es un deber, y no eres una mala persona si te estás desenamorando: nos pasa a todos y a todas. El amor empieza y se acaba, aunque en las películas nos seducen con la idea de que el amor de verdad dura toda la eternidad.

Los amores se estropean, se extinguen, se deterioran, y lo mejor que podemos hacer es aceptarlo, y acabar en el momento justo. Alargar las agonías románticas es demasiado doloroso: las rupturas no son un fracaso. El fracaso es quedarte con alguien con quien ya no eres feliz. El fracaso es tener que estar donde ya no quieres estar. Que no te amen ya no significa que no valgas nada: sigues siendo una persona estupenda, y no importa si tienes o no pareja, si tienes o no pretendientes. Tu autoestima jamás debe depender de una sola persona: si tu te quieres bien a ti misma, no necesitas que nadie te haga valiosa. No necesitas ser la mejor, no pasa nada por no ser el centro de la vida de alguien. El Ego siempre te va a pedir ser vencedor o vencedora: olvídate de las batallas del amor. Aprende a amar tu libertad, y la libertad de las personas para acompañarte un ratito en el camino de la vida, o para seguir por su lado.

Romper una relación puede ser muy positivo porque se abren siempre nuevas puertas y ventanas, nuevos caminos, nuevas formas de vivir la vida y de relacionarse. Hay que ser valiente para despedirse y dejar el pasado atrás: hay que mirar el presente y el futuro con ganas, con alegría, con la idea de que hay más amores con los que construir relaciones lindas. El amor es para disfrutar, por eso si ya no te quieren, no te quedes esperando a que suceda un milagro. Lo mejor es tomar las riendas de tu vida, separarte con amor, aprender a disfrutar de la soltería, y estar siempre rodeada de gente estupenda que te quiera mucho. Tengas o no pareja. Di no a las guerras románticas: el amor no es eterno, y el mundo no se acaba cuando dejan de amarte. Hay mucha gente a tu alrededor que te quiere: el duelo se llora, y no hay por qué odiar al que se va de nuestro lado. Si, aceptación total, y siempre mirando hacia delante: el amor es una energía que está en todas partes.

Coral Herrera Gómez

martes, 25 de octubre de 2016

Segunda intención de Carlos Pellicer



La selva, gran verdad con tanto engaño.
Es una realidad empedernida.
Todo es igual, se suicida la brújula. Se niega
la entrada al sol. Flores y pájaros
llevan en la garganta una penumbra
que acontece en el alma de las cosas
cuando el hombre...
Integridad de un material esbelto.

Lo verde está en el tiempo, en la textura
de los estados de ánimo del bosque.
Lo verde es un incendio que destruye
las oportunidades de la aurora.
Lo verde es la verdad, la deplorable
verdad de tantos verdes, la conjura
de la verde verdad que oculta el sueño,
lo irresponsable del secreto oculto.
El verde es un color hospitalario:
en tanto más oscuro, más humano.
En la lenta explosión del mediodía
la luz hace del trópico un Sebastián sangrante.
Entre la súplica de los atardeceres,
el verde es tinta china,
es la luz refugiada en lo más negro,
edificada silenciosamente
por la vegetación en libertad.

Con las manos arrodilladas
acato el primer paso de la Noche.
Y en la humilde soberbia que da el cielo
con la sabiduría en las estrellas,
entro en la noche como nada limpio,

en un claro del bosque, abandonado.
Y aquí estoy con el timbre de otra voz
que tuve cuando el viento fue mi cuerpo.
Se siembra en mi garganta una semilla
que algún día
será lo que de mí pueda quedar.

Un charco en que se pudre la luz misma
o inmovilizan párpados de muerte.
El agua en tuberías de bejuco
dada al conocedor del laberinto
de vidrio de la sed.
Fragmentos de jaguar muerto de sed
como una luz jamás amanecida.
En tanta realidad el sueño crea
la muerte de las cosas. Una noche huracán,
el relámpago, jaguar instantáneo que saltó
sobre el mundo, da luz y en la sombra del rugido
se estremece el desorden de la selva.

El problema del bosque es exceso de vida.
Ya no hay donde poner nada.
Hay pequeñas libélulas azules
que hacen de ciertas flores una lágrima.
Las flores solidarias de los pájaros
en el vuelo impalpable de la inmovilidad.
Y hay olores que son
gusanos transparentes con sonido.

Como nunca es de noche ni de día,
el tiempo es medio tiempo.
Hay voces que lo llaman a uno
sin motivo.
Voces parecidas a otras voces
que uno escuchó siguiendo una lectura.

La tierra está debajo de la tierra
y más abajo el tiempo
que ignora a veces lo que está pasando.
Abre una flor sin que lo sepa nadie
y así, no existe el tiempo.

En la selva uno se pregunta:
“¿Y yo qué carajos hago aquí
si no hay adonde ir?
Uno dice sí, para negarlo todo”.

La carcajada de un pájaro
en esta soledad sin garantías
nos avisa del peligro
de pensar en él.

El árbol del pan
o el bejuco de agua,
¿mitología o están?
Es tanto lo que está
que ya urge colocar
los ceros a la izquierda.
Cada hoja que cae es un cero a la izquierda
hasta cifrar la angustia
en la unidad que soy.
Puede acabar el tiempo en un instante
y no tener ya tiempo para huir.

Pero mi piel está quieta:
ha comenzado la fraternidad.
Sumar. Restar. Multiplicar y dividir.
La muerte alimentada con la vida
en el primero y último compás.

El dónde estoy va desapareciendo;
es la consigna de la fraternidad,
Luz verde a todas partes
a condición de no moverse.

