miércoles, 3 de enero de 2018

VIII de E. E. Cummings




Cuando
yacemos juntos
mis pequeños senos se convierten en dos puntiagudas torres firmes y maravillosas, y
restriego ardorosamente el cariño de mi vientre contra ti

tus brazos son
jóvenes;
tus brazos me convencerán,hablando en completo silencio
sobre mi cuerpo
su esencial y leve lenguaje.

no te rías de mis muslos.

hay entre mis grandes piernas una animada ciudad
cuando me tocas
surge la Primavera en la ciudad; las calles se retuercen grácilmente,
es por tu causa; no las atemorices,
todas las casas se aprietan vigorosamente
cuando llegas:
y se alegran
cuando llenas de niños las calles de mi ciudad.

amor mío, eres una resplandeciente montaña que siente.
eres una empinada montaña una palpitante isla cuyas
vigorosas laderas descansan en ese yo que se estremece, que está
debajo de ti, en torno tuyo, eternamente: soy el mar que todo lo abarca.
Oh montaña, no puedes huir de mí
tus raíces están ancladas en mi silencio; así pues, Oh montaña,
asesina hábilmente mis pechos, ahora y siempre

te abrazaré solemnemente deslizándote dentro de mí.