martes, 5 de diciembre de 2017

Cada vez que oscurece

Cada vez que oscurece
amor mío,
me sorprende un rostro brumoso en los espejos
y escucho como llueve fuerte,
como llueven los aguaceros.
El recuerdo
la terrible indisposición de los que recuerdan algún lugar,
¿hay álguien en el camino?
No hay nadie en el camino
amor mío y paso distraída
sin ver el balcón donde chillan los azulejos.
Temo recordarte aún en el invierno próximo
y la madrugada ya andando,
hago el último,
furioso intento,
para dormir sin sueños ni claridades.

Miyó Vestrini

domingo, 26 de noviembre de 2017

Cuatro poemas de Martha Lizarzaburu

Fotografía por Yoliztli Ramos.




SOBRE EL BARRO DEL MUNDO

Mis pies caminan
sobre el barro del mundo.
Soy su misma dulzura que se enciende
en cada angustia con la misma verdad.

Ser terrestre,
ato la soledad a la esperanza.

Y me siento vivir en la vehemencia
del fruto amanecido.





VISIÓN RECOMENZADA EN EL SILENCIO

Me busco.
Me camino.

Una nueva verdad sobre mi tiempo me ahorra
la esperanza.

Cada día distinta,
desemboco en esta ardua soledad:
me reconozco en mi visión más íntima
y recobro mi sueño
desterrado de la lumbre frugal.

Aquí mi corazón es el comienzo
de todo canto
y de toda alegría pequeña.

Más allá,
las estrellas de siempre
y los mismos silencios acoderados en la niebla.





PEQUEÑA HISTORIA

Un día
mis iluminaciones se volvieron palabras
y me empezó a crecer sobre los pies la
tierra.

Nevé mi nieve oscura
para que en las alondras se me ahuyentara
el alba.

De tierra el dulce harapo suspendido del
alma.

Y el dolor de las manos sobre el
viento: curvatura sonámbula.

Liana de piel en tránsito
anudada al silencio de la página.

A la armazón insólita del tiempo
a la hora sin cenizas y sin lágrimas.

Entonces las alondras cruzaron ligaduras a
sus sombras delgadas, y me empezó a crecer
sobre la voz la nieble
y sobre el corazón
el camino hacia un cielo de paja.





MEMORIA DEL FUTURO SILENCIO 

Es así como tengo que madurar mi muerte:
a pasos desolados.

Entre el hueso y la piel,
el ascua negra desbordará cansancio,
y quedará en silencio la tersura
de mi cuenco de tierra.

La sed.
Esta llovizna inconmovible
sobre el rostro.

Y mi muerte en sigilo
inventando sonidos en los charcos.




Poemas tomados de la antología Ocho poetas tanáticas del Ecuador.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Pola, o yo le lloro como papán




Tengo unos ojos...
   dos ojitos
   ¡ay ojitos pajaritos!
   cafecitos
                (como plumas de papán)

Tengo una risa...
   risa loca
   risa amarga
   sonrisota

               (naj ni uetzka ken papan)

Tengo mi mamá...
   mi mamá no está conmigo
   iajki Estados Onidos
   lava coches
               (como mi abuelita  nixtamal)

Tengo mi tía
   Lulú siempre me cuida,
   tiene su casita
   pitzilitzin chiquitita
                 (como nido de papán)

Tengo ropa y zapatitos...
    mi tía me hace bocolitos
    Brenda sus berrinchitos
    mi tío me lee tantito...
    pero yo
   con mi risa que es ruidosa
   con mi nido que es bonito
   con mi prima y mis tíos
   yo quiero mucho a mi mamá
   y la extraño y chillo...
              (naj  nij chokilia ken papan)


Extraído del libro XOLO, autores: Juan Pablo Villa y Mardonio Carballo. Puedes escucharlo recitado por Mardonio Carballo, aquí.

jueves, 19 de octubre de 2017

Dos poemas de Heather Cox



UN NUEVO TIPO DE LETRAS

Trato de escribirte con sangre,
para que así puedas apreciar mejor las letras
pero la sangre comienza otra historia.
Cuando escribo amor las plaquetas marchan
y en su ausencia está obligación
Te digo que nunca te dejaré, escribo siempre
pero dice evaporar y después desaparecer.
Me canso de intentar decirte la verdad
y aún así trato de firmar con mi nombre
pero las letras escriben nadie.


LUNÁTICOS

Debe haber algo en el agua
si esta piedra tuviera primaveras o lagos,
al menos lluvia
pero está tan seca y sólo es polvo
y eso, ¿con qué excusa nos deja?

Si este lugar tuviera ríos y lagos
¿tomaríamos toda el agua y nos hundiríamos?
No dejaríamos una nota, una excusa.
Nos volveríamos limo en silencio.

Los cosmonautas saben que esta oscuridad es locura
sin cielos azules ni el sol naciente
sin pequeños sonidos como zumbidos en una colmena,
nada más que el ruido de nuestros pensamientos.

Sin cielos azules, sin el sol naciente, sin Starbucks
todas las cosas que conocimos no están ahora para nosotros.
Nuestra única comodidad es el sonido de nuestros pensamientos
repitiéndose sin fin como líneas en un poema.

Todo lo que conocíamos se ha ido.
Todo está tan seco, estamos rodeados de polvo.
La tierra estéril se repite como una línea plana.
Debería haber algo en el agua.


jueves, 24 de agosto de 2017

Tres poemas de Maricela Guerrero




RETRATO A LOS VEINTIDÓS

De mi mesma soy verdugo
y soy cárcel de mi mesma.

Juana de Asbaje


Me apalabré con algo más que con un hombre,
engaño colorido, digámoslo así, soy gramática:
y soy feliz.

En un abrir y cerrar de persianas
pestañas piernas redonda,
elemental;
con la más elemental de las cocottes de cualquier
época, singular simple
redonda como la más o menos Juana de Arco,
señorita de Avignon redonda
aunque cubista de ángulos convergentes y divergentes
las aguas de cualquier hidrografía hagiografía.
          Santa esquizofrénica, mártir confesa, abandonada
          nomás
para que me creciera otra virginidad más dulce
una ternura inusitada y palabras
sujetas a la noche, corriendo
detrás de las espumas y el color calor de un cuerpo
compañías gramaticales
semánticas corriendo por la
vida, sangre carne rosas;
        y mientras la Gracia me excita por elevarme a
        la esfera
redonda, donde el nombre converge y es sagrado,
digamos,
       gramática, las bodas con la palabra
       un adulterio de aguas mansas.




GALOPE

Viene de todas las muertes un rumor de espejos:
         perdimos un caballo naranja que hablaba de poesía
            y cultivos marinos,
         hace un tiempo:
         -de lo perdido lo hallado-
         él hablaba en naranja oruga pipa de opio the
            wonderland's alicia, dijimos,
mirando el techo mirándonos los pies y la sonrisa naranja
         en cortinas de humo, caballo naranja a galope de la
             locura -no Lorca, algo
más simple y más triste-
         cambiar cambiar de lugar, nadie de tonto sin
             sombrero, muchos no
cumpleaños se nos acumulan: cambiar cambiar cambiar de
         lugar y techos y pies
que las cortinas de humo desmenuzan cuando nos duele el
         sol por lo naranja, por
lo que se nos quita de la noche y su galope de espejos
         -y es hora de cuidarnos de nuestro hígado y de no
          jurar nombres en
vano-: cambiar cambiar cambiar de lugar a galope,
         a galope se desvanece el mar la noche el techo los
               pies y las palabras
naranjas, a galope: ráfagas perdidas naranjas de lo hallado
-de lo perdido: la sonrisa naranja y los sombreros.