La estatua incomparable
inaugurada para siempre.
Libélulas azules,
volúmenes enormes, ya destruidos.

Recuerdo una ocasión en que unas flores negras
algo dijeron en mis narices.
Se me nubló la vista,
caí sobre la industria de las hojas,
y un trago de aguardiente con anís
me devolvió mi nombre.

En la noche sale a hablar
todo cuanto uno no imagina.
Mitin de multitudes invisibles,
unos duermen de día, otros hablan de noche.
Se genera una hoja con insectos
que sin verlos hacen daño.

Cunden
y se esconden.
Toda la maquinaria del trabajo
es fruto del silencio vegetal.

Aquí se aprende a leer
pensando en muchas cosas.
De la idea a la palabra,
un instante milenario.

Sólo en ciegas parálisis,
los hongos, intocables esculturas
se solidarizan con los miguelángeles.
En inmovilizados cuartos de hora
se proyectan las grandes destrucciones.
¡Ay de los grandes árboles
cuando el rayo volatiliza
las torres de la atmósfera!

Yo recuerdo mis manos inútiles
entre aquel verdor cósmico
que piensa huir
bajo el abismo hostil que a nada escucha.
Lo animal se oculta pavorosamente
y uno es vegetación desesperada.
El venero es azul consigo mismo,
el infinito azul de los orígenes,
que morirán azules algún día.
El bosque estremecido da la vida
a tanto corazón de muerte palpitante.
Y hay que empezar de nuevo
la aventura enraizada
y la guirnalda festival del aire.

Aquí todo está fuera de comercio.
Nada tiene que ver con uno. La poesía
es más espacio que tiempo.
Uno dice la palabra poesía
y no sabe lo que dice.

La voracidad de unas hormigas
interrumpió la cadencia del bosque.
Aquí fácilmente la verdad es mentira
y por lo mismo todo está inventado
con lo que a usted le dé la gana.

Cuando después de siglos de enseñanza
se derrumba una ceiba,
el boquete de sol que se construye
crea opiniones sobre la existencia.
Tanta sabiduría a la intemperie
es una inmensa desnudez de sangre.

En medio de la selva
se habla con la mirada a media voz.

Los ruidos industriales de la noche
lo hacen pensar a usted en el dinero
que se gasta para no poder callarse.

El Reino Vegetal cuyos decretos
se firman en secreto.

Útiles despilfarros, atlético desorden.
De un manotazo pumas y jaguares
destruyen las cortinas de una fiesta de orquídeas,
las joyas solitarias que si hablaran
nadie nunca ya jamás hablaría.

Toda intención flamígera
se diluye en las grietas del follaje.
La luz, un verde
puesto a pensar sombrío.

El viento es lo vocal ejecutivo
de una empresa dispuesta a todo trance.
El viento joven que se arriesga a todo
y puede solo contra la vejez.
El viento guarda luto por la muerte
de tantos huracanes fracasados.
El gran viento que agota un mar de oxígeno
que a los pocos momentos se renueva.
El viento que se muere de cansancio
entre el ambiente hipóstilo de caobas y cedros.

El viento sin linaje
entre las dinastías vegetales.

Este desorden construido
por orden superior

autoriza geológicas sorpresas
a la memoria más abandonada.

La lluvia tiene donde aposentarse
a costa de su auxilio inevitable.
Para la lluvia y sigue íntimamente
con tacto de tambores para niños.
Caen enormes gotas por doquiera.
Gratuito dineral que cubre el despilfarro
de tanta sangre verde,
de nubarrones verdes se resbala
y musicalizando cuanto toca.

¡Ay del torrente aéreo!
Muere con dignidad entre la selva.

Uno quisiera
collares musicales,
flor en los ojos, fruta abierta nasal,
cierto sabor de olvido del pantano
y lo mucho y lo poco tan desconocido.
El gran imperio de la clorofila
resiste siglos milenarios
con el ejemplo de ínclitos insectos.
En tiempo de aguas,
hábiles telarañas de perfumes
languidecen el sueño de los árboles
más viriles. Hay serpientes
como joyas prohibidas
que no se atreven a ofrecer manzanas
a tanta y endiablada desnudez.
Y a tanta soledad la habladuría
de todos los idiomas de la noche.
La noche que habla sola
para olvidar el día.
Y el día que no sabe de la noche
más que el paso de rumores escondidos.
Trabaja el tiempo todo el día
y de noche se olvida de sí mismo:
está el tiempo debajo de la tierra
que es la noche.

Lo que antes fuera religioso esfuerzo,
laboratorio de manos floridas,
habitación de sombras inalcanzables,
rincón donde la luz nunca fue vista,
pero sí adorada,
cumbre piramidal, cielo a la mano
de inteligencias húmedas de cielo;
lugares predilectos de la Nada
que a todo ha dado vida;
alcobas en que el sueño está despierto
sin que nadie lo vea;
la piedra que tocó la noche antigua
de las memorias inolvidables
está asaltada por la selva,
a los lados, adentro, por encima;
la paciencia implacable que se pudre
pero retoña y sigue retoñando.
Lo que fue población de jeroglíficos,
pavorosamente vacío.
Muertos los constructores,
recuperó la selva sus espacios,
izando su victoria sobre ruinas.

Entre esos árboles me reconozco,
yo, animador de íntimas catástrofes.
Aquí el hombre desnudo se enfloró la cabeza
con las plumas más lindas de los aires.
En su pecho y sus pulsos,

los jades a la selva lo asociaban,
y un cinturón con caída central
ocultaba su sexo.
La suntuosa elegancia de los mayas
le dio a la selva un porvenir eterno.
Desnudo y enjoyado,
ese hombre nos asombra.
El cielo de los números
embelleció por justa la cuenta de sus días.
Las ideas fueron esculpidas
para congratularse con la aurora.
Tabasco y el cacao: bebemos Xokol—ja,
en todos los pueblos del planeta.
Se desgranaba la sabiduría
como una lluvia de luces antiguas
entre los ojos de aquellos cerebros.
El maya fue el grande hombre de la selva.

