1
Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
una
a
una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol
o tal vez
el amor.
Julio Cortázar
jueves, 29 de mayo de 2014
miércoles, 28 de mayo de 2014
PARA LEER EN FORMA INTERROGATIVA
Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa.
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás.
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga.
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.
Julio Cortázar
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa.
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás.
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga.
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.
Luz y sombra, Juan Rulfo. |
Julio Cortázar
domingo, 25 de mayo de 2014
El sauce y el río: Amante y amado
para servir de espejo a tu ramaje.
Sauce, ¿no tienes sed? ¿Te gusta el traje
que el sol me ha puesto? ¿Qué ansiedad secreta
te hace inclinar los gajos pensativos?
¡Eres tan claro, sauce, y tan hermoso!
Susúrrame tu pena. Ve: yo vivo
pendiente de tu angustia o de tu gozo.
Grano por grano roeré la tierra
que tus raíces avarienta encierra
impidiendo que te hundan en mis ondas.
Cuando te alces en medio de mi río,
¿qué suprema embriaguez sentirte mío
y circular bajo tus verdes frondas!
¿Dónde?, Juana de Ibarbourou
Inclinada en tu orilla, siento como te alejas
trémula como un sauce contemplo tu corriente
formada de cristales transparentes y finos.
Huyen contigo todas las nítidas imágenes
el hondo y alto cielo
los astros imantados, la vehemencia
ingrávida del canto.
Con un afán inútil mis ramas se despliegan,
se extienden como brazos en el aire
y quieren prolongar en bandadas de pájaros
para seguirles a donde va tu cauce.
Eres lo que se mueve, el ansia que camina,
la luz desenvolviéndose, la voz que se desata.
Yo soy solo la asfixia quieta de las raíces
hundidas en la tierra tenebrosa y compacta.
Allá está el mar que no reposa nunca,
allá el barco y la vela infatigable,
los breves edificios de la espuma
las olas retumbando y persiguiéndose.
con el cabello y la canción flotantes
en lúcidos pendones musicales.
Yo quedaré dormida como el árbol
al que lo abrazan hiedras de amorosa frescura,
ni corona las vidas
ni rasga su corteza verdes retoños tiernos.
Y estaré ciega, ciega para siempre
frente al asombro de mi espejo roto.
Si alguna vez me inclino como ahora
con un ademán trémulo de sauce
habrá de ser para asomarse en vano
al opaco arenal que abandonaste.
Primera Elegía, Rosario Castellanos
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2
Aquí tienes mi mano, la que se levantó
de la tierra, colmada como espiga en agosto.
Aquí están mis sentidos
de red afortunada,
mi corazón, lugar de las hogueras,
y mi cuerpo que siempre me acompaña.
He venido, feliz como los ríos,
cantando bajo un cielo de sauces y de álamos
hasta este mar de amor hermoso y grande.
Yo ya no espero, vivo.
11
Me quedo en las palabras
igual que en un remanso, contemplando
cielos altos, profundos y tranquilos.
Por nada cambiaría
mi destino de sauce solitario
extasiado en la orilla.
Si alguna vez me voy me iré llevando
una mirada limpia
donde los otros beban el resplandor ausente.
12
El que buscó mi mano
para cortar racimos,
deje mi mano suelta
sin fruto y sin anillo.
El que llamó a mi cuerpo
para nacer, se calle.
No ponga en mi cintura
la guirnalda de madre.
Adiós, adiós los nombres,
las máscaras, la casa.
Yo no soy, yo no soy
más que un pequeño cauce amoroso del agua.
Misterios Gozosos, Rosario Castellanos
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
¿Ustedes creen que las márgenes de un río sufren por dejarlo correr?