CHARLES BUKOWSKI & THAT WOMAN

Y lo conocí.
Si lo conocí, y bueno, no le dije crápula, pero casi.
Y que me le voy encima,
a quitarle los puntitos negros, los barritos:
extraer celosamente esa sustancia blancuzca y deleznable,
dilatarme en la exprimidera, a veces en el coche,
el tianguis, la cocina y en medio de ese placer, coger.
Hasta que el hombre se quedó sin puntos que exprimir
y un poco sin mi amor.

Hallé los pelitos que salían de sus orejas,
de su nariz, los saqué uno a uno con las pinzas:
los arranqué, ¡qué sensación!
con las pincitas, hasta que se quedó sin pelitos.
¡Lástima! Pensé.
Sin barros ni pelitos.
Lo intenté, sí quise. Le sustraje
cerilla de la oreja...traté, pero no pude, amarlo.

Así que agarré mis garritas y me largué.
¡Qué hombre tan mezquino! ¡Tan sin sustancia! Pensé.

                                                                        Esa mujer*


*Este poema juega con un poema de Charles Bukowski titulado That woman.

Tomados de "De lo perdido, lo hallado", Práctica Mortal, CONACULTA.








sábado, 12 de agosto de 2017

Se distraía el viento de Enriqueta Ochoa




Al registro de mis días
sé que lo único vivido
se circunscribe a ti,
varón para mi amor,
varón para mi sed. 
Fructificaste en mi vientre
cuando el luto paterno más dolía.
Marruecos fue nuestro hogar primero.
Allá se distraía el viento,
entre los aromas de la mimosa y el azahar. 

Se inquietaba la noche
ante el ir y venir incansable
del mar contra los peñascos oxidados.
Se inquietaba la noche,
todo lo invadía un sabor de menta y sal.

Tus manos se deslizaban,
era como si mi piel infiltrara la tuya.
Crepitaban los leños en la chimenea,
serpenteaba la avidez,
la desesperación amorosa cuando tus labios
subían por mis muslos. 

Las llamas de la hoguera 
lamían suavemente los muros del fogón.
Estábamos en movimiento al compás de la música,
entonces, tú me dejabas hacer.
Era la palpitación universal del ritmo dentro de los cuerpos. 

A toda velocidad, incesante, 
el mar se estrellaba contra los acantilados
y caía desde la punta del grito desfallecido,
estirando en su espumoso fervor la piel de la arena. 

martes, 8 de agosto de 2017

El ángel custodio de no-sentir de Jorie Graham



Como donde sopla un viento.
Te lo puedo enseñar.
La forma de desesperación que llamamos “mundo”.
Un robo, sí, pero murmurador, lleno de miedo.
En el cual el “yo” es visto meramente como espécimen,
incompleto por ello, dotado en exceso,
maniobrado para librarse de precipitados
biológicos –hipótesis, humildades,
propensiones…
¿Quieres venir conmigo?
¿Sabes cómo se ven distancias en un paisaje?
Podemos emborronarlo. Podemos disolverlo
todo. ¿Conoces la edad previa?
¿El modo en que carece de forma hasta que el amor
la recorta? Degustamos el cariño crudo, taciturno, duradero,
hasta gastarlo, lo picoteamos, lo erosionamos, hasta hacerlo
desaparecer, el coraje liviano, el equipaje agujereado
en el que llevas de un sitio a otro
tus sueños traspasados de corrientes –sueños de formas, de
conciencias
en bisagras, todos entrelazados –sueño adelante –
la cadena que echaste está sonando,
aunque está hecha de aire, de menos, mira, por aquí
refleja, por aquí se curva
en espacio, por aquí se asemeja – rápido – sólo por una
milésima de segundo –a la felicidad – conjunto incorruptible –
qué relajante, tan real, un saliente sobre
la cascada – sucede con la música, cuando
escuchas –cuando intentas escuchar –
el aislamiento de lo exiguo, el tú en soledad,
un ínterin erizado de argumentos, ilusiones –
constituyen lesiones, se despliegan por una piel
desnuda, una ondulada extensión planetaria de piel humana,
no como la sensación de una presencia inadvertida,
no como – oh demolición de ola,
Estamos esperando a que suene el teléfono,
Estamos ocupados - ¿o no? – nos aferramos – las versiones
de la desolación que marcamos en listas, en
millas – la ola, aparece la ola
pero cuando se retira se encrespa en su borde
como paradero, la luz de la luna azota
en su rizo, repiquetea como inventario en su rizo,
la ola – despierta – la ola cuyos trozos
te daré si todavía piensas –
Pospón el día del debilitamiento,
deja que la barra de arena se alce a nuestras espaldas,
la cama servirá,
el salpicar de la textura, la sombra – manga con brocados
sobre la silla – el corredor de misterios
que denominas tu pelo – la mampostrería de tus
retrasos – pluma, tinta, papel – amigo mío,
mira la tinta, hunde los dedos por su cuello abierto,
pon la mano en el labio – así – hazlo otra vez, otra vez,
borda la boca, frota, exagera –
pequeñas formas en halo alrededor de los dientes,
el espejo en la pared lo muestra todo,
furioso, votivo –
oh, mira, el corazón pequeño
pronunciando, declamando, expulsando sus ceros negros,
crujientes, inaudibles.

miércoles, 26 de julio de 2017

Dos poemas de Julia Escobar





No nacimos para descansar.
Nacimos para aceitar una y otra vez
la lámpara vieja que ilumina nuestro rostro fatigado
y que hace brillar nuestro sudor.
No nací para descansar.
Nací para buscar estrategias para abrirme camino entre la espesura de la selva,
encontrar mi comida y defender mi lecho de mis enemigos.
Para escribir en el vidrio empañado, en la arena, en el lago,
mientras espero el próximo peligro.
No nací para descansar.
Pero quizás descanso en los instantes en que veo nacer la llama de la lámpara,
cuando diviso el paisaje desde la cima de la montaña,
cuando el viento se lleva mi aliento o me lo intercambia,
cuando el árbol me lanza un fruto
y las flores me parecen bellas,
cuando respiro y pongo el punto de la efímera escritura.






En los titulares de los periódicos de mi país
se dice que se encuentran varios muertos al día
en el río que atraviesa a mi ciudad,
como una herida de cuchillo en la cara.
Se dice que las mujeres mueren después de las cirugías plásticas
(y uno ve tantas por la calle…
Sus pechos y glúteos llenos de vanidad,
porque “vanidad, vanidad, todo es vanidad”).
Se discute en los países la aceptación del matrimonio gay.
Se cuenta que los famosos usan este y otro producto
y que se mantienen en los juzgados
y los muestran a veces sin maquillaje o sostén.
Se habla de políticos que dialogan con pájaros
y que el Vaticano visita asiduamente las páginas porno de internet.
Se narra de un país oriental que juega a la amenaza de la guerra nuclear
y mi país pelea con otro por un pedazo de mar.
Y, en un cuarto pequeño, alguien como yo
bebe vino y calla,
calla siempre
y escribe mientras muere el día,
mientras muere una tarde con libertad falsa de fin de semana.

martes, 27 de junio de 2017

Tres poemas de Goethe




UNO Y TODO

Por encontrar un mundo sin fronteras,
en que nada será nunca bastante,
lo limitado se disuelve a gusto;
en vez de vago anhelo, querer firme;
no un humilde pedir, sino un derecho;
entregarse a sí mismo es un placer.

