LA CANCIÓN INTRASCENDENTE
Tonadilla de viajero:
del corazón a la boca,
y de la boca, al sendero.
Siembra en los rumbos del viento
y quién sabe
si vayas a hacer granero
en la garganta de un ave.
Por los valles y los montes
anda a probar tu fortuna:
los cabellos de los pinos
huelen a viento y a luna.
El río tiene su flauta
y la fuente sus espejos:
quédate y canta con ellos,
nosotros vamos más lejos.
Tu padre no quiere oírte
después de haberte engendrado:
no eres más que una canción
que el viento se habrá llevado.
Viajeros somos, viajeros
que andamos nuestro camino:
una y monte, monte y luna,
manta y silbo, pan y vino.
Y como es recio el camino,
llevamos por equipaje:
en el pecho, el corazón,
y en la boca una canción
para el viaje.
viernes, 20 de diciembre de 2013
lunes, 2 de diciembre de 2013
Eleazar León
Ningún camino me pertenece
ni yo soy suyo para nada. ¿Quién atesora
migraciones de nubes a la orilla del viento?
Abro los días por la puerta del mar
y en las corrientes planto mi casa, bebo
los torbellinos.
La luna me comprende con estaciones de intimidad
y luego vamos cada quien, ella creciendo
con mi lumbre por dentro, yo con la capa
de los jinetes a pleno sueño.
Ondulaciones en la hierba, sé sus andanzas
de lluvia o sol, y el vencimiento de los árboles
muertos por hacha, y el corazón
abierto de las piedras.
Nada retiene bajo su luz, y así mi abrazo
rodea las cinturas de las espumas
y cuando nazco de raíz pienso en el aire
y el horizonte sobre mi mano.
Se me vuelve un tesoro
los días del universo.
Sus regalos destellan
por el instante de mi voz
y pronuncio la fuga de las arenas en mi puño
con júbilo las estrellas
y hago silencio.
ni yo soy suyo para nada. ¿Quién atesora
migraciones de nubes a la orilla del viento?
Abro los días por la puerta del mar
y en las corrientes planto mi casa, bebo
los torbellinos.
La luna me comprende con estaciones de intimidad
y luego vamos cada quien, ella creciendo
con mi lumbre por dentro, yo con la capa
de los jinetes a pleno sueño.
Ondulaciones en la hierba, sé sus andanzas
de lluvia o sol, y el vencimiento de los árboles
muertos por hacha, y el corazón
abierto de las piedras.
Nada retiene bajo su luz, y así mi abrazo
rodea las cinturas de las espumas
y cuando nazco de raíz pienso en el aire
y el horizonte sobre mi mano.
Se me vuelve un tesoro
los días del universo.
Sus regalos destellan
por el instante de mi voz
y pronuncio la fuga de las arenas en mi puño
con júbilo las estrellas
y hago silencio.
sábado, 19 de octubre de 2013
María Mercedes Carranza
Jugando a las escondidas
Al comienzo la llorarán mucho.
Habrá novena, misas cantadas
con diáconos y cuatro curas.
El luto adornará a los parientes
que entre lágrimas verán su vida como una hazaña.
Será gran señora, incomparable esposa,
dilecta amiga, pozo de gracia
de virtudes y dones.
El vacío que dejará en la sociedad
no podrá llenarse aunque lo intenten.
Se conservarán igual que reliquias
cadejos de pelo.
Y hasta habrá manos
que echen de menos otras manos.
Con los años será la abuela
que hay que pasar a un osario
y luego la foto en cualquier rincón de la casa
que nadie sino de lejos sabe
a quien retrata. Finalmente nada.
****
Esta mano nerviosa y pequeña que todos ven,
esta mano de uñas pintadas y piel frágil
ha cometido sin temblar
oscuros asesinatos fracasados
y algún suicidio rencoroso
en el abandono de la almohada y las lágrimas.