Oí que unos árboles
de antigüedad espléndida dijeron:
“¿Y tú, qué haces aquí?
Nosotros somos sigilosamente analfabetas.
Aprende a leer
para escribir sobre nosotros”.
Esto fue todo
lo que pude aprender. Era un idioma
hecho de viento y hojas secas.
Hay telas de araña
que ni el viento más tortuoso de la selva
destruye su área aérea.

Se ven hilos de luz caminando en las hojas
tan gratuitamente
que les cuesta trabajo caminar.

La vida de esa vida
nos mantiene jóvenes.

Los bodoques de lodo de los sapos
se lanzan al pantano.
Es la protesta del amanecer
por la fealdad de un objeto animado.

Un colibrí en la flor de su premura
saquea en un instante
la gota de un tesoro.

La selva tiene su propio cielo movedizo:
se pudre en ella la apoteosis
de las más solitarias soledades.
Lo verde que se pudre sin tristeza
y hace el color que nunca se había visto.

Mariposas inmóviles que ven volar el aire
y se alimentan príncipes de su propia belleza.
Puede un canto destruir aquel desorden
e implantar el silencio unos instantes
puesta en pie la batuta del jilguero.
Un mediodía en el Usumacinta,
hablé con mis amigos, entre el agua,
todos desnudos en la luz profunda.
Nacían y morían las palabras,
relatando la historia de la vida:
un pueblo, un hombre, realidad plantada,
monumental, sonora, repartida,
piedra y palabra con la flor y la muerte,
calendáricamente organizadas.
En la seda desnuda de las aguas,
dejó el tiempo una flor inolvidable.

Palpita en mí, con su soberanía,
el bosque, hijo del agua y de la luz.
Creo que en cualquier parte del poema
esto que estoy diciendo soy yo mismo.
Yo, desollado, rejuvenecido,
cada vez que los días dan la hora.
De las raíces sube hasta mis ojos
el vigor permanente de la ausencia.

No hay crimen: sólo voluntad de vivir
dentro de la simetría de cada uno.
La flor, el fruto, el insecto, el pájaro, las víboras, la fiera,
y esos colores, húmedos
guantes de algunos árboles,
y la luz de un instante que el viento hace posible.

Y un flautín en la tarde
que enriquece invisibles amarillos,
y el piano de rumores entre un rugido y otro,
y el silencio
que dirige la orquesta de la selva.
Geometría en el aire de la araña.
Saber. Pensar. Hacer. Destruir. Pasar.
Y el mono,
hombre feliz y arriba siempre.

A ciertas horas se marchita el tiempo,
categóricamente liquidado:
unas cuantas gotas
en unas cuantas hojas.
Tanto glóbulo rojo que se pinta de verde
hace vegetariano al tiempo mismo.

No nos iremos sin decir buenos días
al clarín de la selva que improvisa sus luces.
Oírlo cantar es tener en las manos

un collar de esmeraldas y rubíes.
Es el gorjeo del agua
con los colores de un paraje íntimo.
Hay pájaros que huyen de las flores
por no quedarse como ellas...

El bosque es el oído cósmico
que registra el hacer de las hormigas.

Cuando cae una hoja
se vuelve de metal la indiferencia.
La indiferencia de las hojas secas.
Desde una fecha, acaso inexistente,
huele la soledad a cosa activa,
al invisible coito de la vida,
floreciente,
desde siempre.

El gran tambor del viento
que antecede a la lluvia,
en cuyas vidrierías los instantes
cierran la boca a todo comentario,
el gran tambor del viento
perfora los oídos de la atmósfera
y se queda colgando de un cartílago.

A esos momentos,
la dinámica furia de los átomos
pierde velocidad. ¡La Poesía!

Reina del Reino Vegetal, la cifra uno
entre los mil millones del ambiente.

Yo te saludo, bosque,
desde la incomodidad de mi impericia.
Tú eres
lo que yo hubiera querido ser:

horizontalmente lejos del mar:
verticalmente junto a ti.

El drama de la vida se hizo para verse,
no para ocultarse.

Absórbeme Dilátame. Dilúyeme.
Pintor y músico,
con remolinos en el corazón:
el sueño de servir a todo el mundo
y el lujo de pobreza que hay en mí.

Víctima del fuego y de la tierra,
náufrago sin el agua ni el espacio.

Yo sé que sí me espera la esperanza,
contra toda destrucción voy hacia ella.

Puesta en servicio el alma,
tanta potencia corporal construye
su propia decadencia.

En un claro del bosque un charco pudre
la caída de un genio vegetal.
Un brazo seco
muestra el trabajo túnel del quetzal.

Y en noches luminosas,
la brisa huésped de la madrugada
agita con la yema de sus dedos
el verdeoro caudal de aquellas plumas,
retoño volador del árbol muerto.

Lomas de Chapultepec
Pascua de Navidad de 1973

sábado, 1 de octubre de 2016

Aún hoy de Shane Koyckan



Cuando era un niño
pensaba que los golpes de karate
y las chuletas de cerdo
eran lo mismo
Pensaba que karate y chuleta eran lo mismo
y como mi abuela pensó que eso era lindo
y porque las chuletas eran mis favoritas
me dejó seguir llamándolas karate.

No era algo tan importante.

