miércoles, 19 de febrero de 2014

Retorno de Electra (I)

Para poderte hablar
así, de frente,
tuve que echarme toda una vida
a llorar sobre tus huesos.
Tuve que desandar lo caminado
desnudando la piel de mi conciencia.
Para poderte hablar
tuve que volver a llenarme de aire
los pulmones.
Y cuidar que no se me encogieran las palabras
el corazón, los ojos,
porque aún se me deshacen de agua
si te nombro.
Ya me creció la voz. padre, patriarca,
viejo de barba azul y ojos de plomo.
Ya te puedo contar lo que ha pasado
desde que te fuiste.
Con tu muerte se quebrantaron todos los cimientos.
No me atreví a buscar
porque no habría
un roble con tu sombra y tu medida
que me cubriera de la llaga de sol en mi verano.
Uní la sangre que me diste a otra sangre.
Malherida,
borré la sombra del sexo entre los hombres
y me quedé vacía, a la intemperie.
Y no pude decir
hasta que se hizo carne de mi carne el amor
lo que era hallar la propia sombra, entregándose.
Después quise ubicarte en mí, te pesé,
te ultrajé, te lloré, medí tus actos,
di vuelta atrás,
y volví a caminar lo desandado.
Por eso puedo hablarte ahora, así,
porque entendí tu medida de gigante.


Enriqueta Ochoa

miércoles, 12 de febrero de 2014

A veces llora el hombre- Margarita Paz Paredes

A veces llora el hombre
su inútil, lenta vida,
su derrumbada voz en los abismos
donde se abaten cercenados sueños.

A veces llora el hombre
con desgarradas lágrimas de siglos,
como si fuera el último
superviviente náufrago del mundo,
que caminara solo entre cadáveres
de transparentes venas disecadas.

A veces llora el hombre
su viril crecimiento solitario,
su semilla injertada de granizo
estéril, deleznable,
llora su soledad
y el hijo de su llanto congelado.

Llora sus pasos de fantasma
sobre un aciago páramo de sombras.
Ya ni la misma tierra lo sostiene.
No lo tocan los dedos de la brisa.
Tiene sed, pero el agua se le escapa
por fracasos de súbitos cristales.

Se deslizan sus pasos en la nada
y un pavor infinito lo estremece
cuando se queda mudo y paralítico
en la hora nupcial de la poesía,
sin eco que responda a su amargura,
sin huellas que delatan su presencia,
su dolida presencia de abandono.

Porque el hombre está solo,
porque nadie sospecha
la dolorosa concepción de un hijo,
extraordinario, singular diamante,
casi gema de leche, casi aurora
en su nocturna entraña marinera.

A veces llora el hombre
porque se siente solo.
El hombre que debiera
sonreír de olvido,
cuando el mundo se olvida
de que el hombre ha llorado.

Pero cuando despiertan
milenarios diamantes
y ascienden a la vida
por claras madreselvas,
invadiendo la noche
de esmeraldas pequeñas,
al hombre de repente
le despiertan palabras
-lirios amanecidos-
y su invernal angustia
se cubre de campánulas
de vegetales ecos,
y sus brazos morados
por lentas soledades,
se le van envolviendo
de ingénitas presencias,

y la gema de leche
de su honda poesía,
le ilumina la entraña
sosegada del llanto.

Fluye de sus trémulas manos
el venero de plácidas angustias,
cuando siente nacer en su agonía
al hijo invertebrado.
Un filo adverso aniquila el lucero.

Torna a llorar el hombre
con desgarradas lágrimas de siglos,
y antes que el grito asombre
al silencio del alba,
agoniza en sus labios mortecinos
la canción infantil de la esperanza.

Se derrumba su voz en los abismo,
rueda por incontables
túneles de tinieblas
y se empoza en gargantas mutiladas.

Sube de las entrañas de la tierra
el lamento obstinado y delirante
que llega hasta el Creador y lo conturba
como en el día agorero
del parto inenarrable,
en que nació la luz, el agua, el viento,
y comenzó el oscuro, el desolado,
inagotable llanto de los hombres.


Margarita Paz Paredes

martes, 11 de febrero de 2014

Siempre

Siempre regresas.
Para ti no hay tiempo
ni tiene oscuros límites la tierra.
Siempre vuelves.
Y siempre estoy aquí, esperando tus manos,
llenándome de sueños como de lluvia un árbol.
No hay nada diferente. Todo es igual y puro
cuando vuelves.
No han pasado los días ni he sufrido. Estoy sola,
con el corazón limpio como una fuente nueva.
Tengo otra vez palabras y caminos
y contigo regresan la brisa y las estrellas.
Regresan las campanas y los pájaros,
me devuelves la música, el murmullo
de los ríos lejanos,
la claridad del monte,
la perfecta verdad de que te amo.

Maruja Vieira

sábado, 1 de febrero de 2014

Criatura Múltiple




Ni siquiera yo sé por qué me vive
la vida, este aluvión de torpes luces
en criaturas reunidas, aguas
que vienen a mezclarse al caudal mío...

¡Soy yo tantas mujeres en mí misma!
¡Están viviendo en mí tantas promesas,
tantas desolaciones y amarguras,
tanta verdad que no me pertenece!



Tengo la vida demasiado ciega
con recuerdos -¿de dónde?- que me agobian,
con nostalgias profundas -¿de qué cimas?-
¡Y mi voz, viene a veces tan lejos!

¿Qué estéril hembra honda me recorre
esta heredad vital que soy, gritando?
¿Qué mujer oscurísima y humilde
dispone en mí este sol para el consuelo?

¿Qué caminante altísima se cansa
de poblarse en la luz hacia la sombra
y se acoge al origen, a mi orilla,
junto a los dulces animales vivos?

¿Vengo de raza de mujeres tristes,
con todas las tristezas silenciadas,
o que callaron el susurro exacto
del amor, y me empujan a decirlo?

¿Quién me ha ordenado ineludiblemente
hablar con voz ajena a mi silencio,
presintiendo, crecida, o recordando,
existiendo a la vez de tantos modos?

Yo, múltiple, plural, amigos míos,
no soy nada. Soy todo. Soy aquélla
que se quejaba a Dios de no ser río
y ser mar, ser clamor y no palabra,
ser laberinto y no sencilla ruta,
ser colmena y no ser única abeja...

María Beneyto