Esta mano ha mentido en salones y calles
con ceremonias usadas y ajenas.
En habitaciones oscuras, esta mano
ha huido de la ternura,
pero lenta como ola de aceite
ha dado placer a los cuerpos.
Esta mano ha ordenado en fila las palabras
para llevarlas al abismo
y hacerlas decir ya sin aliento
del esplendor de las pobres emociones,
del desplome de las ruinas aún en pie,
de la sal viva en las pestañas.
Esta mano ha robado en duermevela
cosas que nunca se atrevió a hacer suyas
y ahora en su palma sólo tiene roces
y el vacío en el que estuvo otra mano.
Esta mano tiene atravesadas las líneas
de una vida que se perdió
porque no supo, no comprendió, no quiso.
Al comienzo la llorarán mucho.
Habrá novena, misas cantadas
con diáconos y cuatro curas.
El luto adornará a los parientes
que entre lágrimas verán su vida como una hazaña.
Será gran señora, incomparable esposa,
dilecta amiga, pozo de gracia
de virtudes y dones.
El vacío que dejará en la sociedad
no podrá llenarse aunque lo intenten.
Se conservarán igual que reliquias
cadejos de pelo.
Y hasta habrá manos
que echen de menos otras manos.
Con los años será la abuela
que hay que pasar a un osario
y luego la foto en cualquier rincón de la casa
que nadie sino de lejos sabe
a quien retrata. Finalmente nada.
****
Esta mano nerviosa y pequeña que todos ven,
esta mano de uñas pintadas y piel frágil
ha cometido sin temblar
oscuros asesinatos fracasados
y algún suicidio rencoroso
en el abandono de la almohada y las lágrimas.
Esta mano ha mentido en salones y calles
con ceremonias usadas y ajenas.
En habitaciones oscuras, esta mano
ha huido de la ternura,
pero lenta como ola de aceite
ha dado placer a los cuerpos.
Esta mano ha ordenado en fila las palabras
para llevarlas al abismo
y hacerlas decir ya sin aliento
del esplendor de las pobres emociones,
del desplome de las ruinas aún en pie,
de la sal viva en las pestañas.
Esta mano ha robado en duermevela
cosas que nunca se atrevió a hacer suyas
y ahora en su palma sólo tiene roces
y el vacío en el que estuvo otra mano.
Esta mano tiene atravesadas las líneas
de una vida que se perdió
porque no supo, no comprendió, no quiso.
sábado, 5 de octubre de 2013
Un poema de Jean Portante
Nada está destruido
ni el viejo reloj suspendido en el cielo,
ni las horas que llueven arriba de los techos.
El tiempo como todo lo demás
se evapora y se condensa,
y los animales negros que a golpes
Reloj blando, Dalí, 1954. |
ni las horas que llueven arriba de los techos.
El tiempo como todo lo demás
se evapora y se condensa,
y los animales negros que a golpes
se posan sobre los muros
no han ido en vano al laboratorio.
Hoy es un día irreparable.
Vamos al mercado como vamos a la iglesia.
Nos veo aburridos frente a la eternidad.
Lloramos un poco para hacer penitencia,
mentimos también y todo retoma su curso.
¿Por qué caminar sobre el agua
cuando podemos hacerlo allí?
¿Y por qué decir no,
cuando sí es una bola de cristal?
Vamos al mercado como vamos a la iglesia.
Nos veo aburridos frente a la eternidad.
Lloramos un poco para hacer penitencia,
mentimos también y todo retoma su curso.
¿Por qué caminar sobre el agua
cuando podemos hacerlo allí?
¿Y por qué decir no,
cuando sí es una bola de cristal?
Point, Jean Portante
domingo, 29 de septiembre de 2013
Como a un muerto de sed
Hablo como quien habla
delante de sí mismo consumido.
Algo ya de mi muerte está aquí ahora.