Alma del mundo, ven a traspasarnos.
Que fundirse a tu espíritu abrazados
será nuestro ejercicio entero y alto.
Hacia ti se dirigen los mejores,
y hacia ti nos señalan los más sabios,
a ti que creas y recreas todo.

Y en este recrear lo ya creado,
para evitar que rígido se vuelva,
hay una eterna y viva actividad.
Lo que una vez no fue, ya existe ahora,
los claros soles, las vistosas tierras,
sin excepción ni trampa es esta ley.

Debemos, pues, obrar y transformarnos,
y, encontrada la forma, hay que cambiarla.
Que algo perdure es solo una apariencia,
porque lo eterno eternamente cambia.
Así, pues, en la nada todo cae,
pues todo por seguir siendo, suspira.



UN SENTIMIENTO HUMANO

Oh, dioses, grandes dioses
del alto firmamento.
Si nos diéseis aquí,
sobre esta dura tierra,
la firme voluntad
y el claro entendimiento,
tranquilos os dejáramos
disfrutando,
oh benditos
de vuestros anchos cielos.


NORMA DE VIDA

Si quieres ser feliz,
olvida lo pasado,
y si te ves desnudo
hazte de cuenta que acabas de nacer.
A cada nuevo día pregúntale qué quiere,
y cada nuevo día lo dirá.
Sean tus propios trabajos tu alegría,
y alégrate también con los de otros,
que el primer bien es no sentir envidia.
Y deja a Dios el resto.

sábado, 24 de junio de 2017

Tres poemas de Tania Ganitsky






La voz es un lugar
oscuro
tomado por animales feroces
en los que ya nadie cree.
Para hablar
hay que escapar
del fuego de sus pupilas
y del filo de su hambre.
Para poder decir
miedo o mío
hay que imaginarlos jugando.




Un día no tendré escritura.
Sacaré la lengua como los colgados,
inútilmente.
Nunca dominé la gramática del fuego
y mi idioma
siempre se inclinó hacia las cenizas.
Para entonces habré domesticado
el silencio,
que me seguirá como un perro.




Nunca he tenido algo
que decir.
La poesía es el síntoma
de mi silencio.
Algunas imágenes errantes
como los tigres
los caballos
y las piedras
flotan en el aire.
Nada de esto pesa, pasa, aplaza.
Las metáforas
no concilian la distancia poética
de dos abismos.
El mar ha muerto
El desierto ha muerto.
Lo sé porque una vez envenené
a un caracol con sal
y burbujeaba
igual que este vertedero
de palabras.


Tomado de TRANSFRONTERIZAS 38 Poetas Latinoamericanas.


martes, 20 de junio de 2017

Poemazol de Xitlalitl Rodríguez Mendoza




Esta mañana
antes de ir al trabajo
fui a la Súper
Farmacia de Dios,
donde además de medicinas
venden recetas.

La doctora, una década
menor que yo,
me habla de usted
pero dice que los pacientes somos
como niñitos
aprendiendo a caminar
y eso la pone en el papel
de mi madre.

Me regaña porque
no me gusta la fruta
y me hizo recordar
a María Auxiliadora,
muchas gracias,
bata blanca.

Me dice que no debo
ingerir
alcohol
grasa
legumbres
cucurbitáceas
ahora me
recuerda a
ese escritor
¿o era una oveja?
que ya en el
XIX las advertía.

Me pregunta si
manejo: no lo hago.
Entonces, dice,
no tengo nada
de qué preocuparme.

Mi diagnóstico es
gastritis
y una colitis
de miedo, eso
dice: de miedo.

En mi oficina
me advirtieron
que podrían correrme
si sigo llegando
tarde
pero no duermo
por pensar en que
otra vez
me quedaré
dormida y voy a retrasarme
y esa angustia me quita
el sueño y al día siguiente
no puedo despertar,
es así que llego
doblada de dolor
a la oficina.
Tarde, doc.

Ahora debo
dejar de comer
lo que me gusta y
mantenerme sana.

Salud para trabajar,
salud para pagarle,
salud para atender
las alertas de la Organización
Mundial de la Salud.

Y yo lo que quisiera
es que usted me ayudara
a morir, doc,
poco a poco,
a vivir
largamente,
vigilarme
hasta el paso angosto
de una vejez con mi
único objetivo profesional:
no pagar renta
ni cumplir con un horario
de oficina
y así tener tiempo
de ver crecer
helechos que
como yo
transportan en el aire
insectos metálicos
de esta ciudad ya extinta.

En pocas palabras, doctora,
sólo quisiera morir
sin preocuparme de
llevar ideas con punch
a la junta del siguiente lunes.



Tomado de la antología "Transfronterizas" 38 POETAS LATINOAMERICANAS.

viernes, 16 de junio de 2017

Consiento de José Ángel Valente

Debo morir. Y sin embargo, nada
muere, porque nada
tiene fe suficiente
para poder morir.
No muere el día,
pasa;
ni una rosa,
se apaga;
resbala el sol, no muere.
Sólo yo que he tocado
el sol, la rosa, el día.
y he creído,
soy capaz de morir.

jueves, 8 de junio de 2017

miércoles, 10 de mayo de 2017

Más poemas para la madre



MADRE

Madre nuestra
Que estás en cualquier parte
Recuerda que también
nosotras nacimos como tus hijas
Y que nunca hemos sido amadas.

Fuimos desterradas del Padre
Ganándonos cada día
Con el trabajo del cuerpo
El pan, la ropa y las cobijas.

Nunca santificaremos nada
Porque también en el cielo hemos sido
rechazadas

No tendremos nunca el reino
Porque por malas, sucias, adúlteras y
pecadoras
Ya fuimos estigmatizadas

¿Qué más da, si nos queda voluntad?
Poco o nada como opción tenemos ya
Ni el cielo ni la tierra serán nuestra morada

Líbranos del mal, de sabernos humanas
Y que de vanidad de pensar
Que para este mundo
Somos necesarias.
Amén.


