Todos
los auténticos novelistas están a la escucha de esa sabiduría suprapersonal, lo
cual explica que las grandes novelas sean siempre un poco más inteligentes que
sus autores. Los novelistas que son más inteligentes que sus obras deberían
cambiar de oficio.
Pero
¿en qué consiste esta sabiduría? ¿Qué es la novela? Hay un admirable proverbio
judío que dice: El hombre piensa, Dios rie. Inspirándome en esta sentencia, me
gusta imaginar que François Rabelais oyó un día la risa de Dios y que así fue
cómo nació la primera gran novela europea. Me complace pensar que el arte de la
novela ha llegado al mundo como eco de la risa de Dios. ¿Por qué ríe Dios al observar al hombre que
piensa? Porque el hombre piensa y la verdad se le escapa. Porque cuanto más
piensan los hombres más lejano está el pensamiento de uno del pensamiento de
otros. Y finalmente, porque el hombre nunca es lo que cree ser.
[…]
François
Rabelais inventó muchos neologismos que luego entraron en la lengua francesa y
en otros idiomas pero una de estas palabras fue olvidada y debemos lamentarlo.
Es la palabra agelasta; su origen es griego y quiere decir: el que no ríe, el
que no tiene sentido del humor. Rabelais detestaba a los agelastas. Les temía.
Se quejaba de que los agelastas fueran tan “atroces con él” que había estado a
punto de dejar de escribir y para siempre. No hay posibilidad de paz entre el
novelista y el agelasta. Como jamás han oído la risa de Dios los agelastas
están convencidos de que la verdad es
clara, de que todos los seres humanos deben pensar lo mismo y de que ellos son
exactamente lo que creen ser. Pero es precisamente al perder la certidumbre de
la verdad y el consentimiento unánime de los demás cuando el hombre se
convierte en individuo.
Milan Kundera, El arte de la novela.
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