Frida Kahlo
sábado, 24 de mayo de 2014
Ya no será
Ya no será
no viviré contigo
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
Idea Vilariño
Al amor
Amor, si me miraras, Amor, deidad huraña,
dios de las madrigueras, dios de las espaldas;
si cayera sobre mí tu "clara pesadumbre"
revelando tus rasgos, amasador de sombra;
si una vez me miraras en los ojos
y no me prefirieras siempre ese yo que es otro,
infiel en contubernio con mi doble,
tú, refugio sellado y puerto insituable;
si me dijeras basta, Amor, deidad sin rostro;
si me riera, y tú también, de pronto,
renunciando a tu gesto de dudosos martirios,
tú también, pobre ídolo, tú también te rieras
-¡y rasgando ¿verdad? tus velos y tus máscaras
desnudarías con soberbia hilaridad la ficción vana
de esta comedia sórdida de espectros y de infiernos!
(Basta ya ¿quieres? Basta. Ríete y vamos a encontrarnos...)
Tomás Segovia
dios de las madrigueras, dios de las espaldas;
si cayera sobre mí tu "clara pesadumbre"
revelando tus rasgos, amasador de sombra;
si una vez me miraras en los ojos
y no me prefirieras siempre ese yo que es otro,
infiel en contubernio con mi doble,
tú, refugio sellado y puerto insituable;
si me dijeras basta, Amor, deidad sin rostro;
si me riera, y tú también, de pronto,
renunciando a tu gesto de dudosos martirios,
tú también, pobre ídolo, tú también te rieras
-¡y rasgando ¿verdad? tus velos y tus máscaras
desnudarías con soberbia hilaridad la ficción vana
de esta comedia sórdida de espectros y de infiernos!
(Basta ya ¿quieres? Basta. Ríete y vamos a encontrarnos...)
Tomás Segovia
Diálogo
Él abre la boca
es roja por dentro
ella abre los ojos
su córnea es blanca
como la luna
la córnea luna
iluminando apenas
la bienamada encía
adentro
con silencio
a boca cerrada
a oscuras
habitan ambos
Blanca Varela
domingo, 18 de mayo de 2014
Chequeo médico
Si ignoras el horror,
si quieres olvidarte de la vida
un rato, entra al hospital más próximo.
Y busca la zona de corta estancia.
Prohibido equivocarse, fumar, llorar a gritos.
Intérnate. El horror estará cerca.
Enférmate, y entonces
arrancarán tu ropa de colores
pesarán tus desmanes y tus dudas.
Escucharán, extraños seres, tu corazón.
Pincharán, sin piedad, todas tus venas.
Querrán de tu dulzura saber todo.
Contarán tus huesos a contraluz
Matarán tu pudor herido y gris
Recibirán completos tus deshechos.
Pondrán anestesia en tu memoria.
Despertarás en blanco
frente a un ramo de minutos muertos.
Todo bien, dirán en algún instante.
Si te puedes ir, no olvidarás nunca.
Lucía Rivadeneyra
si quieres olvidarte de la vida
un rato, entra al hospital más próximo.
Y busca la zona de corta estancia.
Prohibido equivocarse, fumar, llorar a gritos.
Intérnate. El horror estará cerca.
Enférmate, y entonces
arrancarán tu ropa de colores
pesarán tus desmanes y tus dudas.
Escucharán, extraños seres, tu corazón.
Pincharán, sin piedad, todas tus venas.
Querrán de tu dulzura saber todo.
Contarán tus huesos a contraluz
Matarán tu pudor herido y gris
Recibirán completos tus deshechos.
Pondrán anestesia en tu memoria.
Despertarás en blanco
frente a un ramo de minutos muertos.
Todo bien, dirán en algún instante.
Si te puedes ir, no olvidarás nunca.
Lucía Rivadeneyra
sábado, 17 de mayo de 2014
Where is my man?
Nunca te tengo tanto como cuando te busco
sabiendo de antemano que no puedo encontrarte.
Sólo entonces consiento estar enamorada.
Sólo entonces me pierdo en la esmaltada jungla
de coches o tiovivos, cafés abarrotados,
lunas de escaparates, laberintos de parques
o de espejos, pues corro tras de todo
lo que se te parece.
De continuo te acecho.