NURYA GONZÁLEZ RUIZ





TRAZOS PARA UN RECUERDO

A mi madre


Cuando más me parezco a lo que es la ceniza –sólo gris despedida, disuelta sequedad– humedezco mi boca envejecida por nombres y palabras en una, en una sola siempre joven, como en un vaso de agua matinal. Esa palabra viene como la primavera, con dos manos azules, para tocar el sitio donde todo lo verde tiene puesta su verde memoria de volver. Y es como una de esas mañanas caídas de repente, como una loca y total claridad que devuelve los árboles, encalla en los espejos, sacude la hierba del polvo oscuro de la noche y tiende en el cielo brazadas de nubes para que una niña piense: “La ropa de los ángeles limpia y puesta a secar”. (Eso era lo que pensaba aquella niña de otro tiempo y otro lugar VI que tenía un perro oscuro, una yegua blanca y casi ningún motivo para llorar.) Esa palabra se llama agua, se llama tierra, se llama hilo y manzana, es la rana en medio de la charca y es aquel árbol y su manera de cantar. Es también la flor que estuvo en el prado abierta y misteriosa, como una verdad. ¿De dónde viene el húmedo estribillo que entreabre los tréboles con su olor a verano? No lo sé. Y aquí está. Con aquel gran gato dorado como un ovillo de sol. Con aquel pez jugando a que ardía bajo el agua y cruzaba rayando de granada su sala de cristal. Si yo pudiera decir esa palabra todo me rescatara del invierno, todo me lavara de esta sal. Sé que está allí donde ella estaba y ya no está. Sé que está allí donde me arrepiento y no quisiera haber hecho el mal. Sé que está en la memoria de mi alma y está bajo una piedra que no quiero mirar. Sé que está donde se hacen mis lágrimas donde se alzó mi casa, donde mi hermano canta cuando tengo otra edad y no pienso en la muerte y ato los días como un ramo de flores y los pongo en mi delantal. Sé que está entre unos libros viejos y una tenue escritura y un retrato de niebla, y una lección de música, y unos domingos claros, y unas alas de polvo, y unas matas de mirto, y un enterrado aroma de albahacas y de azar. Sé que está entre unas manos que me quisieron y ya no he de tocar. En todo lo que amo, en eso que me duele y tiene la forma de mi soledad. Es el rostro del eco. La espalda de la dicha. Es un camino que sólo lleva hacia atrás. Y que me voy, me hechiza y me detiene y me quiere llevar allá donde yo jugaba y mis perros corrían y la vida nunca se iba a acabar. Aquí estoy. Donde no hay más adelante y tampoco se puede regresar. Con la palabra entre unos labios que ya no la saben pronunciar. ¿Qué hago con estas flores secas en la mano? ¿Qué hago ante esta casa demolida, ante esta puerta de sal, ya caída y para siempre sellada, por donde nadie más entrará? Muchos ojos me han olvidado. Ojos me han olvidado. Ojos que yo cerré como ha cerrado el tiempo el ojo de este umbral. Detrás de mí, la muerte. Y delante también. Siento que no conozco a nadie de esta hora, que todos acaban de llegar.


MARGARITA MICHELENA





CASA EN RUINAS (fragmento)


En la última carta que escribí a mi madre no sé cómo con qué signos pero le hablé del árbol que plantamos No espero una respuesta si acaso yo pudiera desear algo sería una foto suya Pero le hablé del árbol y de su gris contorno contra el cielo de la bondad con que calla de la amargura con que se va dejando morir y mi instinto me dice él, que siempre responde aunque no lo espere, que por la tarde dentro de algunos meses mi madre tomará la carta y sabrá de toda la desesperación con que la extraño.

ARLETTE LUÉVANO






A TUS PIES OFRENDO MADRE...

A tus pies ofrendo Madre la servidumbre de mis reproches quémala la carcoma de repetirme en la misma letanía de dolor quémala la turbia resaca de remordimientos quémala la viciosa costumbre de esperar lo improbable quémala la excusa del miedo que paraliza cobarde quémala la bastarda disculpa del amor rechazado quémala la mezquina astucia de apresar el tiempo quémala la distorsión que se juzga fiel certera quémala la calculada incapacidad de reparar el daño quémala quema las escorias que lazan mi vuelo y bendice Madre lo que aún me queda por andar…


ESTHER SELIGSON

sábado, 6 de mayo de 2017

Dos poemas de Pat Parker





Para la persona blanca que me pregunta cómo ser mi amiga

Lo primero que haces es olvidar que soy Negra.
Segundo, nunca debes olvidar que soy Negra.

Puedes amar a Aretha,
pero no la escuches cada vez que vengo.
Y si decides poner a Beethoven,
no me cuentes su historia,
también nos hicieron estudiar
Apreciación Musical.

Come comida soul *
pero no esperes
que te recomiende restaurantes
o la prepare para ti.

Y si una persona Negra te insulta,
te roba, viola a tu hermana,
destruye tu casa,
o solamente se comporta como un imbécil;
por favor, no te disculpes conmigo
por desear golpearlo.
Eso me hace preguntarme
si eres un tonto.

Y aún si de verdad crees que los Negros
son mejores amantes que los blancos.
No me lo digas.
Empiezo a considerar cobrar  honorarios
por ser una semental.

En otras palabras,
si de verdad quieres ser mi amigo,
no hagas una faena de ello.
Soy una floja. Recuérdalo.




**


En la materia de Literatura Inglesa,
me dijeron que Kafka era bueno.
Las mejores pesadillas
de toda la historia.
Creo que debo
buscar a ese profesor
y preguntarle por qué
no estudiamos
al Departamento de Policía de San Francisco.





* La comida soul refiere a una gastronomía estadounidense propia de los inmigrantes sudafricanos.
Tenía como principal característica el uso de pocos ingredientes, pero a pesar de esto, su elaboración se veía envuelta en un misticismo amoroso: transformaba  los escasos ingredientes en platillos que traían de vuelta la imagen de la familia y el hogar, que alimentaban el "alma".

domingo, 30 de abril de 2017

El mundo según mi corazón de Lauren Yates





I.

Sólo hay espacio para uno.
Las sillas de concreto mantienen a los curiosos en la bahía.
Nadie holgazanea aquí.

A veces un viajero extraño,
ignora la arena: el frío gris
delineando su cuerpo.



II.

Nuestra historia en una sola toma.
¿Una decisión estética?
No pudimos conseguir más rollo.



III.

Yo no lo quería
hasta que me hiciste consciente de ello.

Él, un mal aguacate.
Yo, vientre delicado en una tormenta salada.
No volveré a comer guacamole en mi vida.


IV.

Mi corazón hormiga obrera,
carga cincuenta veces su tamaño.
Sólo porque puede no debería hacerlo.


V.

Sólo soy feliz cuando no sé toda la verdad.
Miénteme. Frena mi impulso

de saberlo todo.
Estoy aprendiendo a vivir
con este estar rota.
Olvidaré cómo es que debo verme.
No me lo digas.
Déjame seguir poniendo catsup
y rebanadas de queso sobre pan.
Esto, para mí, es una pizza.
No me digas lo contrario.


VI.

Tratar de salvarlo
es como sacarle una sonrisa
a un guardia del Palacio de Buckingham.

Si deja sus vicios,
él será para alguien más.


VII.

Algunos días, tengo sentido del humor.
Me digo: encontraré a un amante viejo y rico.
Sus hijos tendrán mi edad.
Me llamarán "mamá".


VIII.

Sólo porque puedo amar, no significa que deba hacerlo.


IX.

Sólo hay espacio para uno.
Algún día, un viajero extraño
me traerá la pizza más exquisita.

"¿De qué es?" le diré.
"Difícilmente me sabe a catsup".

sábado, 29 de abril de 2017

Dos poemas de Sierra Demulder

Dominique Fortin




El permanente

La primera vez que mi madre se impuso a mi padre,
se hizo un permanente en el cabello.
Él le había dicho que no lo hiciera,
le dijo "es un desperdicio
de mi dinero ganado tan arduamente".

Mi padre me cuenta esta historia mientras llora,
ahora es mucho más dulce, un neumático sin rueda.
Mi madre volvió a casa de la estética,
y sería maldecida, si no se me veía maravilloso. 
Eso me mataba, Sierra, lo juro por dios. 

El permanente, ese primer murmullo
en un cuarto silencioso, el primer balanceo
de un murciélago sólo para descubrir
que la piñata es en realidad un perro.
Mi madre lloró durante horas,
no habló en una semana.

Ahora, treinta años después,
yo soy poeta
y estoy contando esta historia como si fuera mía.
Cosecho esta espina,
este embarazoso dolor de muelas.

Hago que mi padre arrastre su temperamento
fuera del almacén por la muñeca,
Y hago que mi madre vuelva del salón
una y otra y otra vez.







El mejor hombre

Inevitablemente, mi padre llorará en mi boda.
Vestirá su único abrigo con naturalidad,
como si usara una caja de cartón.
Sus pantalones de mezclilla,
su corbata anudada mecánicamente
como oropel.

