jueves, 24 de agosto de 2017

Tres poemas de Maricela Guerrero




RETRATO A LOS VEINTIDÓS

De mi mesma soy verdugo
y soy cárcel de mi mesma.

Juana de Asbaje


Me apalabré con algo más que con un hombre,
engaño colorido, digámoslo así, soy gramática:
y soy feliz.

En un abrir y cerrar de persianas
pestañas piernas redonda,
elemental;
con la más elemental de las cocottes de cualquier
época, singular simple
redonda como la más o menos Juana de Arco,
señorita de Avignon redonda
aunque cubista de ángulos convergentes y divergentes
las aguas de cualquier hidrografía hagiografía.
          Santa esquizofrénica, mártir confesa, abandonada
          nomás
para que me creciera otra virginidad más dulce
una ternura inusitada y palabras
sujetas a la noche, corriendo
detrás de las espumas y el color calor de un cuerpo
compañías gramaticales
semánticas corriendo por la
vida, sangre carne rosas;
        y mientras la Gracia me excita por elevarme a
        la esfera
redonda, donde el nombre converge y es sagrado,
digamos,
       gramática, las bodas con la palabra
       un adulterio de aguas mansas.




GALOPE

Viene de todas las muertes un rumor de espejos:
         perdimos un caballo naranja que hablaba de poesía
            y cultivos marinos,
         hace un tiempo:
         -de lo perdido lo hallado-
         él hablaba en naranja oruga pipa de opio the
            wonderland's alicia, dijimos,
mirando el techo mirándonos los pies y la sonrisa naranja
         en cortinas de humo, caballo naranja a galope de la
             locura -no Lorca, algo
más simple y más triste-
         cambiar cambiar de lugar, nadie de tonto sin
             sombrero, muchos no
cumpleaños se nos acumulan: cambiar cambiar cambiar de
         lugar y techos y pies
que las cortinas de humo desmenuzan cuando nos duele el
         sol por lo naranja, por
lo que se nos quita de la noche y su galope de espejos
         -y es hora de cuidarnos de nuestro hígado y de no
          jurar nombres en
vano-: cambiar cambiar cambiar de lugar a galope,
         a galope se desvanece el mar la noche el techo los
               pies y las palabras
naranjas, a galope: ráfagas perdidas naranjas de lo hallado
-de lo perdido: la sonrisa naranja y los sombreros.


CHARLES BUKOWSKI & THAT WOMAN

Y lo conocí.
Si lo conocí, y bueno, no le dije crápula, pero casi.
Y que me le voy encima,
a quitarle los puntitos negros, los barritos:
extraer celosamente esa sustancia blancuzca y deleznable,
dilatarme en la exprimidera, a veces en el coche,
el tianguis, la cocina y en medio de ese placer, coger.
Hasta que el hombre se quedó sin puntos que exprimir
y un poco sin mi amor.

Hallé los pelitos que salían de sus orejas,
de su nariz, los saqué uno a uno con las pinzas:
los arranqué, ¡qué sensación!
con las pincitas, hasta que se quedó sin pelitos.
¡Lástima! Pensé.
Sin barros ni pelitos.
Lo intenté, sí quise. Le sustraje
cerilla de la oreja...traté, pero no pude, amarlo.

Así que agarré mis garritas y me largué.
¡Qué hombre tan mezquino! ¡Tan sin sustancia! Pensé.

                                                                        Esa mujer*


*Este poema juega con un poema de Charles Bukowski titulado That woman.

Tomados de "De lo perdido, lo hallado", Práctica Mortal, CONACULTA.








sábado, 12 de agosto de 2017

Se distraía el viento de Enriqueta Ochoa




Al registro de mis días
sé que lo único vivido
se circunscribe a ti,
varón para mi amor,
varón para mi sed. 
Fructificaste en mi vientre
cuando el luto paterno más dolía.
Marruecos fue nuestro hogar primero.
Allá se distraía el viento,
entre los aromas de la mimosa y el azahar. 

Se inquietaba la noche
ante el ir y venir incansable
del mar contra los peñascos oxidados.
Se inquietaba la noche,
todo lo invadía un sabor de menta y sal.

Tus manos se deslizaban,
era como si mi piel infiltrara la tuya.
Crepitaban los leños en la chimenea,
serpenteaba la avidez,
la desesperación amorosa cuando tus labios
subían por mis muslos. 

Las llamas de la hoguera 
lamían suavemente los muros del fogón.
Estábamos en movimiento al compás de la música,
entonces, tú me dejabas hacer.
Era la palpitación universal del ritmo dentro de los cuerpos. 

A toda velocidad, incesante, 
el mar se estrellaba contra los acantilados
y caía desde la punta del grito desfallecido,
estirando en su espumoso fervor la piel de la arena. 

martes, 8 de agosto de 2017

El ángel custodio de no-sentir de Jorie Graham



Como donde sopla un viento.
Te lo puedo enseñar.
La forma de desesperación que llamamos “mundo”.
Un robo, sí, pero murmurador, lleno de miedo.
En el cual el “yo” es visto meramente como espécimen,
incompleto por ello, dotado en exceso,
maniobrado para librarse de precipitados
biológicos –hipótesis, humildades,
propensiones…
¿Quieres venir conmigo?
¿Sabes cómo se ven distancias en un paisaje?
Podemos emborronarlo. Podemos disolverlo
todo. ¿Conoces la edad previa?
¿El modo en que carece de forma hasta que el amor
la recorta? Degustamos el cariño crudo, taciturno, duradero,
hasta gastarlo, lo picoteamos, lo erosionamos, hasta hacerlo
desaparecer, el coraje liviano, el equipaje agujereado
en el que llevas de un sitio a otro
tus sueños traspasados de corrientes –sueños de formas, de
conciencias
en bisagras, todos entrelazados –sueño adelante –
la cadena que echaste está sonando,
aunque está hecha de aire, de menos, mira, por aquí
refleja, por aquí se curva
en espacio, por aquí se asemeja – rápido – sólo por una
milésima de segundo –a la felicidad – conjunto incorruptible –
qué relajante, tan real, un saliente sobre
la cascada – sucede con la música, cuando
escuchas –cuando intentas escuchar –
el aislamiento de lo exiguo, el tú en soledad,
un ínterin erizado de argumentos, ilusiones –
constituyen lesiones, se despliegan por una piel
desnuda, una ondulada extensión planetaria de piel humana,
no como la sensación de una presencia inadvertida,
no como – oh demolición de ola,
Estamos esperando a que suene el teléfono,
Estamos ocupados - ¿o no? – nos aferramos – las versiones
de la desolación que marcamos en listas, en
millas – la ola, aparece la ola
pero cuando se retira se encrespa en su borde
como paradero, la luz de la luna azota
en su rizo, repiquetea como inventario en su rizo,
la ola – despierta – la ola cuyos trozos
te daré si todavía piensas –
Pospón el día del debilitamiento,
deja que la barra de arena se alce a nuestras espaldas,
la cama servirá,
el salpicar de la textura, la sombra – manga con brocados
sobre la silla – el corredor de misterios
que denominas tu pelo – la mampostrería de tus
retrasos – pluma, tinta, papel – amigo mío,
mira la tinta, hunde los dedos por su cuello abierto,
pon la mano en el labio – así – hazlo otra vez, otra vez,
borda la boca, frota, exagera –
pequeñas formas en halo alrededor de los dientes,
el espejo en la pared lo muestra todo,
furioso, votivo –
oh, mira, el corazón pequeño
pronunciando, declamando, expulsando sus ceros negros,
crujientes, inaudibles.