domingo, 19 de marzo de 2017

Cuatro poemas de Hilda Doolittle


**

¿Por qué has venido
a perturbar mi ocaso?
Soy vieja (vieja fui hasta que llegaste);

la más roja de las rosas se despliega
lo cual es irrisorio
en esta época, este sitio:

es impropio, imposible
y aún ligeramente escandaloso),
la más roja de las rosas se despliega;

(y eso, nadie puede detenerlo,
ninguna inmanente amenaza del aire,
ni aun el mal tiempo

que estraga nuestra fruta del verano),
la más roja de las rosas se despliega
(tendrán que tomarlo en cuenta).


**

Llévame dondequiera, dondequiera;
en ti me adentro,
Dogo -Venecia-,

toda mi hacienda eres tú;
me escondería en tu cabeza
como un niño en un ático

y, allí, ¿qué encontraría?:
¿religión o magia? -¿ambas? ¿ninguna?
¿la una o la otra?, juntas, afines

acopladas, exactamente iguales,
iguales en poder, juntas aunque separadas,
el ámbar de tus ojos.


**

Venecia -¿Venus?
Esta debe ser mi posición,
mi actitud: aunque tú descartaste

mi poema,
no puedo rehuirlo
aunque lo he intentado;

es cierto, era "fascinante...
para quien resista su preciosismo",
escribiste acerca de lo que yo escribía;

¿y por qué debo yo escribir?
Esto no debería importarte,
pero Ella descorre el velo,

me quita la venda de los ojos,
ordena:
escribe, escribe o muere.


**

¿eres tú?
¿es alguna estruendosa manada
de novillos, de toros? ¿es sólo uno?

¿son muchos?
voces del pasado, del futuro,
hasta aquí, no más allá,

ahora, el total abatimiento;
¿alguna vez estuviste en este sitio?
¿alguna vez estuviste en este cuarto?

¿cómo pude resistir tu presencia,
y después, una vez sola,
en un lugar extraño, junto a otros,

palabras tontas las mías,
y tú que no querías beber nuestro vino
("¿jugo de fruta, entonces?" - "sí"),

y tú que no querías tocar nuestra sal
-y almendras, nueces- ¿qué sucedía?
habías llegado tan tarde,

¿por qué no llegaste antes?
mejor no hubieras llegado
¿por qué has venido

a perturbar mi ocaso?
soy vieja
(vieja fui hasta que llegaste).


**

¿Es el recuerdo, sobre todo, asunto
de ramitas, hojas, hierba, piedras?
Eso es, hasta donde yo creo,

pero ramitas, hierba, piedras
y el ligero sedimento arenoso
son parte de Egina, la isla,

Y la isla es ella misma, ella;
hay quienes dicen que Higia está dando
de comer de una taza a una serpiente:


pequeña, amistosa y no tan augusta
como la ateniense Parténope,
pueda Atenea Higia ser

nuestra cercana patrona personal;
extraigo una pequeña piña de pino
entre las algas desparramadas:

cuyas espículas de sal
destacan sobre el médano reseco,
y no es preciso que vuelva mi cabeza

para asegurarme del banco de roca
dentado cual caracol marino;
conozco todo esto porque estuve aquí

antes de que todo terminara,
antes de que supiera de una intimidad
tan cercana como el aire.


**

¿Adónde, adónde, adónde voy?
Conozco el camino pero mi paso es incierto
cuando vuelvo a ganar humanidad;

no puedo, indecente, aferrarme a tus áloes,
tus palmeras...¿o acaso puedo?
¿Es indecente la flaqueza del cuerpo?

Así parece cuando pienso en Bar-Isis,
ese Memnón del desierto:
¿eran irónicas sus palabras?

"Te ves bien", me dijo,
y esas fueron sus últimas palabras
cuando lo vi en un sitio extraño, en compañía

de otros; me escribiría, dijo,
y escribió, y respondí, y aguardé otra carta,
pero aquello al parecer había acabado.

No llegaba él a los 40.
Yo pasaba de los 70 y volví entonces a leerte.
Quisiera recordar, tu Istar, Baal, o algún otro,

y dejar que la humanidad siga su paso;
arrogante, impudente, no quiero detenerme,
no quiero mirar hacia abajo;

lo insondable te pertenece,
arena, duna, montón y montículo,
continente, imperio; yo dejé atrás peces alados

y cardúmenes que eran auténticos meteoros;
nunca necesito hablar: soy tan insignificante
para ellos como lo era en las alturas aéreas;

sí, Egina me engendró,
y allí están tú y el Bosquecillo, pero
para acabar debo rastrear al tal Asmodeo,

París, Bar-Isis: reptar hasta su cueva,
con mi mano golpear contra su pecho,
despertar su corazón al momento presente...

Poemas extraídos de "Definición hermética". Traducción correspondiente a Ulalume González de León.

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