lunes, 20 de abril de 2015

Loco de belleza

LOCO DE BELLEZA

Para decir un solo poema
uno solo
hay que estar loco de belleza
vivir y respirar
el aire especial que desvanece los pinos

Cuando ya rindieron su gracia
los aromos

Y las hormigas de la lluvia
transportan la noche
en paracaídas transparentes

Felipe Aldana

domingo, 19 de abril de 2015

Olga Arias: una poeta en el olvido

Tonteando en la red me topé con esta poeta nacida en Toluca pero que, por convicción propia, según la única nota de ella que hay en la red (una nota pésimamente escrita) se declaró duranguense y vivió en ese estado hasta su muerte. Poco se conoce de Olga Arias, al menos en la red se encuentran la nota ya mencionada y una biografía sucinta por parte del INBA en la que resumen todas sus publicaciones y logros. Lo otro que aparece en línea, es que bautizaron un premio estatal con su nombre y a un centro cultural, como suele suceder con muchos poetas mexicanos, la manera de recordarlos es ponerles su nombre a algo, sin que esto logre disimular en algún modo el vacío y la ignorancia respecto a su obra,

Foto: Archivo CNL-INBA
En fin, les comparto un poema suyo. Pueden leer una muestra de su obra en una compilación debida a Fredo Arias de la Canal y que, por fortuna, está disponible en línea.


ANCORA, XII

No obstante,
dramática contradicción,
la soledad me ahoga,
sus prisiones
me cercan como un cilicio,
que al herirme, me cubre
y se transmuta en mi epidermis.
Me he ido convirtiendo
en un monólogo frente al abismo
y sin embargo,
la palabra es mi salvación,
mi antorcha y mi horizonte,
con ella he construido 
la senda que recorro.
Su vuelo
me conduce a otros seres.
Es mi claraboya
por la que surge la claridad
y en la que aparecen
la codorniz y el viento.
Las hojas otoñales 
también la buscan
y de algún modo
mucho me dicen
con su sequedad de muerte.
Y así,
sincronizada a mi cárcel,
vivo un corro de sueños
que son todas las voces que me ocupan,
imágenes en espiga
que se reproducen
inventando con su danza
una red de planetas
y soy nuevamente
la que explora con el asombro vivo,
la que recorre rutas
y concibe senderos,
estupefacta de la creación
y fiel al áncora de sílabas,
más que al instrumento concertino,
mucho de ojo mágico
apenas fuente alucinante
y sin duda
yo misma acaso salva.

Olga Arias

De "Áncora", 1991.

miércoles, 8 de abril de 2015

21 [Cartas al Rey de la Cabina]

Querido Rey de la Cabina:

¿Por qué llamamos amor al amor?
Con lo que cuesta, con lo que duele,
con lo que tarda, con lo que arde,
con lo que falta, con lo que quema,
con lo que ausencia, con lo que tiene,
con lo que viene, con lo que ahueca,
con lo que silencia, con lo que canta,
con lo que arrulla, con lo que leche,
con lo que vibra, con lo que abraza,
con lo que olvida, con lo que vida,
con lo que pajarito, pajarito,
caracolito tan poco mío y de nadie.
Yo, que nunca te tendré.
Y aunque no te lleguen mis correos
te escribo,
y aunque no sepa si los lees,
te escribo.
Te escribía.

Porque voy a cerrar mi casilla, caracolito,
ya no voy a buscarte en los bares
de mi buzón de entrada,
ni en la esquina de cada mail.
Cuando una dice que se despide (lo siento ahora),
lo hace con la esperanza mágica de que...
lo hago,
con la esperanza mágica de que aparezcas,
o de que si yo corro el telón, habré sido yo,
y no tu silencio.
Por lo que es casi seguro que te busque unas veces más.
Pero ya cierro esta casilla que me cierra.
Voy a enterarme de qué trata la soledad, ahora,
y que el vacío de no tenerte, ni esperarte,
busque,
o me lleve,
o sea lo que sea.
Te amé, tanto, tanto.
Te amo, pero te amé.
Tanto.

Adiós en quien te conviertas.


Paloma

Luis María Pescetti.












viernes, 3 de abril de 2015

Poema inédito de Rubén Reches


Miro torvamente al cielo y te cubro
como un mendigo sus fósforos y su botella,
tiempo nuestro,
bosque resplandeciente del que la luz parece ya no querer huir,
precisa suma de las manos
que sin cesar trasladan agua y fuego entre tus árboles,
de los rostros que, entre tus paredes de casa infinita,
sueltan sin tregua músicas y bruma
-todos al fin y al cabo amables cántaros que sólo crecen fuera de la 
tierra,
que sólo sobre la tierra dan pupilas-,
amada caja de contables brillos y oscuridades,
jardín del instante en donde hay viejos y niños y mujeres con las que hacer sal,
luz, luz que rueda y que desnuda
o luz de las lámparas, más amiga de la voz,
tiempo nuestro, solamente nuestro,
tus costumbres son las únicas justas,
tus ciudades los supremos cofres,
tus piedras las más mudas y grises.
Jamás el universo se hallará mejor que hoy,
ni el sol pesará tan dulcemente sobre la tierra,
ni la madera estuvo así a punto de hablar,
ni duraron tanto las mariposas.
Sólo tu barro se habrá sabido negro,
sólo tus árboles habrán intentado temblar,
sólo tus flores habrán oído pisadas.
Ningún pájaro volará más ágilmente que esta lluvia
y ningún muerto pensó más que está sombra.
El débil país de todas tus palabras,
que no circunda de ningún rumor a la tierra,
hace como los otros que encendían fósforos contra el silencio,
pero se ilumina solo además con el viento.
Por vientos y perfumes y animales desvelados
siempre harán saber las noches más oscuras
que en su sótano frutas penden de ramas,
pero sólo de la tuya se habrá contado que bajó
ella misma junto a quien se confundía y asustaba
a avisarle: "¡Calma! ¡No somos los siglos esfumados!"
"¡Aquí palpo los volúmenes de oro!"
............................................................................................................
Pero nadie prepara tu defensa.
Tus vigías mendigos miran más de un instante al cielo y se duermen;
y se despiertan con la pereza de quien ha hablado con Alguien
que ya marchó sobre la hierba que cubrirá tus ciudades,
que oyó ruidos de insecto, tesoro que vas cayendo al pozo,
de cuando ya no haya pirata que te desentierre.



Rubén Reches (Buenos Aires, 1949)