Un día
antes de entender que los gorditos
no están diseñados para subir árboles,
me caí de un árbol
y en el costado derecho me hice un moretón.

No quise decirle nada a mi abuela
pensé que me regañaría
porque tenía miedo a que me regañara
por estar jugando donde no debía.

Unos días más tarde, mi profesor de deportes
notó el moretón en mi costado
y me envió a la oficina del director
pero de allí me llevaron a una oficinita
con una señorita dulce y amable
que me preguntaba cosas
acerca de mi vida en casa.

No le iba a mentir,
porque según mi entendimiento
mi vida era buena y bonita.
Le dije: cuando me pongo triste
mi abuelita me hace karate.

Se abrió una gran investigación,
me llevaron de mi casa por tres días
hasta que al fin decidieron preguntar
cómo me hice el moretón en mi costado.

Esta tonta historia se regó por la escuela
y así me dieron mi primer apodo.
No fue karate, fue chuleta.

Aún hoy
odio las chuletas.

No soy el único niño que tuvo que crecer así,
rodeado por gente que decía
que son sólo palabras, no piedras ni palos.
Como si ser apaleados
doliera más que los insultos.
Y fueron muchos insultos y apodos,
tantos que de verdad creímos
que nadie se enamoraría nunca de nosotros,
que estaríamos solos para siempre
que nunca encontraríamos a alguien
que nos hiciera sentir que fabricó el sol para nosotros,
para curar las heridas de nuestras tristezas.
En su lugar, tratamos de vaciarnos
para no sentir nada, aislarnos.
No me digan que eso duele menos que ser apaleado
que una vida de aislamiento
es algo los cirujanos pueden operar
que la depresión no puede hacer metástasis
porque sí puede.

Ella tenía ocho años
iba en tercer grado, era nuestro primer día
cuando le dijeron fea.
A los dos nos pusieron al fondo de la clase
para evitarnos proyectiles de papel y saliva,
pero los pasillos de la escuela eran un campo de batalla
donde éramos la minoría abusada cada maldito día.
Nos quedábamos en el salón para el receso
porque afuera era peor:
afuera tuvimos que ensayar correr para escapar
o aprender a permanecer quietos como las estatuas,
a no estar.
En quinto grado pusieron un cartel en su escritorio
que decía "cuidado con el perro".

Aún hoy,
a pesar de que un hombre la ama,
ella no se siente hermosa
porque tiene un lunar
que ocupa menos de la mitad de su cara.
Otros niños decían que parecía una respuesta errada
que alguien intentó borrar del pizarrón
pero no pudo.
Esos niños no entenderán
que ella cría a dos hijos
cuya definición de belleza
comienza con la palabra mamá
porque pueden ver su corazón
antes que su piel,
porque ella siempre ha sido maravillosa.

Él era un rama quebrada,
injertada en un árbol de familia distinto:
adoptado no porque sus padres optaron por un destino distinto.
Tenía tres años cuando se convirtió en un cóctel
de una parte de abandono
y dos partes de tragedia.
En octavo grado comenzó terapia.
Se hizo una personalidad a punta de pruebas y de pastillas.
Vivía como si pudiera ahogarse en un vaso,
como si un escalón fuera un barranco.
Él era cuatro quintos de suicidio,
un vendaval de antidepresivos
y una adolescencia de ser llamado pastillero,
1%  por las pastillas
y 99% por la crueldad.
Intentó matarse en décimo grado,
cuando un niño que podía ir a casa con mamá y papá
tuvo la osadía a decirle que lo superara, 
como si la depresión fuera algo que puede ser remediado
por lo primero que encuentras en un kit de primeros auxilios.

Aún hoy,
él es una bomba de tiempo andante.
Podría describirte con detalle cómo el horizonte desaparece
en los segundos que dura la caída libre.
Y a pesar de tener un ejército de amigos
que le dicen que él es su inspiración,
él sigue siendo una conversación entre gente
que no puede entender.
A veces, estar libres de drogas
tiene menos que ver con la adicción
y más que ver con la cordura.

No fuimos los únicos niños que crecieron así.
Aún hoy,
todavía hay niños con crueles sobrenombres,
los clásicos eran:
mira, estúpido
mira, retardado.
Parece que cada escuela tiene un arsenal de sobrenombres
que se actualiza cada año.
Y si un niño cae en una escuela
y nadie alrededor elige escucharlo
¿hace un sonido?
¿son apenas el ruido de fondo
de una canción que se repite
cuando la gente dice cosas como
"los niños pueden ser crueles"?
Cada escuela es como una gran carpa de circo
y lo que nos decían y aún nos dicen,
desde los acróbatas a los domadores de leones,
desde los payasos a los malabaristas,
todos ellos estaban mucho más adelante que nosotros.
Éramos monstruos:
muchachos con manos de langosta y señoras barbudas,
rarezas
haciendo malabares con la depresión y la soledad,
jugando en solitario a la botellita
para tratar de besar nuestras heridas y sanar.
Pero en la noche,
mientras los demás duermen,
seguimos practicando en la cuerda floja.
Y sí
algunos de nosotros caímos,
pero quiero decirle a esos caídos
que toda esa mierda
es sólo escombros
que quedan cuando finalmente decidimos romper todas las cosas que pensamos
que éramos
y si no puedes ver nada hermoso en ti
consíguete un mejor espejo
mira más de cerca
quédate mirando un rato
porque hay algo dentro de ti
que te hizo seguir luchando
a pesar de todos los que querían que desistieras.
Le pusiste un yeso a tu corazón roto
y lo firmaste para ti
y escribiste
“NO TENÍAN RAZÓN”.
Porque quizá no perteneciste a un grupo o a una banda,
quizá siempre te escogieron al último para el basket y todo lo demás,
quizá te tocó tener moretones y dientes rotos
para mostrar y decir, pero no dijiste nada
porque ¿cómo tomar terreno
si todos quieren enterrarnos?
Tenemos que creer que no tenían razón
que estaban equivocados,
¿por qué estaríamos aquí si no fuera así?
Crecimos y aprendimos a animar al oprimido
porque nos vemos reflejados en ellos,
provenimos una raíz plantada en la creencia de
que no somos lo que nos decían.
No somos esos carros vacíos abandonados a un lado de la carretera
y si de alguna manera lo somos,
no te preocupes,
sólo hay que salir a buscar algo de gasolina.
Nos graduamos de la carrera
A La Mierda Todos, Lo Logramos.
No a los ecos fatuos de voces que gritan
"los sobrenombres nunca te lastimarán"