Ya no me pertenece
la voz que está cantando a mis espaldas
y mi puro planeta está llegando
a ponerse debajo de mi planta
porque ande mi memoria entre su nieve.
Cierto es que llama fui, muy combatida
entre contrarios vientos
y no sé cuál de todos me ha apagado.
Más desasida estoy. Y aunque me duele
el sitio en que moraba
tan dulce oscuridad, voy asomando
un paso ya del cerco de mi sombra.
Cuando me inclino a recoger mi nombre,
nombre de soledad, cetro sombrío
y célibe corona,
sé que arrebato su laurel a un muerto
y me ciño la flor que no se mira,
que a otra le estoy hablando en estas voces.
Muerta la tengo en medio de mi brazos,
mi más honda, mi más amada víctima.
Me abandono a mí misma como a un muerto de sed.
Aquí me dejo. Y ya me estoy mirando sin ternura.
La casa donde amé.
La vista oscura y engañada de objeto.
Las guirnaldas de la fiesta extinguida.
Todo cuanto no era descendido
de mi más alto ramo,
de las aguas secretas y desnudas
y de la sola estrella, suavísima y cruel,
que me gobiernan,
aquí lo dejo, dulce y destruido.
Detrás quedan mis pasos derrocados.
Mi propia tierna y fútil estatura.
Es que me he deparado
la terrible alegría
de contemplar mi amor del dulce mundo
hecho ceniza
y de mirar mi cuerpo abandonado
como un jardín trivial, porque una noche,
oh ángel de pavor y de hermosura,
al abrirme el misterio
grave y resplandeciente de tus alas,
se me cayó del rostro la sonrisa.
Margarita Michelena
delante de sí mismo consumido.
Algo ya de mi muerte está aquí ahora.
Ya no me pertenece
la voz que está cantando a mis espaldas
y mi puro planeta está llegando
a ponerse debajo de mi planta
porque ande mi memoria entre su nieve.
Cierto es que llama fui, muy combatida
entre contrarios vientos
y no sé cuál de todos me ha apagado.
Más desasida estoy. Y aunque me duele
el sitio en que moraba
tan dulce oscuridad, voy asomando
un paso ya del cerco de mi sombra.
Cuando me inclino a recoger mi nombre,
nombre de soledad, cetro sombrío
y célibe corona,
sé que arrebato su laurel a un muerto
y me ciño la flor que no se mira,
que a otra le estoy hablando en estas voces.
Muerta la tengo en medio de mi brazos,
mi más honda, mi más amada víctima.
Me abandono a mí misma como a un muerto de sed.
Aquí me dejo. Y ya me estoy mirando sin ternura.
La casa donde amé.
La vista oscura y engañada de objeto.
Las guirnaldas de la fiesta extinguida.
Todo cuanto no era descendido
de mi más alto ramo,
de las aguas secretas y desnudas
y de la sola estrella, suavísima y cruel,
que me gobiernan,
aquí lo dejo, dulce y destruido.
Detrás quedan mis pasos derrocados.
Mi propia tierna y fútil estatura.
Es que me he deparado
la terrible alegría
de contemplar mi amor del dulce mundo
hecho ceniza
y de mirar mi cuerpo abandonado
como un jardín trivial, porque una noche,
oh ángel de pavor y de hermosura,
al abrirme el misterio
grave y resplandeciente de tus alas,
se me cayó del rostro la sonrisa.
Margarita Michelena
viernes, 12 de julio de 2013
Simplemente Luz, Hugo de Sanctis y Mercedes Sosa
Luego de buscar esta canción por todas partes, la encontré y no puedo resistir no compartirla :). Disfrútenla.
jueves, 11 de julio de 2013
Yo contemplo a veces el cielo de mi memoria (fragmento)
El tiempo borra todo como las olas borran
los trabajos de los niños en la arena.
Olvidaremos esas palabras precisas y vagas
detrás de las cuales sentimos el infinito.
