De su paso por la capital de Veracruz hay más de un poema que busca retratar lo que fue Jalapa para ella, ya que, la arquitectura real de una ciudad, es casi siempre, la que quedó en nuestros recuerdos.
CUADROS DE JALAPA BAJO LA LLUVIA
I
Jalapa es una mujer redonda, menudita,
mitad misterio de retrato antiguo
y mitad sibarita.
Tiene un ojo sedoso en sus haberes,
en él penetra el tiempo, allí se pierde;
y exhala por las grietas verdes
su fragancia de olvido entre la hierba.
Un constante alud de espigas de humo
golpea sus tejados;
intangible, bañada de luz tierna,
apenas si respira.
El asma la sofoca cuando un brazo de tufo neblinoso
se desliza en su piel, se la queda bebiendo,
y una no sabe nunca
apenas si respira.
El asma la sofoca cuando un brazo de tufo neblinoso
se desliza en su piel, se la queda bebiendo,
y una no sabe nunca
si la ha desdibujado el viento,
o se ha quedado en algún rincón, desfallecida.
II
o se ha quedado en algún rincón, desfallecida.
II
Jalapa fue el varón
que equilibró el vaivén de mis temperaturas.
Yo lo amé hasta la médula misma de los días.
Tenía una caoba en llamas
bajándole desde el cerco de sus ojos de ciervo,
hasta la sed de mi cintura.
Nunca mejor jinete cabalgó en las llanuras,
nunca la rueca hiló mejor el misterio de su música.
Yo me asomaba al fondo de mi hambre
para medir su piel,
y era un bosque en incendio
el canela de luz que sostenía su columna.
que equilibró el vaivén de mis temperaturas.
Yo lo amé hasta la médula misma de los días.
Tenía una caoba en llamas
bajándole desde el cerco de sus ojos de ciervo,
hasta la sed de mi cintura.
Nunca mejor jinete cabalgó en las llanuras,
nunca la rueca hiló mejor el misterio de su música.
Yo me asomaba al fondo de mi hambre
para medir su piel,
y era un bosque en incendio
el canela de luz que sostenía su columna.
III
Llegué a tientas, con los ojos quemados
-pájaro de ceniza en desbandada-,
Jalapa fue ese mechón ardiendo
que cauterizó el gemido;
-pájaro de ceniza en desbandada-,
Jalapa fue ese mechón ardiendo
que cauterizó el gemido;
ese huésped que entró a iluminar la sombra,
ordenándome el verbo y el verano.
En el ojo del tiempo pulsé el silencio
y vi crecer los brotes de luz
en la alta locura de jóvenes hermanos,
buceadores de la eternidad,
que volvían de su viaje
con las manos cargadas por los frutos del sol.
Con ellos compartí la sal y el viento,
y la veta de oro en las minas del oficio.
ordenándome el verbo y el verano.
En el ojo del tiempo pulsé el silencio
y vi crecer los brotes de luz
en la alta locura de jóvenes hermanos,
buceadores de la eternidad,
que volvían de su viaje
con las manos cargadas por los frutos del sol.
Con ellos compartí la sal y el viento,
y la veta de oro en las minas del oficio.
IV
Amanecía Jalapa con el sol tirado
entre los cristales verdes
de una cuchilla de agua.
A bocanadas se aspiraba la hermosura...
Y yo me quitaba hasta el guante que nos protege el corazón
para que resguardaran los demás el suyo.
La palabra amigo ocupaba todos los patios de mi alma.
entre los cristales verdes
de una cuchilla de agua.
A bocanadas se aspiraba la hermosura...
Y yo me quitaba hasta el guante que nos protege el corazón
para que resguardaran los demás el suyo.
La palabra amigo ocupaba todos los patios de mi alma.
V
Agazapado, desde su hendidura,
el desastre acechaba.
Un batir de alas ennegreció el espacio;
un golpe seco de piedra,
un oscuro desorden
desparramó en astillas mi ventana de astros.
Allí me aferré con uñas y con dientes
a la deshojazón del remolino
que me fue revolcado en su carrera.
Algunos velaron junto de mí la noche;
los otros, desmembraron mi nombre,
me sajaron en vivo,
hasta que aullando de dolor
se despeñó al invierno
esa conciencia de ser, crecer en uno mismo.
Desde entonces partí,
ahíto el pecho de una pena voraz
que aún respira.
el desastre acechaba.
Un batir de alas ennegreció el espacio;
un golpe seco de piedra,
un oscuro desorden
desparramó en astillas mi ventana de astros.
Allí me aferré con uñas y con dientes
a la deshojazón del remolino
que me fue revolcado en su carrera.
Algunos velaron junto de mí la noche;
los otros, desmembraron mi nombre,
me sajaron en vivo,
hasta que aullando de dolor
se despeñó al invierno
esa conciencia de ser, crecer en uno mismo.
Desde entonces partí,
ahíto el pecho de una pena voraz
que aún respira.
VI
Jalapa fue algo más de lo que dije.
Bajo la piel me traje su aroma de humedad,
el rumor de la vida
atravesando la enramada lila de jacarandas y araucarias,
para entrar por la ventana abierta
en la infancia de mi hija,
y acariciar su mundo de cristal.
El deslumbramiento del polen
preñando de sol
parques y pájaros en el centro de la primavera.
Y este amor rebasando todas las orillas.
Es que yo los amé, los he amado, los amo todavía
a pesar de las coces del destierro,
y he deseado morir para olvidar,
para evitar que me derrumbe el golpe
de este sueño de muerte.
Algo más que la piel y sus contornos
me traje de aquel lugar,
por eso me he sentado esta noche
a morderme los puños que saben a soledad,
a bestia herida,
y a vientre de mujer embarazada de nostalgia marchita.
Bajo la piel me traje su aroma de humedad,
el rumor de la vida
atravesando la enramada lila de jacarandas y araucarias,
para entrar por la ventana abierta
en la infancia de mi hija,
y acariciar su mundo de cristal.
El deslumbramiento del polen
preñando de sol
parques y pájaros en el centro de la primavera.
Y este amor rebasando todas las orillas.
Es que yo los amé, los he amado, los amo todavía
a pesar de las coces del destierro,
y he deseado morir para olvidar,
para evitar que me derrumbe el golpe
de este sueño de muerte.
Algo más que la piel y sus contornos
me traje de aquel lugar,
por eso me he sentado esta noche
a morderme los puños que saben a soledad,
a bestia herida,
y a vientre de mujer embarazada de nostalgia marchita.
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