viernes, 13 de junio de 2014

Canción de amor para tiempos difíciles

Difícil escribir te quiero con locura.
Hasta la misma médula. ¿Qué será de mis manos
si les roban la magia sonora de tu cuerpo?
Difícil. Muy difícil un poema de amor en estos tiempos.
Resulta que tú estás. Feroz en tu evidencia.
Resulta que yo estoy. Contrahecha. Acechante.
Y resulta que estamos.
La ley de gravedad no nos perdona.
Difícil es decir te quiero en estos tiempos.
Te quiero con urgencia.
Quiero hacer un aparte. Sin dudas y sin trampas.
Para decir te quiero. Así. Sencillamente.
Y que tu amor me salva del aullido nocturno
cuando loba demente la fiebre me arrebata.
No quiero que me duela la falta de ternura.
Pero amor. Qué difícil escribir que te quiero. Así.
Entre tanto gris. Tanta corcova junta.
Cómo puedo aspirar la transparencia.
Retomar esta voz tan desgastada.
Esta costumbre antigua para decir te quiero.
Así. Sencillamente. Antiguamente. Digo.
Si todo es tan difícil. Si duele tanto todo.

Si un hombre. Y otro hombre. Y luego otro. Y otro.
Destrozan los espacios donde el amor se guarda.
Si no fuera difícil. Difícil y tremendo.
Si no fuera imposible olvidar esta rabia.
Mi reloj. Su tic-tac. La ruta hacia el cadalso.
Mi sentencia ridícula con esta cuerda falsa.
Si no fuera difícil. Difícil y tremendo.
Plasmaría este verso con su cadencia cursi.
Si fuera así de simple escribir que te quiero.


María Elena Cruz Varela

viernes, 6 de junio de 2014

Adán y Eva



VII


-¿Qué es el canto de los pájaros, Adán?

-Son los pájaros mismos que se hacen aire. Cantar es derramarse en gotas de aire, en hilos de aire, temblar.

-Entonces los pájaros están maduros y se les cae la garganta en hojas, y sus hojas son suaves, penetrantes, a veces rápidas. ¿Por qué?, ¿por qué no estoy madura yo?

-Cuando estés madura te vas a desprender de ti misma, y lo que seas de fruta se alegrará, y lo que seas de rama quedará temblando. Entonces lo sabrás. El sol no te ha penetrado como al día, estás amaneciendo.

-Yo quiero cantar. Tengo un aire apretado, un aire de pájaro y de mí. Yo voy a cantar.

-Tú estás cantando siempre sin darte cuenta. Eres igual que el agua. Tampoco las piedras se dan cuenta, y su cal silenciosa se reúne y canta silenciosamente.




VIII


-Hace tres días salió Adán y no ha vuelto. Ay, yo era feliz, yo era feliz.

He tenido miedo, no he podido dormir.

Estoy sola, ¿por qué no regresa? Salí a buscarlo pero él no estaba, lo llamé. Me asusta la noche, ¿qué puedo hacer sin él? Todo es muy grande, muy largo, sin rumbo. Estoy perdida, rodeada de cosas extrañas. ¿Qué vas a encontrar?


Y Eva se ha quedado dormida. Y estaba dormida cuando llegó Adán.

Adán llegó cansado pero no descansó. Se puso a mirarla, y la estuvo mirando por primera vez.




Jaime Sabines

lunes, 2 de junio de 2014

2


De arpa y jaranas precedido,
hoy quiero vestirte de colores;
en paz porque te miro, y pienso
en tus ojos cuando me nombras
y en qué bonitas piernas tienes.

La boca me sabe como a flores
sólo con pensar en recordarte.

Y a procurarte vengo, amándote
sin presumirte de valiente
ni de joven; por el puro gusto
de consentirte, a saludarte.

Todo brilla como de milagro;
es como volar de madrugada,
ay mamá, y hallarte de repente
pintada de rosas y de estrellas.

Porque estoy bien del corazón;
porque me has dado de la copa
de quemadas mieles de tus ojos,
me acusan de borracho; porque
no puedo andar derecho, y canto
por sentirme a gusto, y a huapangueo.

Soy capitán, aunque me digan
marinero. Cierto: estoy borracho
de ti. Me he ganado que me acusen.

Lo que volando viene, dicen,
volando se va; como volando
te hallé; tal vez te irás mañana.
Hoy estás aquí. Mañana, acaso,
me afligiré. Será otro día.

Ya te saludé; me voy ahora
seguido del arpa y las jaranas.
Tu mano dame, te lo pido;
dame tu mano, me despido.

Trovas del Mar Unido, Rubén Bonifaz Nuño

domingo, 1 de junio de 2014

Su mirada hacía tierna la luz

Él sabía amar a la naturaleza. "Ansío -dijo- conocer lugares remotos", y empezó a caminar haciendo malabarismos afortunados con la vida.

Su corazón hablaba una lengua que entendían los sabios y los niños, y cuando lloraba o reía era sin el brillo de la malicia; por eso su mirada hacía tierna la luz de los pueblos donde pasaba.


Enriqueta Ochoa