El tiempo borra todo, en él no brillan los ojos
que sean de ópalo o de estrella o de agua clara,
bellos en el cielo azul o en un lapidario,
Los ojos quemarán para nosotros un fuego triste o alegre.
Algunas gemas hurtadas de su cofre viviente
tirarán en mi corazón sus crudos reflejos,
así como el día de su uso, selladas en el párpado,
brillaban con un destello precioso y decepcionante.
Otros fuegos dulces encantados por Prometeo
chispean el amor que brillaba en sus ojos,
para nuestro querido tormento los hemos llevado
iluminados, tan puros, o cristalizados, tan valiosos.
Marcel Proust
los trabajos de los niños en la arena.
Olvidaremos esas palabras precisas y vagas
detrás de las cuales sentimos el infinito.
El tiempo borra todo, en él no brillan los ojos
que sean de ópalo o de estrella o de agua clara,
bellos en el cielo azul o en un lapidario,
Los ojos quemarán para nosotros un fuego triste o alegre.
Algunas gemas hurtadas de su cofre viviente
tirarán en mi corazón sus crudos reflejos,
así como el día de su uso, selladas en el párpado,
brillaban con un destello precioso y decepcionante.
Otros fuegos dulces encantados por Prometeo
chispean el amor que brillaba en sus ojos,
para nuestro querido tormento los hemos llevado
iluminados, tan puros, o cristalizados, tan valiosos.
Marcel Proust
lunes, 27 de mayo de 2013
Delmira Agustini
Nous devons aussi
nous souvenir que la poesié appartient à l’âme et non à l’oreille et que nous
n’arriverons jamais au coeur de personne avec des vers bien rimés mais avec de
poésies bien senties et saturées de notre propre âme.*
La rima es el tirano empurpurado,
es el estigma del esclavo, el grillo
que acongoja la marcha de la Idea.
No aleguéis que es de oro! El Pensamiento
no se esclaviza a un vil cascabeleo!
Ha de ser libre de escalar las cumbres
Entero como un dios, la crin revuelta,
La frente al sol, al viento. Acaso importa
que adorne el ala lo que oprime el vuelo?
*Debemos recordar que la poesía pertenece también al alma y no al oído
y que no llegaremos jamás al corazón de una persona con versos bien rimados que con
poesías bien sentidas y saturadas de nuestra propia alma.
y que no llegaremos jamás al corazón de una persona con versos bien rimados que con
poesías bien sentidas y saturadas de nuestra propia alma.
La rima es el tirano empurpurado,
es el estigma del esclavo, el grillo
que acongoja la marcha de la Idea.
No aleguéis que es de oro! El Pensamiento
no se esclaviza a un vil cascabeleo!
Ha de ser libre de escalar las cumbres
Entero como un dios, la crin revuelta,
La frente al sol, al viento. Acaso importa
que adorne el ala lo que oprime el vuelo?
De Rebelión, fragmento.
viernes, 22 de marzo de 2013
El poeta...
“El poeta sirve al tiempo —¡efectivamente lo sirve!— de manera involuntaria, es decir, fatal: no puede no servirlo."
Marina Tsvietáieva
domingo, 17 de marzo de 2013
Qué lástima
Qué lástima que duermas
y se interrumpa el diálogo
y no sientas mi beso
en tus ojos cerrados.
Qué lástima tu infancia
así truncada,
ese tiempo sin tiempo
a medio abrir
por el que ya empezaba
a vislumbrarte.
Mañana todo habrá cambiado:
otra vez hablándonos
de lejos
desde nuestras esquivas
soledades.
Qué lástima
los signos de mi amor,
mis apretados círculos
de miedo
que no sé si entendiste.
Claribel Alegría
lunes, 25 de febrero de 2013
sábado, 2 de febrero de 2013
Un amor indeciso
Un amor indeciso se ha acercado a mi puerta...
Y no pasa; y se queda frente a la puerta abierta.
