miércoles, 26 de noviembre de 2025
Un poema de Osip Mandelshtan
sábado, 22 de noviembre de 2025
Resplandor
lunes, 27 de octubre de 2025
La correa de Ada Limón
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| Lek Chan |
Después del parto de bombas de horcas y miedo,
las frenéticas armas automáticas desplegadas,
el rocío de balas en una multitud cogida de manos,
ese crudo cielo abriéndose en fauces pizarra metalizado
que sólo se tragan lo indecible en cada uno de nosotros,
¿qué queda? Hasta el río escondido en ningún lado
es de un anaranjado venenoso y ácido por una mina de carbón.
¿Cómo puedes no temerle a la humanidad, querer lamer el fondo
del arroyo hasta dejarlo seco, succionar el agua mortífera con tus
propios pulmones, como veneno? Lector, quiero decir: No mueras.
Aun cuando uno tras otro pez plateado emerja boca arriba,
y el país caiga en picada en un cráter crepitante de odio,
¿no queda acaso algo que todavía canta? La verdad: no lo sé.
Pero a veces, te juro que lo oigo, la herida cerrándose
como una puerta de garaje oxidada, y aún puedo mover
mis extremidades vivas en el mundo sin mucho sufrimiento,
puedo asombrarme todavía de cómo corre la perra hasta las
camionetas como alma que lleva el diablo, porque cree que los ama,
porque está segura, sin duda alguna, de que eso que ruge fuerte
la amará de vuelta, su mansa naturaleza viva de deseo por
compartir su maldito entusiasmo, hasta que tiro de la correa para
salvarla porque quiero que sobreviva para siempre. No mueras,
digo, y decidimos caminar un rato más, los estorninos febriles
en lo alto sobre nosotras, el invierno viniendo a acostar su frío
cadáver en esta pequeña parcela. Quizá nos la pasamos siempre
lanzando nuestro cuerpo hacia aquello que nos ha de destruir,
mendigándole amor al raudo paso del tiempo, y quizás,
como la obediente perra a mis talones, podemos caminar juntos
tranquilamente, al menos hasta que pase la próxima camioneta.


