I
Aquí estamos sentados mudos y llorosos
esperando que aparezcas sabiendo
que probablemente no te volveremos a ver
hojeando los periódicos en busca de noticias
vemos tus fotos viejas
¡qué hermosa eras! pensamos
(yo no sabía que fueras tan hermosa)
son fotos tomadas hace muchos años
en que ya se mezclaba
la profundidad y la tristeza
a una belleza femenina
inusitada
espléndida
una belleza que luego se fue añejando
dulcemente
cada vez más borrosa
más tierna y confidente menos esquemática
como la orla de las olas en la arena
cada vez más eterna
las balas comienzan ya a rozarnos la piel aunque vengan de lejos
y todos notamos que hablamos de ti en tiempo pasado
y nos corregimos mordiéndonos la lengua
y buscamos tu rostro en el espejo
II
pero en el espejo no encontramos tu rostro
porque no vemos nunca otra cara que la nuestra
o la cara que se nos asemeja
o quisiéramos tener
no hay otro rostro nunca en el espejo
es un sólo rostro el que con tal detenimiento
examinamos siempre en el espejo
en el espejo de los otros rostros
encima de los hombros
de la bufanda del collar de perlas
del cuello de tortuga
la corbata
o el brassière
nunca encontramos más que un solo rostro
el nuestro
ese es el que nos falta cuando falta el tuyo
pero hay muchos otros rostros muchos muchos
III
el chofer de tu madre secuestrado contigo tenía un rostro
¿tiene? ¿tenía?
¿lo habríamos visto aún teniéndolo en frente?
nadie mira a los choferes
a las secretarias que sonríen mecánicas
encima de la máquina
respondiendo a sonrisas mecánicas
de personas que jamás las miran
cuando les hablan
o si acaso las miran no las ven
secretarias choferes dependientes cajeras
tanta gente sin rostro en cuyos ojos
jamás nos buscaríamos
a quienes sólo vemos como esquemas
corteses buenos días dudosas caravanas
lento trabajo y tedio
que sólo alivia
un radio de mal gusto
que nos molesta
para encontrar tu rostro Alaíde
habrá que buscar también los otros
innumerables rostros
que nos faltan
IV
porque sabemos
que no sólo es tu rostro el que falta en el espejo
el conocido
o el desconocido u olvidado
ni sólo el rostro del chofer de tu madre a quien raptaron contigo
y que habrá corrido la misma o peor suerte
a manos de los militares
en Guatemala
son muchos muchos rostros
los que faltan
son tres o cuatro ocho diez o veinte diarios
y cada rostro que falta en algún espejo
es esperado diariamente
como esperamos el tuyo
y mientras no aparezcan
en el espejo
seguirá faltando tu rostro
y el nuestro.
V
había en Londres un chiquillo de diecisiete años
que es la edad de mi hijo
y te nía por coincidencia el mismo nombre de mi hijo
era un joven exiliado que había logrado huir de Guatemala
después del asesinato de su padre
durante unos meses
se había hecho cargo de él un amigo del padre
hasta que también a él lo asesinaron
fue difícil sacar de Guatemala a este muchacho
porque el gobierno había logrado congelar su seguro de vida
y no había dinero para su pasaje
ni seguridad de que lo dejaran irse
pero por fin salió
y vivía solo en Londres
aprendiendo a respirar de nuevo
y pensando en su madre y en su hermana
luego su hermana de quince años
comenzó a recibir cartas amenazantes
en que se ofrecía matarla poco a poco
con gran refinamiento
y hablando de lo agradable que sería
jugar con ese cuerpecito
el autor de las cartas (¿los autores?)
se relamía de gusto
tal es la gente que gobierna Guatemala
y ahora también la hermana está exiliada en Londres
y en esta Navidad los dos tiemblan por la madre
¡y son de los afortunados!
¡de los que tienen forma de obtener
dinero para el viaje
y escapan con la vida!
VI
la Navidad de pronto es esta búsqueda
de todos esos rostros
Alaíde
el tuyo conocido
el otro tuyo
que jamás conocimos
el que tú misma tal vez no llegaste a conocer
no sabías que tenías
el de tantos todos entrañables que de pronto faltaron
dejaron de asomarse al espejo de la vida diaria
al espejo de los ojos que mirarían por la mañana
encima de la almohada
encima del café
del escritorio
frente a frente
por las calles
rostros a veces vistos
y a veces ignorados
pero siempre reales para alguien
indispensables
aunque sea para la diaria rutina
o la amarga ternura
la charla ya automática
o la mirada a fondo
que de pronto recupera en el espejo de esos ojos ajenos
el propio rostro largo tiempo esperado
todos esos rostros también nos hacen falta como el tuyo
los seguimos esperando
seguiremos
hasta que algún día sus ojos
se asomen a los nuestros
y nos reconozcan.
ISABEL FRAIRE