Yo le digo al amor: - ¿Qué te trae a mi casa?
Y el amor no responde, no saluda, no pasa...
Es un amor pequeño que perdió su camino:
Venía ya la noche... Y con la noche vino.
¡Qué amor tan pequeñito para andar con la sombra!...
¿Que palabra no dice, qué nombre no me nombra?...
¿Qué deja ir o separa? ¿Que paisaje apretado
se le quedó en el fondo de los ojos cerrados?...
Este amor nada dice... Este amor nada sabe:
Es del color del viento, de la huella de un ave.
Extraño amor sin rumbo que me gana y me pierde,
que huele las naranjas y que las rosas muerde...
Que todo lo confunde, lo deja... ¡Y no lo deja!
Que esconde estrellas nuevas en la ceniza vieja...
Y no sabe morir ni vivir: Y no sabe
que el mañana es tan solo el hoy muerto...
El cadáver futuro de este hoy claro, de esta hora cierta...
Un amor indeciso se ha dormido a mi puerta...
Dulce María Loynaz
La Szymborska, a un año de su muerte.
Ha sido un descubrimiento dichoso tu poesía, te aseguro, Wislawa, que mi visión no sería ni siquiera un poco de lo que es ahora, de no haberte leído.
Debo mucho
a quienes no amo.
El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.
La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.
Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
yeso el amor ni puede darlo
ni sabe tomarlo.
No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
Paciente
casi como un reloj de sol
entiendo
lo que el amor no entiende;
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.
Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.
Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas,
los paisajes nítidos.
Y cuando nos separan
lejanos países
son países
bien conocidos en los mapas.
Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.
Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.
"No les debo nada",
diría el amor
sobre este tema abierto.
Wislawa Szymborska, Traducción de A. Murcia
Debo mucho
a quienes no amo.
El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.
La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.
Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
yeso el amor ni puede darlo
ni sabe tomarlo.
No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
Paciente
casi como un reloj de sol
entiendo
lo que el amor no entiende;
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.
Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.
Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas,
los paisajes nítidos.
Y cuando nos separan
lejanos países
son países
bien conocidos en los mapas.
Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.
Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.
"No les debo nada",
diría el amor
sobre este tema abierto.
Wislawa Szymborska, Traducción de A. Murcia
viernes, 18 de enero de 2013
jueves, 17 de enero de 2013
A la mujer del Prójimo
I
Llegó al cuarto entre asustada y no
su piel había memorizado calles
para que yo esta noche las caminase todas.
Llegó invadida de cebolla y pena,
de fiebre del pequeño y vecinas absurdas.
Llegó cansada de saludos breves,
preguntarse por qué a tanto silencio.
Necesitaba
que esta noche sus hombros arriben a otro puerto,
sus manos algo lejos del filo de la escoba,
su pelo rojo en otra almohada.
Entonces comprendí
que la mujer del prójimo es ajena,
incluso para él.
II
No unté mis ojos
con el paisaje de los tuyos,
ni desordené el día para que aparecieras,
ni he juntado tus ruidos con mi boca
para que no doliesen las preguntas,
ni siquiera
me llamo como dices, pero
puedes quedarte,
hay un poco de sopa, algo de vino,
afuera está lloviendo en otro idioma.
Jorge Boccanera
Llegó al cuarto entre asustada y no
su piel había memorizado calles
para que yo esta noche las caminase todas.
Llegó invadida de cebolla y pena,
de fiebre del pequeño y vecinas absurdas.
Llegó cansada de saludos breves,
preguntarse por qué a tanto silencio.
Necesitaba
que esta noche sus hombros arriben a otro puerto,
sus manos algo lejos del filo de la escoba,
su pelo rojo en otra almohada.
Entonces comprendí
que la mujer del prójimo es ajena,
incluso para él.