El alquitrán derrite su azabache,
es la calle movible taracea
de camisas y niquis, sus colores comparo
con el azul celeste o el verde malaquita
que por tu pecho yo desabrochaba.
Deliciosa congoja si creo reconocerte
me hace desfallecer: toda mi piel nombrándote,
toda mi piel alerta, pendiente de mis ojos.
Indaga mi pupila, todo atisbo comprueba,
todo indicio que me conduzca a ti,
que te introduzca al ámbito donde sólo tu imagen
prevalece y te coincida y funda,
te acerque, te inaugure y para siempre estés.
Ana Rosetti
sabiendo de antemano que no puedo encontrarte.
Sólo entonces consiento estar enamorada.
Sólo entonces me pierdo en la esmaltada jungla
de coches o tiovivos, cafés abarrotados,
lunas de escaparates, laberintos de parques
o de espejos, pues corro tras de todo
lo que se te parece.
De continuo te acecho.
El alquitrán derrite su azabache,
es la calle movible taracea
de camisas y niquis, sus colores comparo
con el azul celeste o el verde malaquita
que por tu pecho yo desabrochaba.
Deliciosa congoja si creo reconocerte
me hace desfallecer: toda mi piel nombrándote,
toda mi piel alerta, pendiente de mis ojos.
Indaga mi pupila, todo atisbo comprueba,
todo indicio que me conduzca a ti,
que te introduzca al ámbito donde sólo tu imagen
prevalece y te coincida y funda,
te acerque, te inaugure y para siempre estés.
Ana Rosetti
Seamus Heaney
I
Esta noche, un primer movimiento, un pulso,
como si la lluvia se acumulase en el pantano
hasta romper y desbordarse: una presa que estalla,
un tajo abriendo la cama de helechos.
Tu espalda es una firme línea de costa del este
y brazos y piernas se prolongan
más allá de tus colinas graduales. Acaricio
la palpitante provincia donde creció nuestro pasado.
Soy el reino elevado por encima de tus hombros
al que no halagarías ni puedes ignorar.
La conquista es mentira. Envejezco
tolerando tu orilla semi-independiente
dentro de cuyos límites ahora mi legado
culmina inexorable.
II
Imperialmente soy varón todavía,
dejando para ti todo el dolor,
el proceso de rendición en la colonia,
el ariete, la barrera que explota desde dentro.
El acta germinó en una obstinada quinta columna
cuya postura crece de forma unilateral.
Su corazón bajo tu corazón es un tambor de guerra
que llama a filas a la fuerza. Sus parasitarios
e ignorantes puños pequeños
ya golpearon tus fronteras y sé que apuntan hacia mí
por encima del agua. No veo ningún tratado
que ponga a salvo por completo
tu cuerpo hollado y estirado, el gran dolor
que, como campo abierto, te deja en carne viva, una vez más.
De "Norte" 1975
Versión de Vicente Forés y Jenaro Talens
Esta noche, un primer movimiento, un pulso,
como si la lluvia se acumulase en el pantano
hasta romper y desbordarse: una presa que estalla,
un tajo abriendo la cama de helechos.
Tu espalda es una firme línea de costa del este
y brazos y piernas se prolongan
más allá de tus colinas graduales. Acaricio
la palpitante provincia donde creció nuestro pasado.
Soy el reino elevado por encima de tus hombros
al que no halagarías ni puedes ignorar.
La conquista es mentira. Envejezco
tolerando tu orilla semi-independiente
dentro de cuyos límites ahora mi legado
culmina inexorable.
II
Imperialmente soy varón todavía,
dejando para ti todo el dolor,
el proceso de rendición en la colonia,
el ariete, la barrera que explota desde dentro.
El acta germinó en una obstinada quinta columna
cuya postura crece de forma unilateral.
Su corazón bajo tu corazón es un tambor de guerra
que llama a filas a la fuerza. Sus parasitarios
e ignorantes puños pequeños
ya golpearon tus fronteras y sé que apuntan hacia mí
por encima del agua. No veo ningún tratado
que ponga a salvo por completo
tu cuerpo hollado y estirado, el gran dolor
que, como campo abierto, te deja en carne viva, una vez más.