Claro que sí,
me lastimaron.

Pero nuestras vidas siempre
continuarán siendo
un acto de equilibrio y balance,
que tiene menos que ver con el dolor
y mucho más que ver con la hermosura.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Los gatos de Jakobson (fragmento) de Malú Urriola



X

Hey, malú asume la vida de gato
que te toca saltar de techo en techo
porque ni siquiera un poco de sol
los hará volver
porque no nacimos para dar
pero tampoco para recibir
hay que asumir el costo
te estás chalando
nada te llena
y el hastío te agarra de espaldas
por eso le seguimos el juego
a los imbéciles
y corremos en esta carrera de equinos
de mala sangre
cuando el poeta canta su bar cécil
y Dios le guiña un ojo
y por el otro le cae un goterón de tinto
de aburrido tinto.
Hey, malú, nace una estrella
nadie quiere el nobel
pero se mueren de sólo pensarlo
los poetas se odian
toman juntos pero se odian
a quien le importa
que se maten
que se tengan pica hasta la muerte
total, de todas maneras
no tenemos quien nos abrace
porque los gatos se retiran de noche
quien sabe donde.
Hay que asumir, pendeja
que estás sola
que te bailas un rock
para quitarte las ganas -tú sabes de que-
porque de tanto perraje patriarcal trompeteado
estás hasta la tusa
y ellos siguen tirándose a partir
prejuiciados
amablemente discrepantes
hey, malú, una raja, que te importa
si ni siquiera encuentras algo que te importe
por eso callas y luego ríes
porque nadie te llena el hoyo;
ni el vino
ni los machitos
ni mirar sus traseros sin forma
no te queda más que caminar borracha
y llegar borracha a tu home
piedrita mendiga.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Verano




Pudiera yo tener un muchacho sensible
Con sangre nueva y caliente, los ojos bellos,
Empezar con él un verano sin mentiras
Quemar al sol, por fin, todas las poesías.

Gabriella Sica

martes, 30 de agosto de 2016

Poema partido de Evelyn Macario




A veces uno se cae y se parte.
Se parte la cara
la entraña
el sexo
hasta el rumbo se parte.

Entonces uno se levanta
con dos caras,
dos entrañas,
dos sexos y dos rumbos.

Las mitades confundidas
retoman el paso
pero hay un solo camino
porque éste no se parte.

martes, 23 de agosto de 2016

Clase de cocina de Soledad Álvarez




Atrancarle la piel a la cebolla.
Desafiante
sobre la tabla de cocina
como en el poema
la palabra.
Atravesar sus capas tiernas,
su rojiza esfera;
llegar a su rotundo henchido corazón
a su poso de cristal
a su médula.
Pero no con el cuchillo
—por el filo el corte—
no con el ajeno utensilio y la pericia.
Con las manos tendré que desgajarla
con las uñas escarbar su carnadura,
y lloraré incontenibles lágrimas
y su sabor será mi sabor
y su olor agrio mi marca.

miércoles, 27 de julio de 2016

Dos poemas de Mariana Orantes




AUTORRETRATO

Ésta que ves aquí
Creció en un patio de cemento
                                           con un perro faldero y malcriado

Fue educada en una cocina llena de tías

La mesa cubierta con un mantel limpio como centro del universo

Y los amigos alegres permanecían vivos en sus casas

Casas ahora edificadas en el vientre de no sé qué ser inmundo

Que espera devorar a sus hijos

Como devoró a ese de la esquina que un día
                                                                    sin querer me empujó

Y vi sus ojos cargados de ardientes llamas

Como quien tiene la esperanza prendida al cuello

Y lo ahorca y lo aprieta y casi lo mata

Casi, pero no.



UNA MUJER DESPERTÓ UNA MAÑANA

Si un día llega la muerte
No llegará como un ángel
Ni en mi costado hundirá su espada ardiente
Será algo más sencillo
La muerte vendrá

En las pequeñas cosas que duelen.





Estos poemas fueron extraídos de la antología "Viejas Brujas".

sábado, 11 de junio de 2016

Dolores de parto de Akiko Yosano




Ahora estoy enferma.
Estoy en mi cuerpo enfermo.
Silenciosa y con los ojos abiertos,
yazgo en el lecho de parto.

¿Por qué yo, tan habituada
a la cercanía de la muerte,
al dolor y la sangre
y el grito;
tiemblo ahora con temor,
incontrolablemente?

Un doctor joven y amable
trató de calmarme,
me habló de la alegría de dar a luz.
Pero, mientras yo domine esta materia,
¿de qué sirve su parloteo?

El conocimiento no es la realidad.
La experiencia pertenece al pasado.
Quienes carezcan de inmediatez,
guarden silencio.
Quienes observen,
se contenten con observar.