II
No unté mis ojos
con el paisaje de los tuyos,
ni desordené el día para que aparecieras,
ni he juntado tus ruidos con mi boca
para que no doliesen las preguntas,
ni siquiera
me llamo como dices, pero
puedes quedarte,
hay un poco de sopa, algo de vino,
afuera está lloviendo en otro idioma.
Jorge Boccanera
La niña del Mar
Un clásico infantil portugués, dulce y breve como una ola.
El mar es una prisión transparente y helada. En el mar no hay primavera ni otoño. En el mar el tiempo no muere.
Sophia de Mello Breyner Andresen
sábado, 12 de enero de 2013
viernes, 11 de enero de 2013
Un hombre es...
Un hombre es lo que hace, lo que ama,
lo que pinta su voz con el aliento,
lo que construye su palabra al viento,
lo que desde sus manos se derrama.
Lo que florece en tierra o en escama,
lo que da al mundo desde el pensamiento:
trigo y harina, masa y alimento,
la letra impresa, el fruto en cada rama.
Un hombre, sobre todo, es el reflejo
del instante fugaz en que respira
el aire que lo va poniendo viejo.
Un hombre es esa imagen que suspira
cuando por fin descubre en el espejo
un ángel sosegado que se mira.
Carmen González Huguet
lo que pinta su voz con el aliento,
lo que construye su palabra al viento,
lo que desde sus manos se derrama.
Lo que florece en tierra o en escama,
lo que da al mundo desde el pensamiento:
trigo y harina, masa y alimento,
la letra impresa, el fruto en cada rama.
Un hombre, sobre todo, es el reflejo
del instante fugaz en que respira
el aire que lo va poniendo viejo.
Un hombre es esa imagen que suspira
cuando por fin descubre en el espejo
un ángel sosegado que se mira.
Carmen González Huguet
El encanto oculto de la vida, Bakst |
martes, 8 de enero de 2013
Carta a Jesús Arellano
Desde hace años, Jesús,
el corazón me rebota loco entre las sienes
y ando por los rincones escondiendo al sollozo.
Estreno una sonrisa cada mañana
y pido limosna en todas las esquinas,
porque ¿quién va a prestarme su vida,
su amor, o su Dios?
Tengo que comprármelos yo misma, y no me alcanza.
Y todo esto que escondo y espero y que no llega,
es la razón que me desangra dentro.
A veces ocurre que de tan hambrientos
inventamos el sueño, la esperanza...
y mortalmente heridos, agonizamos por todos los hijos
que se nos quedaron dentro,
y por las palabras desquebrajadas,
presas entre los molares apretados del miedo;
las que luchan por sobrevivir
y a veces se nos caen de la boca
como un aborto ciego y doloroso.
Algo se rompe acá dentro y pienso,
me estoy vaciando viva.
Todos los adioses se agolpan y me miran
a mitad de la noche.
Tomo mi cobija de silencio, entonces,
y camino arrastrándola por los pasillos de la locura
y no me muero, Jesús,
y me siento a la orilla,
pidiendo se me ayude a balancear mi vida,
antes de irme
y tiemblo y nadie escucha, huyen con espanto,
mientras yo juego a la pelota con la muerte,
lanzándola como pequeña brasa de una mano a otra.
Y no me muero, Jesús, y no se muere una,
hace sólo el ridículo con su pequeña muerte
que es sólo una niña azorada,
llorando por todos los que de veras mueren sin
derecho.
Enriqueta Ochoa
y ando por los rincones escondiendo al sollozo.
Estreno una sonrisa cada mañana
y pido limosna en todas las esquinas,
porque ¿quién va a prestarme su vida,
su amor, o su Dios?
Tengo que comprármelos yo misma, y no me alcanza.
Y todo esto que escondo y espero y que no llega,
es la razón que me desangra dentro.
A veces ocurre que de tan hambrientos
inventamos el sueño, la esperanza...
y mortalmente heridos, agonizamos por todos los hijos
que se nos quedaron dentro,
y por las palabras desquebrajadas,
presas entre los molares apretados del miedo;
las que luchan por sobrevivir
y a veces se nos caen de la boca
como un aborto ciego y doloroso.
