sábado, 27 de septiembre de 2014

Las cosas



Se van yendo las cosas

en un ritual tranquilo.


No sé si desaparecen

o sólo cambian de lugar.

Sólo sé que son menos

las cosas y parecen perderse

alrededor de mí

en una neblina blanca.


Esa luz de la tarde las protege.


























                         
                                                          Los días se van llevando las cosas que he querido.

Con pasos secretos, a mi espalda

se desvanecen. Las cosas

que supuse que eran mías.


Y cada vez me siento 

más solo, pero más ligero.

Un emigrante, digamos,

que ha perdido su equipaje

pero no lo lamenta.



Creo que mi vida

ha sido un ir dejando cosas

extraviadas, inútiles

y queridas

en lugares que he olvidado.



Jorge Fernández Granados

domingo, 21 de septiembre de 2014

El erizo

EL ERIZO

El erizo despierta al fin en su nido de hojas secas,
y acuden a su memoria todas las palabras de su lengua,
que, contando los verbos, son poco más o menos veintisiete.

Luego piensa: El invierno ha terminado,
Soy un erizo, Dos águilas vuelan sobre mí;
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
¿En qué parte de la montaña os escondéis?
Ahí está el río, Es mi territorio, Tengo hambre.

Y vuelve a pensar: Es mi territorio, Tengo hambre,
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
¿En qué parte de la montaña os escondéis?

Sin embargo, permanece quieto, como una hoja seca más,
porque aún es mediodía, y una antigua ley
le prohibe las águilas, el sol y los cielos azules.

Pero anochece, desaparecen las águilas, y el erizo,
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
Desecha el río y sube por la falda de la montaña,
tan seguro de sus púas como pudo estarlo
un guerrero de su escudo, en Esparta o en Corinto;

Y de pronto atraviesa el límite, la línea
que separa la tierra y la hierba de la nueva carretera,
de un solo paso entra en su tiempo y el mío;
Y como su diccionario universal
no ha sido corregido ni aumentado
en estos últimos siete mil años,
no reconoce las luces de nuestro automóvil,
y ni siquiera se da cuenta de que va a morir.

Bernardo Atxaga

Yelena Bryksenkova

jueves, 4 de septiembre de 2014

Tanto he vivido sin haber vivido


La vida es un viaje experimental, hecho involuntariamente. Es un viaje del espíritu a través de la materia y, como es el espíritu quien viaja, es en él donde se vive. Hay, por eso, almas contemplativas que han vivido más intensa, más extensa, más tumultuosamente que otras que han vivido externas. El resultado lo es todo.

Lo que se ha sentido ha sido lo que se ha vivido. Uno se recoge de un sueño como de un trabajo visible. Nunca se ha vivido tanto como cuando se ha pensado mucho.

Quien está en el rincón de la sala baila con todos los bailarines. Lo ve todo y, porque lo ve todo, lo vive todo. Como todo, en suma y ultimidad, es una sensación nuestra, tanto vale el contacto con un cuerpo como su visión o, incluso, su simple recuerdo. Bailo, pues, cuando veo bailar. Digo, como el poeta inglés, al narrar que contemplaba, tumbado en la hierba, a tres segadores: «Un cuarto está segando, y ése soy yo».

Viene todo esto, que va dicho como va sentido, a propósito del gran cansancio, aparentemente sin causa, que ha descendido hoy súbitamente sobre mí. Estoy, no sólo cansado, sino amargado, y la amargura es también desconocida. Estoy, de tan angustiado, al borde del llanto —no de lágrimas que se lloran, sino que se reprimen, lágrimas de una enfermedad del alma, que no de un dolor sensible-.


¡Tanto he vivido sin haber vivido! ¡Tanto he pensado sin haber pensado! Pesan sobre mí mundos de violencias paradas, de aventuras tenidas sin movimiento.

Estoy harto de lo que nunca he tenido ni tendré, tedioso de dioses por existir. Llevo conmigo las heridas de todas las batallas que he evitado. Mi cuerpo muscular está molido del esfuerzo que no he pensado en hacer.

Empañado, mudo, nulo… El cielo alto es el de un verano muerto, imperfecto. Lo miro como si no estuviese allí. Duermo lo que pienso, estoy echado andando, sufro sin sentir. Mi gran nostalgia lo es de nada, es nada, como el cielo alto que no veo, y que estoy mirando impersonalmente.

Pessoa
Susan Sontag en su casa.