Poco habituado a los eventos formales,
tiende a moverse en su asiento,
impaciente como un serrucho.
Cuando llora, y siempre llora,

lo hace de la única manera que puede hacerlo
el padre de tres mujeres:
su pecho como una boya agotada,
suspira y asciende,
mientras todo en su rostro se hunde

como si alguien hubiese lanzado
una piedra en un estanque
y las ondas se expandieran eternamente
es el más hermoso ahogamiento.



miércoles, 26 de abril de 2017

Deseo de Dulce María Loynaz


Que la vida no vaya más allá de tus brazos.
Que yo pueda caber con mi verso en tus brazos,
que tus brazos me ciñan entera y temblorosa
sin que afuera se queden ni mi sol ni mi sombra.
Que me sean tus brazos horizonte y camino,
camino breve, y único horizonte de carne;
que la vida no vaya más allá... ¡Que la muerte
se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!...

martes, 25 de abril de 2017

Olor de Jacinta Escudos




Vengo con olores extraños en el cuerpo,
con olor al canto de las ranas
que llaman a sus esposos en la vera del río,
con olor de potreros que se queman en la oscuridad,
con olor a ubre de vaca en mis senos dilatados por el deseo
con olor a manantiales sudoríficos
nacidos en la ranura de los cuerpos en batalla.
Vengo con olor a río, a lago, a pantano,
a olvido por minutos,
a calor en un pueblo perdido,
a cigarro fumado en la espera,
a polvo, a lluvia, a tiempo, a moho.
Vengo con olor de amor
en un lecho esquinado,
en un cuarto oscuro,
en una casa a la orilla del río.
Vengo con olor de amor
de un hombre que pierde su sombra,
de un hombre con cuerpo de barro,
de un hombre de corazón de pájaro.
Vengo con olor de un hombre
que se llama Alejandro
y que tiene olor a mar.

lunes, 24 de abril de 2017

Soneto de otoño de May Sarton



Si puedo dejarte ir como los árboles dejan ir
sus hojas, tan naturalmente, una por una;
si puedo llegar a saber lo que ellos saben,
que la caída es alivio, es consumación,
entonces el miedo al tiempo y a la fruta incierta
no perturbaría los grandes cielos lúcidos,
este otoño extrañísimo, dulce y severo.
Si puedo soportar lo oscuro con los ojos abiertos
y llamarlo estacional, no áspero o extraño
(porque también el amor necesita un tiempo de descanso),
y como un árbol estarme quieta ante los cambios,
perder lo que se pierda para guardar lo que se pueda,
la extraña raíz todavía viva bajo la nieve,
el amor resistirá -si puedo dejarte ir.

Tomado de la antología "Emma Gunst".

sábado, 22 de abril de 2017

Jaguar de Elsa Cross




I

Niño jaguar.
                 Serpiente.
Fauces abiertas,
ojo que se agranda.
Tu pupila devora el cielo:
noche llena de ojos.

El río lleva caracoles
que en la roca se prenden
                       -turquesas bajo el agua.
La arena sella sus secretos.
Entre la piedra, arañas.
Abejas hacinadas sobre las floraciones
                                                  en el limo.

Noche adonde bajan a beber los tigres
silenciosos como crecidas súbitas.

Niño jaguar,
en tus ojos se entrecierra la noche.
Te duermes
cuando el sol dispara sus flechas
entre las copas de los hules
y enciende el pelaje de los monos.





III

Hombre jaguar,
                         muchacho,
boca esculpida.
Me acechas en el día,
                                     me alcanzas.
Tus dientes parejitos.
Tus manos-
                               desatan mi vestido.
Ojos de jaguar,
                              lumbre amarilla.

En todos lados apareces.
Sales bajo tierra.
Hurtas de los Señores de la Noche
las garras,
los colmillos.
Eres sol en lo oscuro.
Eres guerrero,
                         tú peleas.
Manchada de estrellas queda tu piel;
tus brazos,
                       color      cinabrio.

Por la noche me llevas.
Vamos siguiendo huellas
                                   no sabemos ni a dónde.

Corres como sereque,
oyes como venado,
hueles el aire,
                     narices de jaguar.

Frente amarilla.

Soy la oscuridad donde apareces.

domingo, 16 de abril de 2017

Cuatro poemas de Delfina Tiscornia



CARTA A JESUCRISTO

Me seducís
El estrépito del pasado ya no resuena con miedo en mi alma.
Jesús. Voy a seguirte. Estoy entregada a tu Amor
y tu designio amoroso.
No todo es poesía. Te busco en una ciudad maldita,
sufriente.
Pero ahora estás en Todo.
Abrí los ojos del alma. Ya no temo a la vida,
ni al paso de la muerte, ni a ser humano alguno. Vos
me das tu fuerza.
No padezco el tormento del ansia, porque se fueron mi
sed y mi hambre. No eran del cuerpo sino del espíritu, y
es ha sido y será saciado con tu Palabra que bendice
y sana, que aclara y pacifica.
Morí a la vanidad y al hartazgo, la locura, la degradación.
Jesús, Señor, Dios, Altísimo. Te envío esta carta
agradeciendo mi vida y la de mis seres queridos.
Abro mi corazón a tu Amor que no conozco
totalmente, pero creo en él.
El tiempo humano es fantasía.
Pongo el reloj de mi vida en tus manos.
Bendice mi creación, mi canto, mis dibujos, mi poesía,
cada uno de mis actos... bendícelos como una plegaria
de amor y acción de gracias para que se eleven del
amor humano al amor divino que todo lo contiene.
Gracias por mi belleza, mi inteligencia limitada, mi
sensibilidad.
Ayúdame a usarla y encausarla para que no sea
lastimada ya sino que aprenda a curarse y a curar a
otros. Esto te pido con amor y emoción.

Delfina
TU HIJA



***

QUIERO ARRANCAR LA MUERTE DE MI VIDA

Quiero arrancar
la muerte de mi vida
quiero ofrecer
al mundo las cenizas

Voy
a creer que sangro en cada herida
voy,
a bordar
la senda de otra vida

No, Pero no,
la noche y su silencio
no
pero no,
la tarde y su veneno

Quisiera darte
todo lo que odio
para que tú
lo vuelvas compasión

Quiero partirte todos mis deseos
sobre la piel hasta que me olvides
Porque jamás

Hablamos con la muerte
porque detrás
aguarda el corazón

Voy
a nacer
de una hoja desnuda

voy
a volar
en un tiempo extraño
al que nadie conoce y sin embargo
todos beberán cierta vez
esta copa desconocida




***

MIENTRAS OTROS

Mientras otros se reparten
las flores y los truenos
yo quisiera llorar
y ser el fuego


el júbilo intacto de una mañana fría
el gajo desnudo
que se ofrece
cuando ya no queda nada

Quisiera ser
la piedra silenciosa
arrojada al camino

la roja dentellada de una muerte
cualquiera
la pupila roedora del amor
y el olvido

Quisiera irme despacio,
sin despertar a nadie
para apurar mi copa de veneno

Para abrevar en las noche de espinas quietas
la oscuridad de voces
que siempre me espera





***

EL SILENCIO DEJA DE SER UNA RESPUESTA

El silencio deja de ser una respuesta
cuando el azul se quiebra insostenible insoportable,
y los dioses están muertos.
El coraje es tan sólo una palabra
cuando los siquiatras creen saberlo todo
y se enfrentan a su miseria
en un doceavo piso confortable.
Yo ya no río más, no río más.
Sólo los ríos pueden hacerme llorar
el recuerdo de lo bello,
el riesgo de morir y vivir cada instante
guardando las formas
para enlutar un traje más.
Pasó un pájaro de alas rotas
y yo tengo miedo,
miedo del instante que sigue
y el que precede.
Control, palabra odiosa,
todos somos egocéntricos
todos ansiamos la gloria
y una playa desierta que nadie haya pisado,
mancillado con sus sucias botas,
la huella del tiempo, pátina
fácilmente habitable.


sábado, 8 de abril de 2017

Insectario de Hernán Miranda


Rafael Trelles, Ensayo de Gregorio Samsa.