Algo se rompe acá dentro y pienso,
me estoy vaciando viva.
Todos los adioses se agolpan y me miran
a mitad de la noche.
Tomo mi cobija de silencio, entonces,
y camino arrastrándola por los pasillos de la locura
y no me muero, Jesús,
y me siento a la orilla,
pidiendo se me ayude a balancear mi vida,
antes de irme
y tiemblo y nadie escucha, huyen con espanto,
mientras yo juego a la pelota con la muerte,
lanzándola como pequeña brasa de una mano a otra.
Y no me muero, Jesús, y no se muere una,
hace sólo el ridículo con su pequeña muerte
que es sólo una niña azorada,
llorando por todos los que de veras mueren sin
derecho.
Enriqueta Ochoa
domingo, 6 de enero de 2013
Oración de un desocupado
Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
por que no puedo más, tengo riñones
y soy un hombre,
bájate, qué han hecho
de tu criatura, Padre?
un animal furioso
que mastica la piedra de la calle?
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
por que no puedo más, tengo riñones
y soy un hombre,
bájate, qué han hecho
de tu criatura, Padre?
un animal furioso
que mastica la piedra de la calle?
Juan Gelman
sábado, 5 de enero de 2013
La forma de querer tú
es dejarme que te quiera.
El sí con que te me rindes
es el silencio. Tus besos
son ofrecerme los labios
para que los bese yo.
Jamás palabras, abrazos,
me dirán que tú existías,
que me quisiste: Jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos;
tú, no.
Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte sólo yo.
***
Tú no puedes quererme:
estás alta, ¡qué arriba!
Y para consolarme
me envías sombras, copias
retratos, simulacros,
todos tan parecidos
como si fueses tú.
Entre figuraciones
vivo, de ti, sin ti.
Me quieren,
me acompañan. Nos vamos
por los claustros del agua,
por los hielos flotantes,
por las pampas, o a cines
minúsculos y hondos.
Siempre hablando de ti.
Me dicen:
"No somos ella, pero
¡si tú vieras qué iguales!"
Tus espectros, que brazos
largos, que labios duros
tienen: si, como tú.
Por fingir que me quieres,
me abrazan y me besan.
Sus voces tiernas dicen
que tú abrazas, que tú
besas así. Yo vivo
de sombras, entre sombras
de carne tibia, bella,
con tus ojos, tu cuerpo,
tus besos, si, con todo
lo tuyo menos tú.
Con criaturas falsas,
divinas, interpuestas
para que ese gran beso
que no podemos darnos
me lo den, se lo dé.
Pedro Salinas
es dejarme que te quiera.
El sí con que te me rindes
es el silencio. Tus besos
son ofrecerme los labios
para que los bese yo.
Jamás palabras, abrazos,
me dirán que tú existías,
que me quisiste: Jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos;
tú, no.
Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte sólo yo.
***
Tú no puedes quererme:
estás alta, ¡qué arriba!
Y para consolarme
me envías sombras, copias
retratos, simulacros,
todos tan parecidos
como si fueses tú.
Entre figuraciones
vivo, de ti, sin ti.
Me quieren,
me acompañan. Nos vamos
por los claustros del agua,
por los hielos flotantes,
por las pampas, o a cines
minúsculos y hondos.
Siempre hablando de ti.
Me dicen:
"No somos ella, pero
¡si tú vieras qué iguales!"
Tus espectros, que brazos
largos, que labios duros
tienen: si, como tú.
Por fingir que me quieres,
me abrazan y me besan.
Sus voces tiernas dicen
que tú abrazas, que tú
besas así. Yo vivo
de sombras, entre sombras
de carne tibia, bella,
con tus ojos, tu cuerpo,
tus besos, si, con todo
lo tuyo menos tú.
