miércoles, 12 de febrero de 2014

A veces llora el hombre- Margarita Paz Paredes

A veces llora el hombre
su inútil, lenta vida,
su derrumbada voz en los abismos
donde se abaten cercenados sueños.

A veces llora el hombre
con desgarradas lágrimas de siglos,
como si fuera el último
superviviente náufrago del mundo,
que caminara solo entre cadáveres
de transparentes venas disecadas.

A veces llora el hombre
su viril crecimiento solitario,
su semilla injertada de granizo
estéril, deleznable,
llora su soledad
y el hijo de su llanto congelado.

Llora sus pasos de fantasma
sobre un aciago páramo de sombras.
Ya ni la misma tierra lo sostiene.
No lo tocan los dedos de la brisa.
Tiene sed, pero el agua se le escapa
por fracasos de súbitos cristales.

Se deslizan sus pasos en la nada
y un pavor infinito lo estremece
cuando se queda mudo y paralítico
en la hora nupcial de la poesía,
sin eco que responda a su amargura,
sin huellas que delatan su presencia,
su dolida presencia de abandono.

Porque el hombre está solo,
porque nadie sospecha
la dolorosa concepción de un hijo,
extraordinario, singular diamante,
casi gema de leche, casi aurora
en su nocturna entraña marinera.

A veces llora el hombre
porque se siente solo.
El hombre que debiera
sonreír de olvido,
cuando el mundo se olvida
de que el hombre ha llorado.

Pero cuando despiertan
milenarios diamantes
y ascienden a la vida
por claras madreselvas,
invadiendo la noche
de esmeraldas pequeñas,
al hombre de repente
le despiertan palabras
-lirios amanecidos-
y su invernal angustia
se cubre de campánulas
de vegetales ecos,
y sus brazos morados
por lentas soledades,
se le van envolviendo
de ingénitas presencias,

y la gema de leche
de su honda poesía,
le ilumina la entraña
sosegada del llanto.

Fluye de sus trémulas manos
el venero de plácidas angustias,
cuando siente nacer en su agonía
al hijo invertebrado.
Un filo adverso aniquila el lucero.

Torna a llorar el hombre
con desgarradas lágrimas de siglos,
y antes que el grito asombre
al silencio del alba,
agoniza en sus labios mortecinos
la canción infantil de la esperanza.

Se derrumba su voz en los abismo,
rueda por incontables
túneles de tinieblas
y se empoza en gargantas mutiladas.

Sube de las entrañas de la tierra
el lamento obstinado y delirante
que llega hasta el Creador y lo conturba
como en el día agorero
del parto inenarrable,
en que nació la luz, el agua, el viento,
y comenzó el oscuro, el desolado,
inagotable llanto de los hombres.


Margarita Paz Paredes

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