De "Norte" 1975
Versión de Vicente Forés y Jenaro Talens
viernes, 16 de mayo de 2014
42
Desde la tristeza que se desploma,
desde mi dolor que me cansa,
desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto,
desde mis cobijas de hombre solo,
desde este papel, tiendo la mano.
Ya no puedo ser solamente
el que dice adiós, el que vive
de separaciones tan desnudas
que ya ni siquiera la esperanza
dejan de un regreso: el que en un libro
desviste y aprende y enseña
la misma pobreza, hoja por hoja.
Estoy escribiendo para que todos
puedan conocer mi domicilio,
por si alguno quiere contestarme.
Escribo mi carta para decirles
que esto es lo que pasa: estamos enfermos
del tiempo, del aire mismo,
de la pesadumbre que respiramos,
de la soledad que se nos impone.
Yo sólo pretendo hablar con alguien,
decir y escuchar. No es gran cosa.
Con gentes distintas en apariencia
camino, trabajo todos los días;
y no me saludo con nadie: temo.
Entiendo que no debe ser, que acaso
hay quien, sin saberlo, me necesita.
Yo lo necesito también. Ahora
lo digo en voz alta, simplemente.
Escribí al principio: tiendo la mano.
Espero que alguno lo comprenda.
Rubén Bonifaz Nuño
desde mi dolor que me cansa,
desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto,
desde mis cobijas de hombre solo,
desde este papel, tiendo la mano.
Ya no puedo ser solamente
el que dice adiós, el que vive
de separaciones tan desnudas
que ya ni siquiera la esperanza
dejan de un regreso: el que en un libro
desviste y aprende y enseña
la misma pobreza, hoja por hoja.
Estoy escribiendo para que todos
puedan conocer mi domicilio,
por si alguno quiere contestarme.
Escribo mi carta para decirles
que esto es lo que pasa: estamos enfermos
del tiempo, del aire mismo,
de la pesadumbre que respiramos,
de la soledad que se nos impone.
Yo sólo pretendo hablar con alguien,
decir y escuchar. No es gran cosa.
Con gentes distintas en apariencia
camino, trabajo todos los días;
y no me saludo con nadie: temo.
Entiendo que no debe ser, que acaso
hay quien, sin saberlo, me necesita.
Yo lo necesito también. Ahora
lo digo en voz alta, simplemente.
Escribí al principio: tiendo la mano.
Espero que alguno lo comprenda.
Rubén Bonifaz Nuño
lunes, 12 de mayo de 2014
Entre la soledad ruidosa de las gentes
para Wenceslao Rodríguez
Busco un hombre y no sé si sea para amarlo
o para castrarlo con mi angustia.
Tengo hambre de ser
y me siento frente a la ventana
a masticar estrellas
para que este dolor de estómago sea cierto.
La verdad es que duele en los nervios
todo el cuerpo, esta noche, hasta los tuétanos.
En la casa contigua
grita una mujer las glorias de la Biblia
y no conoce a Dios.
Su voz huele a vinagre, a aceite de ricino,
y Dios no huele a eso.
Entre mil olores reconocería el suyo.
Algo que no digiero me ha hecho daño esta tarde.
He visto a otros más humildes que yo.
No quiero reconocerme en ellos.
De tanto huir se me han caído las palabras
hasta el fondo del miedo:
no salen, rebotan dentro como canicas, suenan sordas.
Sin querer, me doy cuenta que me he quedado en la ruina.
Me falta lo mejor antes de irme: el Amor.
Y es tarde para alcanzarlo,
y me resulta falso decir:
—Señor, apóyame en tu corazón
que tengo ganas de morir madura.
Nadie madura sin el fruto.
El fruto es lo vivido y no lo tengo:
lo busco ya tarde,
entre la soledad ruidosa de las gentes
o en el amor que intento, y doy, y espero,
y que no llega.
Enriqueta Ochoa
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