martes, 23 de agosto de 2016

Clase de cocina de Soledad Álvarez




Atrancarle la piel a la cebolla.
Desafiante
sobre la tabla de cocina
como en el poema
la palabra.
Atravesar sus capas tiernas,
su rojiza esfera;
llegar a su rotundo henchido corazón
a su poso de cristal
a su médula.
Pero no con el cuchillo
—por el filo el corte—
no con el ajeno utensilio y la pericia.
Con las manos tendré que desgajarla
con las uñas escarbar su carnadura,
y lloraré incontenibles lágrimas
y su sabor será mi sabor
y su olor agrio mi marca.

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