La voz es un lugar
oscuro
tomado por animales feroces
en los que ya nadie cree.
Para hablar
hay que escapar
del fuego de sus pupilas
y del filo de su hambre.
Para poder decir
miedo o mío
hay que imaginarlos jugando.
Un día no tendré escritura.
Sacaré la lengua como los colgados,
inútilmente.
Nunca dominé la gramática del fuego
y mi idioma
siempre se inclinó hacia las cenizas.
Para entonces habré domesticado
el silencio,
que me seguirá como un perro.
Nunca he tenido algo
que decir.
La poesía es el síntoma
de mi silencio.
Algunas imágenes errantes
como los tigres
los caballos
y las piedras
flotan en el aire.
Nada de esto pesa, pasa, aplaza.
Las metáforas
no concilian la distancia poética
de dos abismos.
El mar ha muerto
El desierto ha muerto.
Lo sé porque una vez envenené
a un caracol con sal
y burbujeaba
igual que este vertedero
de palabras.
Tomado de TRANSFRONTERIZAS 38 Poetas Latinoamericanas.
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