jueves, 22 de julio de 2021

Canción de amor y pena de Yehuda Amichai

Mariana Motoko



Mientras estuvimos juntos

fuimos un par de tijeras provechoso.


Después de separarnos

éramos nuevamente un par de cuchillas afiladas

clavadas en el cuerpo del mundo

cada una en su propio lugar. 

domingo, 18 de julio de 2021

Un poema de Tilsa Otta

Gemma Capdevila

 


Uno sabe dónde debe estar

             como el mar
estás aquí
                           y luego               allá
      te acercas                                              te alejas
                                                                                                      abrazas
             y sueltas
creces                                    como                                el                                  mar
                                                              que empezó
             como una persona
sola

 

 


Hojas en llamas de Louise Glück


Las hojas muertas atrapan el fuego rápidamente

y también así se queman, en poco tiempo

cambian de ser algo a ser nada.


Mediodía. El cielo impasible, azul,

bajo el fuego, hay tierra gris. 


Qué pronto desaparece todo, qué rápido

el humo se aclara. 

Y donde había una pila de hojas,

surge un vacío que de pronto parece vasto. 


Cruzando el camino, un chico está mirando.

Permanece largo rato viendo las hojas arder. 

Tal vez así es como descubres que la tierra está muerta,

al incendiarse.

domingo, 11 de julio de 2021

Un poema de Bob Hicok






Mi mano izquierda vivirá más tiempo que la derecha.
Los ríos de mis palmas me lo dicen.
Nunca discutas con ríos. 
Nunca esperes que sus vidas terminen juntas.
Pienso que rezando, aplaudiendo es como las manos lloran. 
Y pienso que esperar y quedarse  hasta que las pinturas suspiren es ciencia.  
En otra dimensión esto es exactamente lo que está pasando.
Es sobre lo que escriben las subvenciones: la cromodinámica de los silbadores tristes, 
la audible pena y la decadencia beta del Viejo Puente de Battersea. 
Me gusta la idea de lo diferente
allí y en otros lugares, un Idaho conocido por su pasto azul, un Bronx donde las personas
hablan con perfume a violetas. 
Tal vez, estoy en un lugar paciente, de alguna manera
amable, tal vez en el rincón
de un universo paralelo donde nunca profané ni traicioné a alguien. 
Aquí tengo dos manos y están desapareciendo
el hueco de tu espalda contra el cual descansa mi barbilla,
tu voz y un poco más que mi asiduo miedo a acariciar.
Mis manos están enredadas como una telaraña deshecha por el viento,
como si apretaran algo en el útero pero no pueden aguantar. 
Uno de esos otros mundos o una vida que sentí
pasar a través de la mía, o el océano al interior del vientre de mi madre
que extrajo en un grito. Aquí cuando digo "No quiero estar sin ti nunca"
en algún otro lugar también digo "No quiero estar contigo otra vez". 
Y cuando te toco en cada uno de los lugares que conocemos,
en todas las vidas que somos, son con manos que están muriendo y resucitan.
Cuando no te toco es un error en alguna vida, en alguna parte y por siempre.