Estoy a solas.
Total y enteramente sola,
mordiéndome los labios,
con el cuerpo rígido,
esperando lo inexorable.

Hay sólo una verdad.
Debo dar a luz a un niño.
La verdad proviene de mi interior.
No es buena ni mala, solamente real.
No hay falsedad en ella.

Con la primera contracción,
el sol palidece repentinamente.
El mundo tan indiferente
se torna extrañamente tranquilo.
Estoy sola.
Estoy en la soledad.




Nota: Intenté traducir este poema de una raquítica traducción en inglés que encontré. Hay traducciones más bellas pero de las que sólo publican pedazos en internet, ojalá alguien que tenga una traducción de Alberto Girri, comparta este poema que también se titula "Primeros dolores de parto".



viernes, 13 de mayo de 2016

Un poema de María Wine




Abandonada por su pie
queda la huella sola
con su vacío interrogante.
Tú puedes verla en todas partes:
En el bosque
en los caminos rurales
en los senderos nevados
o congelada en el hielo.
En todas partes llama tu atención
Se te presenta con su leve profundidad
De oscuridad y vacío.
Me da pena de la huella
que añora su pie
porque ningún pie añora
volver a su huella.


Tomado de la antología de poesía Emma Gunst.

martes, 10 de mayo de 2016

La medida de mi madre de Begoña Abad



Mi padre, a estas alturas,
escribe sus memorias
y yo pienso que cuando falte
no querré leerlas
por si acaso descubro
que no nos hemos conocido nunca.



No sé si te lo he dicho:
mi madre es pequeña
y tiene que ponerse de puntillas
para besarme.
Hace años yo me empinaba,
supongo, para robarle un beso.
Nos hemos pasado la vida
estirándonos y agachándonos
para buscar la medida exacta
donde poder querernos.



Mi madre no recuerda el nombre de su madre.
Ha olvidado el camino de regreso a la vida,
no sabe usar el peine, ni la cuchara,
se pone, casi siempre, la chaqueta al revés
y revuelve los cajones en su memoria,
pero siempre sonríe al escuchar mi nombre.

Mi madre no recuerda si tuvo algún amante,
si ha viajado muy lejos, si ha perdido algún tren,
dónde están sus anillos, si alguna vez fue guapa,
que le gustaba tanto el Chinchón y el café,
que las letras unidas tienen significado
y que el perro que amaba nos dejó ya hace un mes.

Mi madre me recuerda, sin amargura,
lo que yo he olvidado tan tontamente,
la oración de su abuela que me dormía
las canciones de cuna que me cantaba,
y unas romanzas moras que, en letanía,
desgrana mirando por la ventana.

Mi madre y yo sujetamos recuerdos olvidados
como podemos, a veces con dolor,
otras con risas, siempre con esperanza.



Sin acto de amor que me conciba,
sin madre que me espere,
sin saber para qué,
sigo empeñada en nacer
a cualquier hora,
de cualquier manera,
por olvidarme de los días
en los que nacía muerta
o en los que me moría
de a poquitos silenciosos.
Nacerme a cada paso
aunque sea de nalgas
y con dos vueltas de cordón
enrollado en el alma,
nacerme y respirarte...



Quiero que me comprendas,
abro el baúl de las palabras,
busco las que aprendiste de niño,
las más sencillas, las de diario,
¿recuerdas? "Mi mamá me ama".




La mano hábil desbroza,
sabia con los años
se mueve con destreza.
Arranca sin remisión
las peores hierbas.
Vuelve a repasar,
surco a surco,
titubea, se detiene, duda,
pero vuelve a desbrozar.
Teme haber arrancado,
en alguna ocasión,
un brote delicado que no vio,
que no reconoció,
porque el cansancio ciega.
Regresa, cada día más sabia,
al surco que conoce,
camina por él,
observa más despacio
y a la destreza,
a la sabiduría,
añade ahora la piedad.




Me preñaste de palabras
ojalá los hijos que nazcan
tengan tus ojos, tu mirada.
El abultado vientre se parece
a un globo terráqueo
en el que habitarán
los poemas que tú me escribiste.
Continuo caminando,
he decidido seguirte,
me transformo en tu sombra,
una sombra de abultado vientre
que rompa las leyes de la física.
He decidido que el hijo que nazca
compita sólo en el arte de amar
y le pondré tu nombre
y he decidido que inventaré un mundo,
un lugar con sol y agua,
sonde reine el silencio,
donde pueda llevarte conmigo
sin que nadie nos mire.
Cuando nazca lo hará entre dos luces,
la tuya y la mía,
entre dos brazos,
entre líneas,
intercalado,
entre besos
y versos.
Preñada de palabras me tienes.

