El cuerpo paciente está siempre a disposición. Entran, salen, colocan. Imposible organizar una suerte
de rutina con horarios, aunque de algún modo en la detención, la hay. De acuerdo a lo que otros
dictaminan o les conviene, el cuerpo es examinado, palpado, pinchado, visitado. El cuerpo paciente
está a disposición del control, tendido en una cama. Duermo al lado de una luz de una bomba con
una luz iridiscente que hace una pequeña y sutil música que jamás se detiene, o apaga. Como una
sirena, vela mi sueño. El cuerpo paciente está echado a la espera, aguarda que le toque y le manipule
esta medicina humanizada. El cuerpo paciente sin rutina, sin intimidad, cuerpo en expuesto y
dispuesto al control, al cual se le llama cuidado. El descanso y la soledad se hace inhallable al cuerpo
paciente. El cuerpo paciente pierde así su sensualidad.
En el cuerpo paciente se replican estas lógicas incluso por los no médicos ni así llamados
profesionales de la salud. La gente comienza a dejar aguardando al cuerpo paciente por 40 minutos o
más, total, el cuerpo paciente carece de poder de decisión y no tiene adonde ir. Su fatum es esperar
en calma. El cuerpo paciente debe atender el teléfono, responder el mensaje, aceptar el llamado en
casi cualquier horario que el cuerpo no paciente se haga el tiempo y el lugar para incordiarlo. El
cuerpo paciente no debe sentir ninguna desasón frente a esto, por el contrario, el cuerpo paciente
debe seguir sin sus horarios, expurgado de toda potencia vital, porque estar enfermo en una cama es
aceptar a los demás resignadamente. El cuerpo paciente no tiene exterior, no está en una esquina, se
puede operar sobre él. Detenido en su cama, quien visita, soberanamente, comienza a decidir por el
cuerpo paciente, cómos y cuándos, el cuerpo paciente debe y tiene la obligación de alegrarse así. Se
le comienza a inflingir al cuerpo paciente la tiranía de los normales que se trasladan y tienen que
hacer. El cuerpo paciente es el ama de casa de la dictadura de quienes producen normalidad y
sanidad. El cuerpo paciente, total, no hace nada, nada más que estar enfermo, sanándose. Ergo, el
cuerpo paciente tiene que aceptar, de buen grado, lo que se le da, cómo y cuándo. Agradecido y
servil debe someterse a la caridad de los prolíficos que deciden los horarios de la visita y la amistad
sin consenso. El cuerpo paciente, poco a poco, se vuelve no cuerpo.
Fragmento de Games of Crohn, Diario de una internación de Leonor Silvestri.
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