Yo me enamoré una vez de una muchacha maravillosa
y los dos preferíamos los vanos de las puertas,
los rincones más oscuros de los cines,
de las plazas públicas.
Huíamos de la luz como los fantasmas que éramos en realidad
y esperábamos la noche
y apagábamos todas las luces para hacernos el amor.
Yo gustaba de recorrer todo su cuerpo
centímetro a centímetro
como un escarabajo por las habitaciones en tinieblas.
Y ella tenaz y laboriosa como ninguna
tejía y destejía en silencio su tela sobre mis labios.
Un día nos equivocaríamos de grieta
o la luz del día nos ahuyentó en opuestas direcciones
y nos perdimos de vista entre la multitud.

De ese tiempo,
mi sensación de llevar antenas en la frente
y los ojos facetados.

De ese tiempo,
mis pestañas sensibles a la luz del sol
y mi forma de andar
de insecto extraviado entre los hombres.

lunes, 3 de abril de 2017

Elegía de Manuel J. Castilla

Acaso tenga yo tu corazón ahora con la lluvia,
acaso dentro mío no seas sino un aire que llega con mi propia voz y te recuerda,
algo que de mí mismo se prolonga en la tierra todavía,
un gesto que se hace sombra, un olvido arenoso.
Porque aún quedan cosas y cosas por las que estás volviendo.
Está un jardín con flores recién naciendo
y frutos que caen sordamente a la tierra,
y en el jardín, prendida entre los árboles como una telaraña gastándose
tu mirada en remanso.
Queda también la sombra de la madre aposentándose cansada
sobre todas las cosas que han rozado tus ojos
y queda tristísima y amarilla una tarde cayendo entre las plantas
con pájaros perdidos en el cielo.
Yo podría preguntarte de las horas que se espesaban en tí como en un pozo,
de lo que ibas dejando en los amigos,
de aquello que les dabas
cuando en las noches el vino se bebían en lentitud risueña
y por su veta ardida los pescadores,
quemando los inviernos
subían a la fábula y a su río celeste.
Porque en todo ello estabas. De sueño en sueño andabas.
De viaje en viaje sin emprenderlos nunca
pero volviendo de ellos.
Más allá de tus ojos, todo era claro para tu corazón
y la bondad se dejaba estar en tus ojos, silenciosa, como una rosa en una mano.
Ahora que estoy solo iré a buscarte en la noche que te pertenecía
como una amante inolvidable,
iré borrando huellas por los caminos verdes de la infancia
cuando el verano se derrumbaba sobre los niños de los ríos
y los enjoyelaba de bejucos morados
¿Por dónde iré, yo digo, sin hallarte?
En las granadas de la estación, abiertas, he de encontrar tu risa temerosa;
En algún carnaval polvoriento me ofrecerás un vaso de chicha;
en algún pueblo solo, junto al río, vendrás cavando las barrancas húmedas
buscando carne para las pescas largas llenas de vino y de silencio.
Yo sé que he de encontrarte, ya niño distraído,
de cara al cielo de la siesta,
viendo pasar los animales del firmamento y de la tierra
y que han de tropezar mis manos con las tuyas en el fondo del río
como dos ciegos que se buscan lejos de toda luz.
De boca en boca nos hallaremos en viejos años nuevos
con la copa en la mano y una corbata nueva,
tratando avergonzados de abrazarnos como dos extranjeros.
Sí. Yo sé que todo esto que me pasa me volverá a ocurrir
porque esta voz que tengo a veces me sale con tu voz, y eres yo mismo.
Porque esta mano que te escribe es tu mano, y tu sangre es lo que va en mis venas.
Porque este pelo y estos arrebatos son tuyos y hasta es mía tu ropa.
Y míos son tus huesos, y mío tu cansancio y tu dolor es mío
Porque todo es como una palabra que no sale nunca y se muere en la boca para siempre.

jueves, 30 de marzo de 2017

Un poema antipatriarcal de Itatí Schvartzman



NI UNA MENOS

“La amiga que sueña un marido que la mantenga
el pibe que escribe el reggaetton de moda
la madre que educa machitos y princesas
el jefe que escupe: es que está en día femenino
la compañera que te dice: así no vas a conseguir novio
la boluda que aclara: soy femenina, no feminista
la mamá que la viste sólo de rosa, porque es nena
el papá que compra muñecas y cocinitas
y lavarropas a la nena
y pelotas y aviones y juegos de química al varón
el novio que te revisa el teléfono y el facebook
la mina que dice de otra mina que parece una puta con esa ropa
la mamá que sueña un príncipe azul para yerno
el papá que paga por sexo con nenas de la edad de su hija
el novio que no coge con la novia por respeto
y sale de putas después de acompañarla a casa
los compañeros profesionales que en vez de escucharte
lo que tenés para decir en la reunión,
te piden que sirvas el café o hagas el mate
la marca de detergente que sólo te habla a vos, mujer
el médico que te hace cesárea sin necesidad
o el que te hace la episiotomía de rutina
la enfermera que te grita: bancátela, bien que te gustó hacerlo
o la que te ata a la camilla para parir
el marido que te prohíbe trabajar
o el que te esconde los documentos y la plata
o el que te controla los ingresos y egresos
la caricatura política diaria
el chiste de mierda, las propagandas,
Tinelli, la novela turca, los concursos de belleza
el que te obliga a hacer algo en la cama
que no deseás, el que se fija sólo en su placer
el que te dice: ahora no me podés dejar así
el que te humilla, el que te adjetiva, el que te menosprecia
el que te caga a trompadas
el que te aisla, te controla, te cela, te sigue
el que me dijo el primer piropo grosero
a los doce años, el que me tocó contra mi voluntad
en el boliche de moda, en todos los boliches de moda
el compañero que te manda a barrer el piso del local del partido
el compañero que no cuestiona sus privilegios
el que recibe un cheque más gordo sólo por tener pene
y se calla y se lo guarda en el bolsillo
el pelotudo que pregunta y el día del varón, eh?
la mamá que obliga a la nena a levantar
los platos sucios de sus hermanos varones
la pelotuda que rápido vuelve a aclarar
pero mirá que yo soy femenina, no feminista
la que se burla de que no me pinto
la que se burla de que vos no te depilás
la que se burla de que no calzás tacones
la que se ríe de que compro libros y no carteras
el compañero que me mira las tetas
Todos unidos frente al televisor
preguntándose cómo puede ser
que asesinaron a otra mina.”

Cinco poemas de Jorge Teillier




CUANDO YO NO ERA POETA

Cuando yo no era poeta
por broma dije que era poeta
aunque no había escrito un solo verso
pero admiraba el sombrero alón del poeta del pueblo.

Una mañana me encontré en la calle con mi vecina.
Me preguntó si yo era poeta.
Ella tenía catorce años.