lunes, 9 de mayo de 2016

Crónica de mí misma de Matilde Alba Swann




Y querer merecerme; de veras merecerme.
Revisar mis dispersas escrituras,
mi palabra, revisarme el sollozo,
la garganta,
auscultarme el latido, desollarme,
revisarme las venas, las arterias.
todo el complejo existencial
que asumo.
Revisar mi conducta, mis proyectos,
lo soñado, ensoñado,
lo vivido,
conformarme de nuevo, aun no inscripta,
sin visión, sin recuerdo, sin mentiras,
sin verdades ocultas, temerosas,
sin impulsos,
sin deserción, sin este yo
impreciso.
Revisarme hasta el fondo, descifrarme,
prenderme, saberme, perdonarme,
tanto pude y no hice,
tanto hice febril
a manotazos,
en apremio suicida, lograr algo, dejar
algo, quedarme allí incrustada,
en la trama inicial, impenetrable,
indestructible, quedar, estar,
ser siempre,
y vencer de la muerte,
y de la vida.
Permanecer y ser, por solo acto
de ingerencia en un sino
de criatura.
Despedacé mi carne, carne mía, fatigada
de esfuerzo y sinsabores, me derramé, me di,
me hice guiñapo; al costado de holgura,
fui miseria.
Quise tanto y a tantos, y la tierra,
ese soplo de polvo que me aguarda,
y mi aventura batalladora hecha
de timidez, de inermidad
y miedo.
Estos árboles rudos que me vencen
la mirada, cada vez menos útil, y esta noche
que circunda mis noches y me azuza y me manda
no dormir, y pensar, y sentir frío,
y volver al dolor que hice a un costado.
Yo debo revisarme desde el antes,
descubrir el motivo, causa, impulso, la razón,
el por qué, y el hacia adónde, y el por qué
del por qué de la pregunta.
Ascender la montaña hacia la cima,
y mirarme, un abismo,
en el abismo, y elevarme al azul
por propio esfuerzo apoyándome en mí,
envolviéndome en mí,
desde mí misma,
tirar de mí hacia arriba; tocar siquiera
una sola estrella, una sola, o su fulgor
siquiera, o siquiera seguirla
desnudando
mi vergüenza a su luz. Esta corteza,
que resquebraja
cada vez que pienso,
y estas raíces que me petrifican
bajo la inercia de un planeta
muerto.
Quiero salir maleza a herir caminos,
y punzarme de heridas, ser, de pronto,
este mundo y un próximo intuido,
y recordar, de pronto, un otro antiguo
mundo en seres golpeados que lloraron
mucho antes de mí, y que derramaron
en mi llanto de hoy, su sal y acíbar.
Ser el ánfora quieta de una ignota,
milenaria mansión
sin nada dentro,
y esperando.
Un océano en peces y vitrales, y en suicidas
y barcos milenarios; ser la orilla, el camino
sobre el agua, ser la brújula, el sol rojo
de noche y el marinero que perdió la novia,
la llegada y el puerto, abigarradas
multitudes ruidosas,
y en mí, nadie.
Asomarme a la ardiente boca ígnea
de un volcán que despierta en el incendio,
y saber que soy fuego y quemadura,
que la lava soy yo,
descascarando;
desnudada, sentirme leña al rojo, derramado
mineral,
embistiendo la ladera, burbujeante y hervida.
Merecerme, de veras merecerme;
en cuclillas orar, sin darme cuenta,
porque quiera la entraña de mi madre,
exhalarme a la luz, y ser pequeña,
respirar, prometer, ser la esperanza
para alguien, sin nada más que el hilo,
que amenaza romper de una esperanza.
Merecerme de veras; ya retorno
del altar y del lodo, del sollozo,
del gemido y del canto, de mi propio
funeral, y me escucho como corro
anhelante y jadeante
a mi bautismo.

sábado, 7 de mayo de 2016

La mazorca de Rubén Bonifaz Nuño





Eclipse prenatal, escudo
contra el ojo del sol, herrumbre amarga
comedora de labios.

Y frente a rente, mi palabra
bien dada, mis maneras de pelado,
aunque me hagan sufrir, y mi agua fría
para bebérmela de madrugada.

Pues en verdad bien poco que tenemos:
nos calentamos apenas, nuestra cara
hacemos un momento, y nos lo vuelan
todo: la casa pobre, la morada
polvorienta del pobre; la cazuela.

Perdido su gobierno, su nobleza,
su oficio de señor, queda extranjero
el pobre, y sin paredes. Mi costado,
mi fraterna mazorca, mi familia.

Y entonces, ¿por qué lado,
a qué nopal me acojo, con qué espinas
me coso el alma al hueso, y en qué chile
me curto el corazón para mañana?

Prueba mi espejo su raíz, y calla
su máscara, y se mira desde el fondo,
en una calavera, la enjoyada
sal llameante en gotas, la lujuria
y el ademán metido de los ojos.

Y digo: mundo, cueva, mi agua firme;
mundo de gemas rojas, fruta roja
en capullo de agujas, mi biznaga.

Yo digo: lengua, piel de olor, alegradora,
o muslos rojos, cómplice, adyacente,
o mundo boqueando; fuego
para achicar la noche cuando aprieta.

Y frente a frente, desde el esqueleto
medular de los huesos, resollando,
mi condición de macho. Al fin que andamos
en lugar peligroso, y nadie olvida.

Donde empieza el que canta, y bien conocen
todos el canto. Bien lo saben.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Retrato del artista decrépito de Ramón Rodríguez




Damas y caballeros
me considero
sin pruritos de falaz modestia
el máximo matador de cucarachas
que opera en el centro de Veracruz
pero oíd bien por favor
no afirmo de ninguna manera
que yo sea el eminente matador de cucarachas
de todo Veracruz
pues no soportaría
que me saliera al paso alguno por allí
aclarándome no sin malsano regocijo
que por ejemplo en Tuxpan o en las Choapas
o peor aún que en algún pueblo furris
alejado muchos kilómetros de Xalapa
mas nunca de su corazón
existe un habitante
que ha validado con creces mis hazañas.

