Foto: Archivo CNL-INBA |
ANCORA, XII
No obstante,
dramática contradicción,
la soledad me ahoga,
sus prisiones
me cercan como un cilicio,
que al herirme, me cubre
y se transmuta en mi epidermis.
dramática contradicción,
la soledad me ahoga,
sus prisiones
me cercan como un cilicio,
que al herirme, me cubre
y se transmuta en mi epidermis.
Me he ido convirtiendo
en un monólogo frente al abismo
y sin embargo,
la palabra es mi salvación,
en un monólogo frente al abismo
y sin embargo,
la palabra es mi salvación,
mi antorcha y mi horizonte,
con ella he construido
la senda que recorro.
Su vuelo
me conduce a otros seres.
Es mi claraboya
me conduce a otros seres.
Es mi claraboya
por la que surge la claridad
y en la que aparecen
la codorniz y el viento.
Las hojas otoñales
también la buscan
y de algún modo
mucho me dicen
con su sequedad de muerte.
Y así,
sincronizada a mi cárcel,
vivo un corro de sueños
que son todas las voces que me ocupan,
imágenes en espiga
que se reproducen
inventando con su danza
una red de planetas
y soy nuevamente
la que explora con el asombro vivo,
la que recorre rutas
y concibe senderos,
estupefacta de la creación
y fiel al áncora de sílabas,
más que al instrumento concertino,
mucho de ojo mágico
apenas fuente alucinante
y sin duda
yo misma acaso salva.
Olga Arias
De "Áncora", 1991.
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