La primera vez que hablé con ella
llevaba un ramo de ilusiones.
La segunda vez una anémona en el pelo.
La tercera vez un gladiolo entre los labios.
La cuarta vez no llevaba ninguna flor
y le pregunté el significado de eso a las flores de la plaza
que no supieron responderme
ni tampoco mi profesora de botánica.

Ella había traducido para mí poemas de Christian Morgenstern.
A mí no se me ocurrió darle nada en cambio.
La vida era para mí muy dura.
No quería desprenderme ni de una hoja de cuaderno.

Sus ojos disparaban balas de amor calibre 44.
Eso me daba insomnio.
Me encerré mucho tiempo en mi pieza.

Cuando salí la encontré en la plaza y no me saludó.
Yo volví a mi casa y escribí mi primer poema.



**


RETRATO DE MEMORIA

Un cuento de Hans Christian Andersen

Eras frágil
pero no te asustaba cardar lana
aunque sangraran tus manos.

Siempre llevabas un girasol
para iluminar el despertar de los muertos.

Cuando las nubes se posaban en tus hombros
los ríos guardaban silencio
y se detenían a tus pies.

Aunque te prohibieran cantar
tus labios cerrados era un canto
y los cisnes venían a tu llamado.

Hoy recuerdo que eras hermosa.




**

BOTELLA AL MAR

Y tú quieres oír, tú quieres entender. Y yo
te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni
para los iniciados. Es para la niña que nadie
saca a bailar, es para los hermanos que
afrontan la borrachera y a quienes desdeñan
los que se creen santos, profetas o poderosos.


**

MI AMOR POR TI

Mi amor por ti
Es un vidrio roto por el mal alumno del curso
Una capilla con techo de zinc bajo la lluvia de
Vilcún
Una manzana ofrecida a la profesora por el alumno
bueno del curso
El viento sur jugando ajedrez contra el viento norte
para decidir qué tiempo va a haber
La conversación con los mapuches que desde la costa
traen las estrechas carretas de cochayuyo
El abejorro que zumba deslumbrado al contemplarse
en el espejo
El olor a café en el molinillo de la tía solterona
El recuerdo de rostros bellos como las proas de los
veleros de otro siglo que se recuerdan junto a la
cocina económica
El encanto de leer el Ojo y recitar las tablas de
multiplicar
El gallo de pelea cuyas heridas cura tu padre tras su
última victoria
El maqui de los mendigos que aún no soporta el
aliento de los camiones
El gesto del loco tratando de atrapar un rayo de sol
con su sombrero en medio de la plaza
Un viaje en carreta con los primos para celebrar en
la hijuela familiar el Año Nuevo
Las chispas de la locomotora a vapor iluminando la
noche frente a mi perdida casa
Los nombres de poetas amados que repasamos como
las cuentas de un racimo de uvas de Italia
El primer surco trazado por los colonos con sus
arados de madera
Y en fin
La llave que se nos ha dado para unir la memoria
con el olvido
Y que lanzo al fondo de un pozo
Para que alguien tan afortunado como nosotros hoy
día la encuentre algún día.



**

BLUE

Veré nuevos rostros
Veré nuevos días
Seré olvidado
Tendré recuerdos
Veré salir el sol cuando sale el sol
Veré caer la lluvia cuando llueve
Me pasearé sin asunto
De un lado a otro
Aburriré a medio mundo
Contando la misma historia
Me sentaré a escribir una carta
Que no me interesa enviar
O a mirar a los niños
En los parques de juego.

Siempre llegaré al mismo puente
A mirar el mismo río
Iré a ver películas tontas
Abriré los brazos para abrazar el vacío
Tomaré vino si me ofrecen vino
Tomaré agua si me ofrecen agua
Y me engañaré diciendo:
"Vendrán nuevos rostros
Vendrán nuevos días".



martes, 21 de marzo de 2017

Resplandor y olvido de Fraguas de Víctor Sandoval




Pasaba las tardes en una vieja plaza.
Tardes y plaza,
árboles quemados,
había un roble partido en dos,
la piel arrugada, pero erguido y muy alto,
un oscuro mundo en sus ramas.
Tardes y plaza ardiéndome en la garganta.
Conminatoria y rápida
la revelación apenas me rozó.
Había que escapar o quedarse para siempre.
Como en Fraguas, la ciudad de la que soy un fugitivo
ahí estabas, padre, llamándome,
con tu piel calcinada, el tronco gigantesco,
tu oscuro mundo de yunques, fragores y descensos.

Amarás un telón amarillo.
El viejo otoño sobre el bosque
en la estación de los turistas.
Dejarás Fraguas, l anombrada.
Llevarás a tu padre bajo el brazo,
como el de Ilión un día.
Como el de Troya,
fue grande y poderoso.
Alborotó camas de hierro
usó trajes de alpaca y fístulas rosadas.
Dejarás la ciudad en llamas del otoño.
Otros serán, otros son ya los habitantes.
Ni una piedra rodada recordará a tu padre.
De la ciudad antigua sólo el reloj de sol,
los contrafuertes rojos del poniente.
Tendrá una máscara de hierro la ciudad, una malla de alambre
túnicas de moscas y ceniza,
rígidas banderas de polyéster sobre los edificios,
(negocios, habrá negocios para la gente nueva)
un aire de inocencia pervertida en las canteras rosa,
extranjerías innobles sobre los calicantos.
Dejarás Fraguas, la nombrada, un día de gran jolgorio
con tu padre el sarmentoso, el olvidado, bajo el brazo.

Fraguas se fundó
para que conviviera el padre con sus hijos.
Para que en el comedor, antes de la siesta,
departiera la familia,
circundada de yunques y fuelles resonantes;
resonantes y lejanas frases obscenas de la fábrica
tocando muros y ventanas.
Fraguas fue creciendo casa a casa,
sólida en sus relaciones,
armoniosa del todo.
Fraguas era una granada abierta,
cordial al visitante.
En sus talleres se construyeron máquinas de ligereza
para dar la vuelta al mundo.
Hubo quietos arados de afiladas rejas,
agujas y dedales centelleantes;
se construyó también una plaza de acero
para que mi padre, ceremonioso en las celebraciones
celebrara sus cuatrocientos años.

Cada día te pareces más a tu padre.
La misma nariz,
la misma nuca, el muro de cemento, la espalda de la fábrica,
tu padre, el clima y tú,
el mismo rostro de Fraguas:
Los estanquillos, la cerveza dorada los domingos,
por esas fechas en Fraguas
los niños y sus juegos en las calles, bolas de cristal,
trompos claveteados,
áureas monedas altas perdiéndose en los árboles.
Fraguas en las tardes:
un bruñido color en las doncellas,
adolescencias de metal,
un espejo de sol en el que todos anhelaban repetirse.
-Cada día eres más la imagen de tu padre:
el secreto fulgor que alondra el entrecejo,
los puños angustiosos sobre las caderas,
las esquirlas de luz abriendo paso.
Su voz entre cadenas
sensible a la garganta, por sus vetaduras
un azaroso agrio licor de espinas,
erguida bayoneta de silbidos.

Pespuntean el horizonte las siete cabrillas.
La arena del desierto
evoca la figura del pastor
de Santa Sofía y en Fraguas
los jóvenes arcángeles
han descendido para confundir al hombre.
Hay un pedazo de oro
y tiembla como un rayo de sol.
En cada hogar de Fraguas
se enciende una ramita de odio.