Con criaturas falsas,
divinas, interpuestas
para que ese gran beso
que no podemos darnos
me lo den, se lo dé.
Pedro Salinas
Apuntes sobre la escritura: Hemingway
Siempre trato de escribir de acuerdo al principio del iceberg.
Hay nueve décimos bajo el agua por cada parte que se ve de él. Uno puede eliminar cualquier cosa que sepa, y eso sólo fortalecerá el iceberg. Si un escritor omite algo porque no lo sabe, entonces habrá un agujero en su relato.
jueves, 3 de enero de 2013
El fino arte de la risa
Todos
los auténticos novelistas están a la escucha de esa sabiduría suprapersonal, lo
cual explica que las grandes novelas sean siempre un poco más inteligentes que
sus autores. Los novelistas que son más inteligentes que sus obras deberían
cambiar de oficio.
Pero
¿en qué consiste esta sabiduría? ¿Qué es la novela? Hay un admirable proverbio
judío que dice: El hombre piensa, Dios rie. Inspirándome en esta sentencia, me
gusta imaginar que François Rabelais oyó un día la risa de Dios y que así fue
cómo nació la primera gran novela europea. Me complace pensar que el arte de la
novela ha llegado al mundo como eco de la risa de Dios. ¿Por qué ríe Dios al observar al hombre que
piensa? Porque el hombre piensa y la verdad se le escapa. Porque cuanto más
piensan los hombres más lejano está el pensamiento de uno del pensamiento de
otros. Y finalmente, porque el hombre nunca es lo que cree ser.
[…]
François
Rabelais inventó muchos neologismos que luego entraron en la lengua francesa y
en otros idiomas pero una de estas palabras fue olvidada y debemos lamentarlo.
Es la palabra agelasta; su origen es griego y quiere decir: el que no ríe, el
que no tiene sentido del humor. Rabelais detestaba a los agelastas. Les temía.
Se quejaba de que los agelastas fueran tan “atroces con él” que había estado a
punto de dejar de escribir y para siempre. No hay posibilidad de paz entre el
novelista y el agelasta. Como jamás han oído la risa de Dios los agelastas
están convencidos de que la verdad es
clara, de que todos los seres humanos deben pensar lo mismo y de que ellos son
exactamente lo que creen ser. Pero es precisamente al perder la certidumbre de
la verdad y el consentimiento unánime de los demás cuando el hombre se
convierte en individuo.
Milan Kundera, El arte de la novela.
martes, 1 de enero de 2013
Gertrudis
¿Te platico, Gertrudis? Bien, te platico. Tenía ocho años. Me encontraba en el norte del país muy cerca de la playa. Aquellas fueron mis primeras y últimas vacaciones en familia, había viajado desde Aguascalientes hasta Nuevo Laredo en la parte trasera de una madrina (no, no crea usted que iba en el culo de algún pariente, mucho menos un ser mitológico, sino un gran trailer en el cual transportan autos). Luego de que asaltaran el hotel barato en que nos hospedábamos, mi padre nos llevó a uno un poco más seguro y adivina... con piscina. Sabes, Gertrudis, nunca he estado en el mar. Nunca. Así que era mi deseo ir al mar, pero no fuimos, o si a ir le llamas estar parada unos segundos viendo las olas desde el auto...Entonces, puedes decir que fui, pero yo no lo afirmaría. Total, ¿recuerdas que en mi hotel había una piscina? Pues adivina, en la piscina habían dos tortugas. Muy grandes, más que tú. Estaba soleado, la piscina era de unos tres metros de profundidad y para mis ojos párvulos, parecía todo un océano. Una inmensidad turquesa tejida de luz en el fondo y aquellas dos esmeraldas gigantes nadando en ella. Y así fue, Gertrudis, que me empezaron a atraer las tortugas. Después, dada mi torpeza y lentitud, sin ofenderte, sentí todavía más afinidad hacia ellas.
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