Mi modalidad o técnica es sencilla
no se trata por supuesto de aplastar
dejando un rastro de sustancias viscosas
regadas por doquier
ni de andar dando zapatazos
ni de usar diarios mundos crónicas
soles gráficos políticas o dictámenes enrollados
ni mucho menos efluvios tóxicos
que deterioran al ambiente
basta un certero y vertiginoso golpe con el índice
en el lugar preciso
en donde localizaríamos
el cerebelo de la cucaracha
si ésta lo tuviere

Sin embargo
reconozco que el pulso y la vista
me irán fallando imperceptible pero fatalmente
cuando llegue un amanecer cualquiera
y la guitarra esté tendida
en silencio sobre la mesa
me iré solo por un camino de alguna estación
haciendo sonar con mis botines
el pedregullo a la orilla de un río
dirán entonces
le tenemos mucho cariño a este hombre
por ejemplo más que a un billete de veinte dólares
vaya inclusive
más que a un compacto cochecillo japonés
era el mejor de todos
era el mejor de todos
por supuesto
por supuesto
aunque fuera sólo en el centro
de Veracruz.

miércoles, 20 de abril de 2016

Algún día de Ana Istarú


Algún día
algún misterioso día húmedo
me volcaré en mí misma para siempre,
y no podrá nadie llamarme
por mi nombre,
porque seré un encierro de paz,
único y eterno.
Algún día húmedo,
con el sello infinito de dos palabras:
no volveré.
Y la vida abierta y dolorosa
bajará rodando por las gradas.



martes, 19 de abril de 2016

Escrito en el polvo de Luis Alberto Arellano

Victoria Clare Gray


Caminamos oscuros por el bosque
Atrás quedó el campamento donde
todos bailan y ríen junto al fuego.
En un claro encontramos un grupo grande de luciérnagas.
Sus cuerpos encienden y apagan un ritmo
pausado que parece un mensaje a los cielos.
Mi hijo grita y señala el abrasarse,
como teas al viento, de los bichos.
Parece que los cuerpos interrogan a las estrellas
por el paradero de Dios.
Algo urge que le comuniquen.
La noche nada responde.
Sólo el croar de algunas ranas
y el parloteo inútil de las aves en la enramada.
El aire sabe a sal como una lágrima.
Amenaza lluvia y la inminencia todo lo cubre.
La mano de mi hijo en mi mano
me salva del mudo abandono de las estrellas.



Material tomado de Poesía Mexa Archivo de poesía (1940-2016).

domingo, 17 de abril de 2016

Memoria de la noche de Juan Carlos Mestre





Esta noche y no en otra noche más cercana o desnuda
voy a empezar a vivir
es que ha pasado un hombre alto como un eucalipto
y no soy yo
cuando pregunta por el dueño de las carnicerías
y entonces entra y clausura todas las sangres
y los clamores del mundo mugen tan gozosos
ya de la vida toda y de la muerte ninguna.
Esta noche y no en otra noche más doliente o profunda
voy a empezar a nacer
es que ha pasado un niño con más fusiles que risas
y no soy yo
cuando pregunta por el dueño del hambre
y la esperanza general de la tierra se conmueve
ya de venganza o de ira.
Esta noche y no en otra noche más triste y obscura
voy a empezar a creer
es que ha pasado una mujer parecida a mi madre
y yo también soy
cuando pregunta por mí y yo me reconozco
ya de dolor o vergüenza.
Esta noche y no en otra noche más cruel o suicida
voy a empezar a morir
es que me ha saludado el que me odia
y no soy yo
cuando pregunta mi oficio terrible de dulzura
y ya una bala me sueña.

Esta noche y no en otra noche más deseada y querida
voy a empezar a cantar
es que el silencio recorre mis cosas
y no soy yo
cuando se callan en el miedo las estrellas
ya sentencia o castigo.
Esta noche y no en otra noche más ciega y oculta
voy a aparecer de repente
es que a tantos han ido reduciendo a la sombra
que ni soy yo
cuando estábamos todos y ahora no existes
ya desolación y miseria.
Esta noche y no en otra noche más bella y sentida
voy a preguntar por el pan
es que ha pasado la muerte toda encendida de trigo
y no soy yo
cuando responde la lluvia cayendo en la nada
ya paciencia o trabajo.
Esta noche y no en otra noche más incierta o mentira
voy a confesarme del miedo
es que han encendido una hoguera
y soy también en la llama
cuando arde el deseo prohibido
ya diferencia o pecado.
Esta noche y no en otra noche más confiada y amiga
voy a rendirme con pena
es que una caricia me acusa
y no soy yo
cuando apuntan mi nombre en el aire
ya condenado o alegre.
Esta noche y no en otra noche más fría o ajena
voy a marcharme hacia siempre
es que nunca la muerte termina
y no soy yo
cuando maltratan el beso con ira
ya religión o fracaso.

Esta noche y no en otra noche más noche y eterna
voy a pensar que respiro
es que una palabra se ahoga en un libro
y no soy yo
cuando aplauden lo horrible del mundo
ya consagración o veneno.
Esta noche y no en otra noche más desolada y perdida
voy a escribir al tirano
es que pasa mi abuela con flores, con vida
y no soy yo
cuando llora vacía ante el cielo
ya letanía o milagro.
Esta noche y no en otra noche más escondida y lejana
voy a quedarme contigo
es que ocurre un monstruo en las selvas del alma
y no soy yo
cuando claman heridas y heridas
ya gobiernos o leyes.
Esta noche y todas las noches del día
voy a decirte mi amiga culpable
es que está pasando la vida
y yo no soy
cuando un hombre se sienta y nos habla
ya destrucción o poesía.

jueves, 31 de marzo de 2016

Dormir y despertar





Como no era capaz de comprender
una cosa sin la otra, y tú tampoco,
pensé que hacíamos una buena pareja.
Nos confesamos
el uno al otro nuestro más oscuro
secreto: que existíamos...
Pero eso fue en la noche y oh, al alba,
qué visión tan terrible:
desperté, mi cabeza junto a ti,
tú, el rubio, el almiar, el trigo.
Y pensé: Señor,
yo qué clase de pan
voy a ser,
y quién lo comerá.

Nichita Stanescu