Restañar las heridas en Fraguas no fue fácil.
Toda la noche mi padre estuvo cavilando.
La luna gemía despacio entre el saucedal y el agua.
Las banderitas de papel en las acequias cautelosas.
El costillar herido de las puertas.
Los centuriones diestros a la ronda en círculos
estrechando el cerco con su collar de lanzas.
El alto poder del M-1 a tumbos en el puente.
La noche llena de flores desdentadas.
Es tan intenso el miedo
que hasta los mismos guardias delante de las casas
esconden sus temores.
Mi padre cavilando, toda la noche cavilando.
La casa de las fieras abierta y encendida.
Sus aullidos de espanto dominan nuestro sueño.
Y la lluvia en espera para lavar la sangre.

(EL PADRE LLEVA A SU HIJO AL ZOOLÓGICO)

Una veleta de lámina
El gallo en su gallinero
Gargantón el gallo canta
El águila y su calvicie
-Yo te perdono padre
Un tigre de doble filo
Un día de ámbar enjaulado en la piel
El enjoyado viborezco en su zarzal
Los dientes del tigre
Sus cuatro engarraduras
-Yo te perdono padre
y agazapado espero tanta sangre exquisita
La veleta girando al viento de las dalias
La noria tumba del agua
El águila coja sin la doble cabeza
El viborezno arqueado sobre el tractor Ford Major

Llego de la noche
Harto y feliz
Llego de la noche yo el triturador
Afuera dejo un clamoreo de estrellas y cristales
Para que no me moleste con preguntas
Encierro a mi padre en su tumba


(INTERMEDIO PARA CONSAGRAR AL PADRE)

Mi tiempo, padre:
Himnos de guerra y tableteo de metralletas.
Lo estoy viviendo apensa pero lo estoy viviendo;
soy el aire del arquero y su brazo.
Te veo escribiendo tus poemas
como éste padre, como éste.
¿Para qué, para quienes?
¿Para quiénes abres tu cartapacio,
tu horrenda máquina de escribir
como dentadura postiza?
A veces te leo en los periódicos
llenos de mosquitos proditorios.
Hace cincuenta largos años
que estás sobre la tierra.
Yo, padre, soy yo-padre desde que tú naciste.
El beso que pongo en tu mejilla
es el bien común,
el orden que rodea nuestra cisterna.
Por este lento avanzar del poemario,
del poema-río de tu consagración,
te despega la muerte de la vida
con paciencia de coleccionista.

(PLAZA EN ARMAS)

Tenemos nostalgia de las piedras.
Nos custodian muros de frentes amplias
donde se han escrito sentencias ineludibles,
actas constitutivas, horas de pozo adentro
con su latir a ciegas.
Nos custodian la ciudad y su cauda
procesional de lagrimones de salitre,
sus herrajes y arcadas,
aire de resplandores en las testas insignes.
Nos custodian labios denunciatorios,
contra infames costumbres,
por ejemplo: la exquisita cortesía de ese loco
que saluda al suicida y su féretro de crisantemos,
su escandalosa muerte de cianuro.
Nos custodian la noche y el tramonte
en su lecho de relámpagos.
La ciudad nos custodia desde su plaza en armas,
ágora de pavores y codicias;
estatuas de crisólitos vigilan este sitio
y nos preservan de cualquier transparencia.

(SUBURBIOS)

Soledad de abajo
y la brumosa mesa del café
Puerto de la Concepción
y el viaje que no haz de realizar
Viudas de Oriente
y la pasión nostálgica
Viudas de Poniente
te desnudo y me desnudas en sábanas de bramante
Ojo de Agua de Crucitas
desde lejos viene la tarde
Santa Rosalía del Polvo
un candor de piedra en la mirada
Rancho de Pulgas Pandas
el purificador de almas tragando lumbre
Pila de los Perros
verdades como puños el fontanero
abriendo las fuentes de la plaza
Amapolas del Río
una flauta enamorada
Soledad de Arriba
Don Juan al empalado bajo un claror de hogueras.

Aullidos de bronce,
sábanas blancas y sábanas manchadas,
dilataciones y dolor,
mi padre tranquilo en el zaguán.
-Antes que nada, comadrona,
échame al mundo.

Los días grávidos de agosto tienen un corazón de piedra.
Duerme.
En Fraguas, la ciudad de acantilados
y edificios rectangulares,
hay pequeños y tiernos detalles
Hay aurículas de transparentes nervaduras
y palomares de cemento.
Hay acequias y peces de agua fría.
Mi padre forja duras azucenas y besos de granito.

Los domingos el sol llega de pronto,
y todo Fraguas es
un resplandor de piedras y follajes.
Fraguas vuelta a encontrar, ganada para siempre;
navegan por el aire partículas de esmalte,
peces estriados, pájaros brillantes y pequeñas piezas de cerámica
Entonces las gentes van y van;
los mercados se llenan con sus gritos,
se sumergen en campos de pitayales dulces;
fuman en boquillas de cristal;
de sus cuerpos desnudos cuelgan joyas y pequeños signos de plata.
Naturalmente todos son jóvenes,
miran de frente entonando a Vivaldi.

Aparte del ciclo pluvial,
las regaderas y los sanitarios,
los ruidos más importantes de Fraguas se han ido perdiendo.
-Fan- faneto – neto – fan – faneto- neto -fan
¿Qué se hizo la máquina de vapor
saliendo de sus cuevas de bisonte?
¿Qué se hizo el rey mi padre y su tren de esmeraldas,
su cadena de oro, pechera de cobalto,
la sortija de amor entre los dedos?
No hay ojos para mí,
melancólico y calvo busco una calle antigua,
mido la distancia y no es la misma.
¿Qué se hicieron las señales que dejamos,
el aldabón de hierro y la puerta labrada?
Busco los antiguos lugares comunes:
Un nombre de mujer, la miscelánea verde,
la cicatriz del muro, Busco a la bella Adriana,
su cama de latón y el cielo raso;
busco al minotauro ganadero que le abrió las caderas.
¿Qué se hicieron los ruidos de Fraguas?
¿Qué se hizo el yunque de diamante de mi padre
y su tren de esmeraldas?

No quedó nada,
sólo el desierto;
Teotihuacan, Fraguas, Caldas, Asterópolis,
con sus rostros de aljibe.
Derruido el zigurat, trunca la pirámide,
el campanario en ruinas.
Sólo el silencio altivo.
¡Patrias de la misericordia
apiádense de Fraguas!
Debo olvidar la crónica,
los días rutilantes,
la procesión de palmas.
Olvidar la ciudad llameante de automóviles y anuncios.
No se hable más de los altos palomares
ni los apiarios rojos en el valle.
-Entonces las uvas y su dulzor de agosto-
Olvidar la historia y los ojos;
dejar la ciudad como el perro rabioso
que rompe con sus clases de obediencia.

Y abres los ojos con espanto.
Vienes del sueño a la ferocidad del sol.
Abres los ojos al espanto de esta mañana.
Si naciste en Fraguas, la de calles perdidas,
la de sordas campanas y esquilas subterráneas,
eres hijo de mi padre.
Dejaste, dejamos, la humedad de terciopelo,
la caverna tibia,
un ataúd de lunas tendido en las baldosas.
Estamos en Cataluña en llamas
o en cualquier lugar distante.
Las piedras a pleno sol, al farallón de Fraguas.
Olvídate del sueño y su festín de plumas,
reposante en su himen de giganta
y sus labios de arena.
Dejé ruidos de puertas, contraseñas, pasajes,
la terminal en brumas, el ómnibus cansado.
El caballo viajero se desnudó en la cuadra
en busca de su yegua.
Si naciste en Fraguas
olvídate de todo.
Fraguas es una hoja en blanco.

La memoria no existe.